No cabe duda de que los dos maestros más influyentes en la guitarra flamenca son el algecireño Paco de Lucía y el sanluqueño Manolo Sanlúcar. Ambos desde su concepto guitarrístico han puesto la guitarra flamenca en la cúspide de la pirámide tanto flamenca como musical. Ellos dejaron un legado, aparte de lo discográfico, conceptual y filosófico de lo que significa tanto la guitarra flamenca como la figura del guitarrista. Y dada la importancia de estas dos figuras, bien merecen un capítulo aparte. Tanto por la trascendencia de su obra como por la magnitud e influencia como artistas. Resulta imposible retratar ambas figuras en escrito convencional, pero intentaremos acercar al lector los entresijos mas relevantes de estos dos maestros con el máximo respeto y cariño.
Manuel Muñoz Alcón nace en Sanlúcar de Barramenda en 1943. Y, desgraciadamente, nos abandona en agosto de 2022 en Jerez de la Frontera. Su padre es su primer maestro. E incluso con sus hermanos también comparte vocación. En palabras del propio Manolo, sus principales escuelas son las de Niño Ricardo y Diego el del Gastor. Con tan solo catorce años se incorpora a la compañía de Pepe Marchena. De ahí acompañaría a las figuras flamencas más importantes. Y aprende de maestros como Alberto Vélez, ya que coinciden en el Tablao Las Brujas de Madrid.
En 1972 empieza la publicación de su trilogía Mundo y formas de la guitarra flamenca. Ahí se encuentran dos de mis obras favoritas, Colombiana del Bajo Guía y Garrotín del calzoncillo. Sus publicaciones continúan con obras de máxima enjundia cargadas de una musicalidad inusual, como Recital Flamenco, Fantasía para guitarra y orquesta, Sentimiento, Sanlúcar, Al viento, Azahares, Candela, Oripando, Trebujena, Medea o Soleá. También un trabajo culmen, Tauromagia. donde todo gira en torno a la vida del toro bravo. Pero no dejamos atrás Aljibe y Locura de brisa y trino. Este último trabajo le concede el Premio Nacional de la Música, Premio Puerta de Alcalá y Premio Flamenco Hoy, además de ser miembro de la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz desde 1997. Posee el Premio Nacional de Guitarra Flamenca de la Cátedra de Flamencología de Jerez. Apostillamos que Manolo siempre estuvo acompañado por sus familiares Isidro Muñoz y José Miguel Évora en las mayoría de sus proyectos.
Pese a sufrir diversos infortunios a lo largo de su vida, Manolo Sanlúcar no cesa en sus investigaciones y composiciones. Defensor a ultranza de la cultura andaluza en toda su amplitud, se le considera maestro de maestros. La filosofía de su docencia se basa en los conceptos de la Antigua Grecia. El maestro instruye a su discípulo para la búsqueda de su propio camino. Incluso lo acoge en su casa. Entre ellos están Vicente Amigo, Jose Antonio Rodríguez, Manolo Franco, Niño de Pura, Rafael Riqueni, Juan Carlos Romero, Manuel de la Luz, David Carmona o Can Wan, el Gitano de Pekín. Su docencia en el Festival de la Guitarra de Córdoba es notable edición tras edición. Mención especial al guitarrista Santiago Lara, que mantiene viva la esencia de Tauromagia y Medea en sendos espectáculos.
Manolo no solo deja su legado como guitarrista y compositor. También, una discografía amplia y rica en matices sonoros, una labor docente incalculable y un insuperable estudio técnico de la guitarra flamenca. Todo ello en una obra magna y sublime: La Guitarra Flamenca, Manolo Sanlúcar. Compuesta, escrita, dirigida y producida por el mismo Manolo, sin ningún tipo de ayuda. Un estudio de quince años repartidos en doce DVD y en cinco tomos enciclopédicos, con la colaboración de más de cuarenta artistas. Hace un recorrido histórico, cultural y artístico de nuestro flamenco a través de la guitarra. Es la mayor obra de investigación, didáctica y artística de la historia del flamenco. Aparte, sus libros Sobre la Guitarra Flamenca. Teoría y Sistema y El Alma Compartida. Más todas las transcripciones de su obra.
Y como broche a su carrera, en el día de su retiro, estrena la Canción de Andalucía. En el Festival Cueva de Nerja, tras la interpretación de Medea, Manolo deleita al público asistente con un himno oficioso que en 2005 grabaría.
«No omito que, aunque siento una extraordinaria devoción por el trabajo de Manolo Sanlúcar, me crié escuchando a Paco. Y a través de su guitarra descubrí un mundo musical infinito, maravilloso y espléndido. Con el maestro sanluqueño aprendía a valorar lo nuestro, nuestras raíces, de dónde venimos y hacia dónde vamos»
Paco de Lucía
Francisco Sánchez Gómez nace en 1947 en Algeciras, Cádiz. Y con triste pesar deja a la guitarra huérfana en 2014. En Cancún, México. Su historia empieza a forjarse en casa. Por un lado con su padre, Antonio Sánchez Pecino, y más adelante su hermano mayor, Ramón de Algeciras, aprende los primeros toques importantes. Su madre, Luzía Gomes Gonçalves, aporta la serenidad y la alegría a la casa.
Comienza, a los doce años, los recitales junto a su hermano Pepe de Lucía con Los Chiquitos de Algeciras. A los catorce obtiene un premio en el Concurso Internacional de Arte Flamenco de Jerez de la Frontera. De ahí, José Greco lo contrata como tercer guitarrista de su Compañía de Ballet Clásico Español para la gira por Estados Unidos. Paco sigue la escuela de Niño Ricardo, pero en Estados Unidos conoce a Sabicas y a Mario Escudero. Ambos le aconsejan y le influyen en su toque. Incluso Mario Escudero lo presenta a la afición en su academia de guitarra.
Con su padre como director artístico, graba los primeros discos junto a su hermano Pepe. Más adelante a dúo con su hermano Ramón y también con Ricardo Modrego, Fosforito, El Lebrijano y, sobre todo, con Camarón. Forma parte de un proyecto con Matilde Coral, Paco Cepero y El Farruco, e inicia su estelar y majestuosa carrera en solitario. Graba La fabulosa guitarra de Paco de Lucía (1967) y Fantasía flamenca (1969).
Su llegada a Madrid le permite evolucionar de forma astronómica. Ya recién parido el dúo Camarón de la Isla y Paco de Lucía, con unas cualidades artísticas únicas y magistrales, emprenden una carrera, cuanto menos, sublime, influyente y transcendental. De hecho su más de una decena de grabaciones demuestran la verdad y flamencura de ese momento. Momentos que Paco lleva en sus recuerdos. En 1981 crea el célebre sexteto, y con ello el concepto actual de grupo flamenco. Lo forman Pepe y Ramón de Algeciras, Jorge Pardo, Carles Benavent y Rubem Dantas, que introduciría el cajón peruano en el género flamenco. Más tarde se uniría el bailaor Manolo Soler.
Año después crea un trío con Juan Manuel Cañizares y José María Bandera. En 1998 reestructura el septeto con El Viejín, El Grilo y Duquende. Pasado unos cuantos de años reinventa el grupo con El Piraña, Niño Josele, Alain Pérez, Antonio Serrano y Duquende, La Tana y Montse Cortés, junto a otros artistas que también colaboran con los grupos de Paco como Juan Ramírez, El Farru, Rafael de Utrera, David de Jacoba, Dani de Morón, Antonio Rey o Antonio Sánchez.
Pero a finales del siglo XX pasa unos años desconectado por diversos motivos, entre ellos las muertes de sus padres y de Camarón. A caballo entre sus residencias de México y otros enclaves españoles nace Cositas buenas. Pero no obviamos su trayectoria discográfica con Fuente y Caudal, El duende flamenco, En vivo desde el Teatro Real, Almoraima, Solo quiero caminar, Sirocco, Zyriab, Luzia o Canción Andaluza. Los directos con sus grupos de 1993, Live in América, y en 2010, Paco de Lucía, en vivo. Sus trabajos de música clásica giran en torno a las figuras de Manuel de Falla, Joaquín Rodrigo e Isaac Albéniz. Interacciona con la bossa nova de Tom Jobim, el tango de Astor Piazzolla, el country, la salsa, la música árabe, el rock, el jazz o el blues. Y se une a figuras como Pedro Iturralde, Chick Corea, Larry Coryell, Santana o Bryan Adams. Significativamente, sus tríos con John McLaughlin y Al Di Meola repercutieron sobremanera musicalmente. Y el magistral Friday night in San Francisco, de 1980, vende más de un millón de ejemplares.
En julio de 2004 es distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Ese mismo año obtiene un Grammy Latino por Cositas buenas, que presentó durante el año en una gira mundial marcada por su intensidad. Pero el maestro de Algeciras obtiene todo tipo de premios y distinciones a lo largo de su carrera. Ejemplo de ello son el Premio Goya a la mejor música original por Montoyas y Tarantos, Castillete de Oro por La Unión, Premio Nacional de Guitarra Flamenca, Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, Premio Pastora Pavón Niña de los Peines, Palma de Plata Ciudad de Algeciras, Medalla de Andalucía o Doctor Honoris Causa del Berklee College of Music.
Más allá de lo que cada uno de estos maestros han legado al flamenco, a la guitarra y a la música, han favorecido una evolución y apertura a otras músicas y estilos, desde la raíz de nuestra propia identidad. Las constantes aportaciones influyen en el devenir de la guitarra hasta nuestros días. Es de tal calado que infieren en la concepción del toque.
No omito que, aunque siento una extraordinaria devoción por el trabajo de Manolo Sanlúcar, me crié escuchando a Paco. Y a través de su guitarra descubrí un mundo musical infinito, maravilloso y espléndido. Con el maestro sanluqueño aprendía a valorar lo nuestro, nuestras raíces, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Un lenguaje, que por medio de las seis cuerdas, se hace magno. Que bien llevado a las palabras que Blas Infante compusiera para nuestro insigne himno, desde Andalucía para España y la Humanidad. De hecho, es Paco nuestro ilustre más internacional.
Cada maestro con su lenguaje colabora en la expansión del arte flamenco a través de su guitarra. Ambos con una amistad sin igual de enorme respeto y admiración llevan la esencia del flamenco a traspasar todo tipo de fronteras. Y que a partir de ese momento se empieza a tocar con mayor espontaneidad. A permitirse libertades inusitadas que resultaron enriquecedoras. Pese al choque inicial con el tradicionalismo purista, las guitarras de Paco y Manolo no restan un ápice en preservar las raíces del flamenco. Testimonio de esa identidad genuina, autóctona y universalista, son las numerosas grabaciones de ambos maestros.
En la guitarra de estos maestros fluye la melodía en un colchón armónico rebosante de compás. De pausas que transportan la metrópolis más contemporánea a una marea de flamencura. Desde el sereno mástil de Bajo de Guía al oleaje del clavijero de Algeciras. Y como la sal en la arena, queda un legado eterno y universal. Va por vosotros, Maestros Eternos.