Vicente Aleixandre afirmó que, en un mismo día, García Lorca podía pasar del ser un ángel inocente a un solitario atormentado cuando la luna ‘maceraba su cabeza’. De ahí que Federico encontrara en los tuétanos del cante un espejo para las cimas y simas de su expresión. Aquella que pasaba de la algarabía a la pena negra, del cielo a los ínferos, en un solo compás, en un solo verso.
Unos claroscuros que con intuición traslada Miguel Poveda para su versión del Poema del Cante Jondo, y otras creaciones, en la escenificación de Federico y el Cante. Porque el cantaor ha sabido conectar con lo esencial del poeta y su ‘patética evocación del amor bajo otras lunas y otros vientos’.
Las estampas se suceden con fidelidad a los textos originales. La cabal de Silverio, aderezada por siguiriya con un primer guiño a Manuel Torre, invita a aquella Granada de 1922. Se suceden la caña del Tenazas y el fandango del niño Caracol, la granaína de Chacón y el taranto con fandango de Manuel. Una declaración de intenciones para buscar ‘la voz cubierta de musgo’ de Pastora Pavón por tientos y tangos, cantiñas, lorqueñas y petenera. En la peculiar visión lorquiana, la Niña de los Peines era una diosa griega, Manuel Torre un faraón o Juan Breva un gigante con voz de niña. Federico era ya un poeta seducido intensamente por la vanguardia literaria de su tiempo. Por tanto, un acierto de Alberto Conejero escapar del costumbrismo para ofrecer ese sutil toque modernista abierto a lo universal.
«El romance de La Guardia Civil, aquel que Lorca situó en la ciudad de los gitanos, sirvió de enlace al intimista Silencio. Pero quedaba una sorpresa… Rendido entre las ovaciones, Miguel invitó desde el escenario a Arcángel e Israel Fernández, quienes se unieron al fin de fiesta»
La bulería, a modo de interludio, simboliza un mediodía luminoso en el barrio de Santiago. De seguido, por los caminos de la templanza, Miguel llega a Sevilla por soleá para rendir tributo a Tomás Pavón. Aromas a Joaquín el de la Paula, el Mellizo y Frijones, pero rematados de trianeras maneras. Un propicio trasiego para evocar a Juan Breva por malagueñas y abandolaos. Punto y aparte para la bambera que le bailó a Poveda su majestad Eva la Yerbabuena, llevando la complicidad de ambos al olimpo de la expresión gestual. Se deben señalar también los aportes repajoleros –cante y palabra– de Manuel Monje, en funciones de mantenedor. Y cómo no, el excelente papel de todo el elenco que lleva al cantaor en volandas.
El romance de La Guardia Civil, aquel que Lorca situó en la ciudad de los gitanos, sirvió de enlace al intimista Silencio. Pero quedaba una sorpresa… Rendido entre las ovaciones, Miguel invitó desde el escenario a Arcángel e Israel Fernández, quienes se unieron al fin de fiesta.
Y a la salida del Villamarta, en la noche platinoche, un Gallo Azul de vidrio cantaba por Jerez de la Frontera.
Ficha artística
Federico y el cante, de Miguel Poveda
Teatro Villamarta de Jerez
20 de diciembre 2024
Cante: Miguel Poveda
Guitarra: Jesús Guerrero
Percusión: Paquito González
Coros y palmas: Carlos Grilo, Miguel el Londro y Los Makarines
Colaboraciones especiales: Eva Yerbabuena, Manuel Monje, Las Tatas del Barrio de Santiago Peña Tío José de Paula: La Majuma, La Yoya, Luisa Garrido y Victoria Prado