Un día estás escuchando a Antonio Mairena por soleá por bulería, Por ahí viene mi bata, y al siguiente, Al verte las flores lloran, bulería de Camarón, y nace una afición mundial espectacularmente ampliada gracias al injerto canastero del joven cantaor de la Isla. Una revolución musical cultural en toda regla cuyos coletazos siguen intensos al día de hoy. Han cambiado las voces, los versos, las armonías y técnicas (gracias, míster Paco), se han cultivado sonidos orientaloides, a menudo con voces corales, y casi todos los flamencos de cierta edad se han entregado al llamado camaronismo. Para la nueva generación, todo lo que había existido antes es flamenco antiguo.
Aquello fue la década de los setenta, y ahora, cincuenta años más tarde, siguen naciendo cantaores de esa escuela, como Israel Fernández notablemente. Pero en Badalona la radio de la madre de Miguel Poveda le entregaba un menú ricamente variado, y el joven se sirvió de las mejores voces andaluzas y no andaluzas. Después de hacer la ruta de las peñas flamencas donde perfeccionaba su arte, el joven Miguel llegaría a ganar la 33ª Lámpara Minera de La Unión, y así empezó su ascenso al encumbramiento como el cantaor más popular de la actual generación, y sin deber casi nada al de la Isla excepto una actitud aperturista. Sin ser andaluz, sin ser gitano siquiera (manos a la cabeza, por favor, si te sientes aludido), ocupó con facilidad el trono del cantaor más popular de nuestros tiempos.
La voz y el decir de Miguel Poveda habitan una franja delgada entre el flamenco rancio y la copla azucarada, evitando caer en los excesos de cualquiera de los dos, y el señor es conocedor del cante. Pero ni siquiera todo eso hubiera sido suficiente para alcanzar las alturas de la popularidad. También tiene un poderoso carisma, te cae sincero, habla con el público más numeroso de tú a tú. Tiene buen gusto y un olfato musical fuera de lo común, cualidades que le permiten saber montar un espectáculo, aparte de rodearse de un equipo de buenos profesionales.
Dentro de mi cabeza ahora mismo escucho a los antipovedistas, que también los hay, diciendo que el catalán no es más que un imitador de famosos. A ver, todo aprendizaje comienza siendo una imitación. Luego, el ave de la creatividad vuela por encima de un afortunado, tocándole con su varita mágica, y nace un artista.
«La voz y el decir de Miguel Poveda habitan una franja delgada entre el flamenco rancio y la copla azucarada, evitando caer en los excesos de cualquiera de los dos, y el señor es conocedor del cante. (…) También tiene un poderoso carisma, te cae sincero, habla con el público más numeroso de tú a tú. Tiene buen gusto y un olfato musical fuera de lo común»
Gracias a su largo e intermitente periplo jerezano, Miguel se familiarizó a fondo con las formas de los mejores intérpretes jerezanos, empezando por Luis el Zambo. Recuerdo una Bienal de Sevilla en la que Miguel Poveda interpretó una siguiriya para la historia, poniendo en pie al numeroso público como por descarga eléctrica.
Es elegante en sus movimientos. Desde Bambino, pocos artistas han sabido moverse por el escenario con tanta soltura. Con un exquisito saber estar y sensibilidad artística, es capaz de mantener la perspectiva, la humildad y una forma de ser sincera y honesta.
Otro elemento de la personalidad del cantaor es su genuina humanidad. Logra poner el punto didáctico reivindicativo sin insistir, sea protestando la histórica expulsión de los gitanos de Triana, o la subida del IVA en las entradas de funciones de teatro.
Hace poco hubo que ampliar la presentación en Jerez de su espectáculo Lorca y el cante a tres días con entradas nada baratas y todo vendido. Pueden leer la crónica del compañero José María Castaño. Aquí he pretendido analizar la popularidad del cantaor Miguel Poveda, que sigue triunfando después de más de dos décadas en los “top”, cosechando nuevos seguidores con cada actuación.