Después de lanzar el cuidado single Animal, con su correspondiente y no menos cuidado videoclip, Carmen Doorá continúa con el proyecto de su nuevo disco, previsto para esta primavera, y con el que pretende hacerse un hueco definitivo en el panorama flamenco actual. De momento, está a punto de presentar el segundo adelanto, El regalo, y es consciente de que su voz y su personal estilo no han pasado desapercibidos para el público ni los medios.
Nacida en Murcia, la artista reconoce haber dado “bastantes vueltas” hasta llegar a Utrera, donde reside actualmente. Adoptó su apellido artístico en homenaje a una vaca que cuidaba su abuelo, cantaor aficionado, pero su camino artístico ha sido sinuoso. “Estudié Filosofía en Granada, luego pasé cuatro años en París con una beca en La Sorbona, y allí fue donde empecé a cantar más en serio por afición y me colé en el circuito. Luego hice un grado superior de cante en Barcelona, y allí estuve once años, hasta que con la pandemia me vine a Sevilla, logré la vacante en el Conservatorio Antonio Ruiz Soler y aquí sigo”.
Los estudios de Filosofía, por cierto, consiguió terminarlos. “Fue la mejor etapa de mi vida, tuve profesores muy buenos”, asegura. “Antiguamente no era frecuente que un artista tuviera estudios universitarios, ahora estamos en la etapa contraria. Cada vez hay gente más formada y me parece importante saber de dónde vienen las cosas que cantamos, porque el flamenco no se termina nunca de aprender”. En el máster que cursa actualmente, está investigando la presencia de las mujeres en las antologías, desde la de Hispavox de 1958 a la de Carmen Linares.
«Con un espíritu contemporáneo, estamos en la línea de otros artistas como Israel Fernández, que es el gran referente de este momento, capaz de acercar el flamenco a mucha gente, o el último disco de Niña Pastori, que es una pasada. Sin querer imitar a nadie, nos miramos en ellos»
“Nunca había pensado dedicarme a esto, pero todo vino solo”, prosigue. “Empecé a trabajar con una gente y otra, y cuando quise darme cuenta ocupaba todo mi tiempo. Es una satisfacción dedicarte a algo tan bonito, imagínate cómo era en aquella vida bohemia de París, aunque también es muy sacrificado, da muchos quebraderos de cabeza”.
Tras la buena acogida de un disco de versiones como Orgánica, Carmen lleva desde 2022 dando vueltas junto a su compañero, el músico y productor Ángel Dorao, a ese nuevo trabajo con un concepto distinto, creaciones propias y sonoridades que se acercan a la electrónica sin dejar de sonar flamencas. “Aparte del estudio que tiene Ángel en Jerez con Curro Carrasco (Navajita Plateá), tenemos un estudio en casa. Las letras y las composiciones son mías, mientras él aporta algunas y se ocupa de la producción musical. Ahí estamos las 24 horas del día, no hay horarios para grabar”.
La línea a seguir es la del sencillo Animal, “con un espíritu contemporáneo, en la línea de otros artistas como Israel Fernández, que es el gran referente de este momento, capaz de acercar el flamenco a mucha gente, o el último disco de Niña Pastori, que es una pasada. Sin querer imitar a nadie, nos miramos en ellos”, añade.
Por otro lado, la dimensión coplera del trabajo de Carmen Doorá no supone ningún conflicto estilístico, todo lo contrario: enriquece y da carácter y empaque al resultado final. “No soy de poner fronteras, y la copla es superimportante en nuestra identidad. En el flamenco, la copla está presente no solo en la melodía, sino también en esa manera que tiene de vivir lo cotidiano, el día a día de Andalucía. Y va implícita en mi manera de cantar. De hecho, escribí Animal como pasodoble, aunque con la producción ha quedado un poco diluido”.
«No soy de poner fronteras, y la copla es superimportante en nuestra identidad. En el flamenco, la copla está presente no solo en la melodía, sino también en esa manera que tiene de vivir lo cotidiano, el día a día de Andalucía. Y va implícita en mi manera de cantar»
En cuanto a las letras, dice, “no me propongo nada especial. Me interesa mucho la naturaleza, en mi cara pública he intentado siempre abogar por una vida sostenible, y eso se refleja también en mi trabajo. Y cosas cotidianas como el amor, la familia, los temas universales”.
¿Y el elemento electrónico? “La mayoría de la gente en el flamenco lo hemos asumido como parte de los tiempos que vivimos. Te puede gustar más o menos, puede estar mejor o peor hecho, pero nosotros lo hacemos poniendo empeño, con gusto y respeto”.
“Para mí, forma parte de mi sonido”, concluye. “No he tenido una carrera muy típica, no vengo de una familia flamenca. Mi experiencia ha sido vivir la música de muchas maneras, escuchando de todo. En París grababa con gente del Congo, de Túnez o de Argentina, sin ningún estereotipo. Me considero cantaora, conozco todos los cantes, pero también he cantado pop y no me considero menos cantaora por ello”.
Una última curiosidad. ¿Qué queda de su raíz murciana? “Los murcianos vivimos con una tranquilidad y una inocencia, una forma de estar en el mundo que me define bastante, mi manera de cantar y las letras que hago”.