Carmen Rivas ‘La Talegona’ pertenece a la reconocida saga de Los Talegones. Estudió en el Conservatorio de Danza Española y Arte Dramático de su ciudad natal, Córdoba, pero asegura que la verdadera formación y aprendizaje viene después. «Yo estuve en el conservatorio siete años y cuando salí, aún había muchísimo por aprender. Uno se forma haciendo y experimentando. La experiencia y la formación es lo que crea tu identidad», dice.
La cordobesa ha compartido escenario con los bailaores más reconocidos del panorama flamenco: Antonio Canales, Manolete, El Güito, Juan Andrés Maya, Rubén Olmo, Javier Latorre… Y siente una profunda admiración por artistas como La Chana, Manuela carrasco, Carmen Amaya, Farruco, La Singla y el gran Antonio Gades, a quien también tuvo la gran fortuna de conocer y compartir momentos con él.
Es un martes por la mañana en Madrid y la espero en la esquina del Mercado de Antón Martín, que en el piso de arriba alberga la célebre escuela Amor de Dios. Alrededor todo parece tener más duende. Y en un momento, se me olvida que le estoy haciendo una entrevista. Verla expresarse con esa mezcla entre dulzura y arrojo es ver un compendio de todas aquellas cosas que te dejan respirar un poquito de arte. Y si la miras de cerca, sus ojos son flamencos.
– ¿Quién es Carmen La Talegona?
– Yo siempre digo que soy un ser vivo normal y corriente, con un corazón. Como todo el mundo. Una persona que quiere crecer y seguir siempre evolucionando.
– Perteneces a una estirpe flamenca reconocida, que son Los Talegones. ¿De dónde viene el apodo?
– Mi familia era pescadera y las mujeres trabajaban en la plaza. Llevaban una taleguilla chiquitita, que es una especie de bolsa que se ponía con un imperdible en la parte de arriba o abajo del mandil. Y ahí metían las monedas. Al andar, sonaban las monedas en la talega. Y de ahí, Los Talegones.
– Aparte del espectáculo, te dedicas también a la enseñanza. ¿Qué te aporta cada cosa?
– Cuando estoy en el escenario me siento muy libre de expresar lo que siento y lo que quiero contar. Si es un tablao, vivir la magia de la improvisación. Si es un teatro, crear desde mi propio punto de vista. No me guío por las corrientes. Intento entregar al público lo mejor de mi esencia, como yo lo siento y quiero transmitirlo. De la enseñanza me gusta ver la evolución. Que la gente aprenda a canalizar la energía que nos bloquea, para poder tener templanza y vivir su baile desde otra dimensión.
«Yo creo que el flamenco está en un momento increíble, en constante evolución. Es una pena que sea tan nuestro y no se le dé el lugar que merece. A veces es decepcionante ver cómo lo cuidan más afuera que aquí»
– Ya que estamos hablando de la parcela de la enseñanza, háblame de la institución de Amor de Dios.
– Qué te puedo decir. No hay palabras. Joaquín San Juan, que es el director de Amor de Dios, es para mí la persona más honesta y humilde del mundo, un ser humano maravilloso. Joaquín es una persona que acuna y que da cabida a todo el mundo. Él nos escucha, colabora y acude a los sitios.
– Tu tío Talegón es un gran cantaor que también formó parte de la plantilla de maestros de Amor de Dios. ¿En qué momento se encuentra ahora?
– Él está en un momento buenísimo en todos los sentidos. En un momento de paz. Ya se retiró. Yo digo: ¿por qué no canta este hombre? ¡Si tiene la voz mejor que antes! Pero ya no canta porque no quiere sentirse presionado. Tiene 81 años y yo le entiendo. Para mí es mi padre. Él me ha enseñado a caminar. A caminar y a todo, prácticamente.
– ¿Qué es lo más difícil de bailar en un tablao?
– Para mí lo difícil no es bailar. Lo difícil es sincronizarse. Entender el código del flamenco, las miradas. Llegar al punto en el que guitarra, cante y baile estemos en la misma frecuencia. Eso es lo más difícil.
– ¿Recuerdas alguna mala experiencia?
– Recuerdo muchas.
– ¿Cómo lo resuelves?
– En calma. Sin intentar hacer más de la cuenta. Yo siempre digo que menos es más y lo difícil es, en realidad, no hacer nada y transmitirlo todo. Hay que templarse y escuchar.
«Si lo llevo al flamenco, ‘Triada’ está compuesta por el cante, el baile y la guitarra, tres hermanos con identidad propia, protagonistas de su historia, pero la misma sangre, el mismo latido. Y sobre estos cimientos se ha ido construyendo el espectáculo»
– ¿Qué hace profesional a un bailaor o bailaora?
– La experiencia y el aprendizaje. Para mí, la palabra en sí ya tiene mucho peso, engloba todo: tener identidad, saber interpretar, tener distintas disciplinas de baile, empaparte de cualquier cosa que pueda engrandecer tu persona y, como consecuencia, tu movimiento. En realidad, somos lo que transmitimos a través de nuestro arte.
– Tienes una personalidad muy férrea como bailaora. ¿Ha evolucionado mucho tu estilo?
– Yo creo que estamos en continua evolución. Desde que fui madre he suavizado mi manera de bailar y la controlo más. Yo he estudiado contemporáneo y clásico. Y eso marca mucho y te abre el campo. Ahora sé canalizar, dosificar, entrar fuerte, parar, templar, cómo abrir, cómo cerrar…
– ¿Esto lo enseñas en clase?
– Sí, porque no podría enseñar de otra manera que no sea desde mi esencia. Decían en la Cadena Ser el otro día que mi metodología es diferente y la he creado de esta manera, pensando en las mayores dificultades de mis alumnos. Tanto en el proyecto del Club Flamencohólicos como en mis clases regulares, lo que intento transmitir es que no miremos el flamenco como una fábrica de pasos, porque nos olvidamos de lo que nos hizo querer bailarlo en un principio. Que hay que tenerse paciencia y buscar, en la improvisación, la esencia y la identidad de uno mismo.
– ¿Han ido cambiando tus referentes a lo largo del tiempo o siempre han sido los mismos?
– Mis ídolos van a ser siempre mis ídolos. No han cambiado para nada.
«Al salir al escenario tiene que estar todo impecable. Tengo que oler a gloria, tengo que lavarme los dientes. Peinarme bien, maquillarme muy bien y siempre, siempre, llevar algo roto en las medias. Y realmente, concentrarme. Para mí, nunca ha sido salir y ¡ya!»
– De la gente con la que has trabajado, ¿hay algún consejo que apliques a tu día a día que te haya marcado mucho?
– Todos los consejos que he recibido me hicieron crecer. Mi mayor guía, como dije anteriormente, es mi tío Talegón, porque lo tuve a mi lado desde siempre, guiándome el camino. Pero uno de los maestros que más huella han dejado en mi vida es Antonio Canales. Tengo guardados en mi alma cada uno de sus consejos y los sigo aplicando a día de hoy. Y por supuesto, no me podré olvidar jamás lo consejos que me dio el maestro Antonio Gades.
– ¿Qué consejo le darías a los jóvenes por si aún no te han visto en las redes sociales y te leen en Expoflamenco?
– Que tengan paciencia. Que tengan una buena base. Y que tengan mucha disciplina. Hay que seguir formándose constantemente. La experiencia y la formación es lo que crea tu identidad y te ayuda a transmitir tu esencia de una manera única. Porque si ese no es el propósito, ¿para qué bailamos?
– ¿Tienes algún ritual antes de salir al escenario?
– Sí, muchos. Tiene que estar todo impecable. Tengo que oler a gloria, tengo que lavarme los dientes. Peinarme bien, maquillarme muy bien y siempre, siempre, llevar algo roto en las medias. Y realmente, concentrarme. Para mí, nunca ha sido salir y ¡ya!, por todo el respeto que le tengo a mi trabajo y al público que me está viendo.
– Hace poco presentaste en Suma Flamenca tu nuevo espectáculo, Triada. ¿De dónde parte?
– Siempre he sentido una conexión especial con la palabra «triada», pero nunca me paré a darle vueltas. Y en un proceso creativo, estuve muy inspirada y me di cuenta del significado tan profundo que tiene para el flamenco. Te cuento. Si lo llevo al flamenco, Triada está compuesta por el cante, el baile y la guitarra, tres hermanos con identidad propia, protagonistas de su historia, pero la misma sangre, el mismo latido. Y sobre estos cimientos se ha ido construyendo el espectáculo. Ahora mismo no hay próximas fechas porque estamos con la promoción, pero yo creo que el año que viene va a tener mucha acogida porque es un formato pequeño, sencillo y profundo, con el que fácilmente te puedes identificar.
«Tanto en el proyecto del Club Flamencohólicos como en mis clases regulares, lo que intento transmitir es que no miremos el flamenco como una fábrica de pasos, porque nos olvidamos de lo que nos hizo querer bailarlo en un principio. Que hay que tenerse paciencia y buscar, en la improvisación, la esencia y la identidad de uno mismo»
– ¿Sentiste que gustó?
– Muchísimo. Lo que más me impresionó fueron los tres minutos de la gente aplaudiendo de pie, porque en ese momento te das cuenta de que lo que se quiso transmitir, llegó. Como artista, eso te llena inmensamente. Fue un momento muy bonito, el sitio de La Cabrera es espectacular y Antonio Benamargo, director de Suma Flamenca, lo lleva todo increíble. Todo lo que hace ese hombre es maravilloso.
– ¿Qué tiene de especial Triada?
– La sencillez, la cercanía y la manera tan bonita y profunda de extrapolarlo todo a la vida misma.
– ¿Cómo ves el futuro del flamenco?
– Yo creo que el flamenco está en un momento increíble, en constante evolución, y es una pena que sea tan nuestro y no se le dé el lugar que merece. A veces es decepcionante ver cómo lo cuidan más afuera que aquí.
– Y tú, ¿cómo te ves?
– Yo estoy en un momento muy feliz, avanzando en el mismo viaje sin billete de vuelta que empecé a los cinco años. Respirando flamenco y viviendo mi camino de vida. ♦