Chiclana de la Frontera, en la costa gaditana, es una ciudad bien conocida gracias a maestros del cante como Rancapino, Rancapino Hijo o Antonio Reyes, entre otros. Un baluarte de las esencias del que también han salido, no obstante, artistas inquietos dispuestos a explorar territorios sonoros diversos sin perder su genuino anclaje jondo. Es el caso de María La Mónica, quien después de darse a conocer con un álbum tan rotundo como Carretera y mantra (2019) regresa con Amisuri, un disco de larga duración que es todo un canto a las raíces y a las generaciones precedentes.
De hecho, buena parte de las ideas motrices de este trabajo proceden de los talleres que María y su mano derecha, el músico Adrián Trujillo, han realizado con mujeres mayores. “El año pasado hicimos uno en una asociación de mujeres de Arcos de la Frontera, cuyo objetivo era componer entre todas una canción por la igualdad de género a través de dinámicas, talleres de palmas y percusión y otras formas de desarrollo de la creatividad. Allí nos contó una señora que se había inventado la palabra amisuri para designar el sonido que hace el pescado cuando lo echas en el aceite caliente de la sartén, y se improvisó una letra: amisuri suri sá, cantando las penas se van. Nos sonó a tanguillo de Cádiz y terminamos de componerlo”, recuerda.
“Lo que queremos transmitir es un mensaje, dar el valor que tienen nuestras raíces y las personas mayores de las que aprendemos”, afirma María La Mónica. “En la vida que llevamos, tan llena de superficialidad y de estrés, a menudo nos olvidamos de esos mayores. Es una pena que, cuando no sabemos algo, vayamos a Google antes de preguntar a los abuelos. En las tribus ancestrales la persona mayor es el sabio, y a partir de esta idea queremos no olvidarnos de dónde venimos ni de quiénes venimos”.
Eso no quita que el cauce musical empleado para transmitir dicho mensaje incluya sonidos modernos y electrónicos, sin perder de vista el flamenco. De hecho, el repertorio de Amisuri está articulado en torno a tanguillos, chuflillas, cantiñas, tangos, rumbas y bulerías. “No es fácil encontrar el equilibrio, pero creo que lo conseguimos. Al final se trata de jugar con lo externo sin contaminarte demasiado. Cuando temíamos alejarnos demasiado de lo nuestro, tanto Adri como yo volvíamos para adentro, y así hemos estado más de un año. Hagamos lo que hagamos, al final vamos a tirar siempre para el lugar de donde somos”.
«En la vida que llevamos, tan llena de superficialidad y de estrés, a menudo nos olvidamos de esos mayores. (…) En las tribus ancestrales la persona mayor es el sabio, y a partir de esta idea queremos no olvidarnos de dónde venimos ni de quiénes venimos»
Por otro lado, María La Mónica defiende “el intenso trabajo de investigación que hay detrás, que es algo que me encanta. A veces le cuento una idea a Adri, a los pocos días él me trae una propuesta en la que la ha desarrollado, seguimos dándole forma… Hay mucha complicidad en lo que proponemos ambos. Y estamos convencidos de que el flamenco no es solo música, es también una actitud, una forma de estar en la vida y en el escenario”.
A la hora de señalar sus referentes fundamentales, “además de las mujeres de mi familia y de gente que siempre está ahí, como Lola Flores, Celia Cruz, Michael Jackson, Bruno Mars, El Beni o Chano Lobato”, María La Mónica asevera que de quienes más beben es “de los abuelos. Cuando vamos a esos talleres, crees que vas a enseñarles y te vuelves con un intercambio superbonito, te dan información e inspiración. Nos gusta la autenticidad, la pureza y la verdad. Te encuentras con esas señoras de 70 años, algunas de las cuales no saben leer ni escribir, pero tienen todo el arte y son una verdadera escuela”.
Sus tres hijos, añade, también la hacen descubrir en el coche camino del instituto a nuevos ídolos como Josué Rarujo, o nombres emergentes del rap y del trap, de los que no se siente en absoluto ajena. Pero La Mónica sigue adelante con su personal estilo, y sueña con esa “agenda repleta de conciertos, porque cuando haces algo con cariño lo que quieres es compartirlo y llegar a todos los rincones, sensibilizar a la gente para que todo se vuelva más humano en esta era digital”.
“Aunque he cumplido los cuarenta”, concluye, “estiro la juventud a todo lo que dé. Me muevo por la ilusión y espero que siga así. Mucha gente me dice ‘a ver si triunfas, que te lo mereces’, pero yo les digo que ya estoy triunfando. Llevar veinte años dedicada a la música y a la educación, criando a tres niños y viviendo en un pinar en Chiclana con gente bonita a mi alrededor, ¿para qué quiero más triunfo?”.
