Toca mojarse. Ahí va: el trebujenero Juan Tomás de la Molía y la nerjeña Águeda Saavedra están llamados a ser –salvo caprichosas sorpresas del arte– la pareja de baile del siglo. No hay en este momento en el flamenco un dúo que pise los escenarios con la flamencura y la calidad que rebosan estos enjundiosos bailaores tocados por la varita del duende.
Bajo el título Interpersonal presentaron una cuidada propuesta en la que brillan tanto en solitario como en el paso a dos, donde co-fluyen jugando al contrapunto en las tensiones: mientras uno dibuja figuras con el cuerpo, el otro se afana en el zapateao para ir coincidiendo al unísono y con precisión en lugares comunes perfectamente coordinados, sin caer en la repetición manida de poses, pasos y marcajes, otorgándole heterogeneidad, dinamismo y originalidad a la coreografía conjunta y dotando de personalidad propia, oportuna y adecuada a las mudanzas y pasajes individuales cuando comparten el entarimao.
Durante setenta minutos de reloj que se hicieron cortos, conformaron la apoteosis del baile en un espectáculo colmao de sintonía y complicidad, no ya entre los propios bailaores, que son también pareja sentimental y de algo tiene que servir, sino con el resto del excepcional elenco que los arropó, desde la extraordinaria percusión de Paquito Vega, pasando por el cante almibarado de Jesús Corbacho y las arremetías de Ismael de la Rosa El Bola o la guitarra magistral de Juan Campallo.
«El trebujenero Juan Tomás de la Molía y la nerjeña Águeda Saavedra están llamados a ser la pareja de baile del siglo. No hay en este momento en el flamenco un dúo que pise los escenarios con la flamencura y la calidad que rebosan estos enjundiosos bailaores tocados por la varita del duende»

Pocos percusionistas de acompañamiento se me ocurren que sepan adobar el compás en su justa medida, sin molestar ni sobresalir por encima del cuadro, regalando la base idónea que requieren los demás músicos. Ahí está Paquito Vega. Nadie como Jesús para rizar los aires de Marchena, los pregones o entretejer los ecos de Pepe Pinto colándolos donde quiere. El Bola es probablemente el cantaor más creativo y original de su generación, con sabiduría y gusto exquisitos. Y Campallo es sin duda alguna el que mejor acompaña al baile, porque derrama entre las cuerdas de su guitarra la musicalidad de un puñao de orquestas jondas preñás de sensibilidad. Como Juan Tomás no hay otro, aficionao empedernío, con técnica, elegancia, age… zalamero como él solo. Y vacilón. Se contonea a su antojo, pone la cara justa y posee una envidiable precisión en los pies. Lo tiene todo, le cae bien cualquier paso, los que se inventa y los que manga, hilados con la sapiencia de la espontánea naturalidad. Se prueba y siempre acierta. Acaricia, divierte y araña. Águeda es racial, singular, de otro tiempo. Solo por verle el gesto bien vale pagar la entrada. Se viste de lujo, mueve las caderas y el torso a voluntad del sentimiento. Su braceo es de ensueño. No piensa, danza. Es la bailaora que mejor conjuga el empaque flamenco con la elegancia y la sensualidad. Por eso os digo e insisto, creo que sin exageraciones, que son de lo bueno lo mejor.
Abrió discreta la percusión. Salió Águeda con bata y trajo la seriedad del taranto, compartiéndolo con Juan Tomás. Puro, sin transición a los tangos. Se rifaron las letras entre las gargantas de los cantaores y Campallo principió con sus campallerías flirteando con el compás y las falsetas. ¡Qué manera de introducir la soleá con la guitarra! Como un trilero que esconde los tiempos y deja pistas resonando en el aire, descubriendo el esqueleto esencial del palo. Águeda la bailó salpicá de lunares blancos sobre negro, con chaquetilla torera y al calor de los metales trianeros que alternaron El Bola y Corbacho, que también se acordó de Pedro Peña condoleciéndose. Se mascaba la tensión en las parás de Saavedra, que si bien sabe pasearse, mejor luce en los silencios, crujiendo de contención. La escobilla remató y resolvió dolorosa, Corbacho endiñó un fandango del Pinto, Águeda toreó y El Bola embistió por Paquirrí. Luego coronaron con la bulería romanceá que arribó a Lebrija. Campallo calmó la paz con la bajañí en un solo sobrao de delicadeza y emotividad, un toque libre con trémolos pulcros, pulsación estremecedora y una composición que solo puede brotar de los abismos de un alma noble que escarba en las ducas para dejarse llevar. Por su mare, que hace un año que partió. Las alegrías de Juan Tomás fueron para enmarcarlas y llevarlas en la talega de los repelucos gordos de la memoria de la afición. Espurreás de espuma y de sal, gustoso, risueño, con gracia, en su tiempo… Bailó pa reventá y las despidió de rodillas sin que desentonara el chiste. Se le permite lo que le dé la gana. Y entra sin permiso hasta el tuétano, haciendo cosquillas en las telillas del corazón. Seduce con la cara, con las palmaditas en el cuerpo, los virajes, los hombros, la chaqueta, los ojos, los pies, la cintura, los meneos de culo, las manos y el son. La cosa terminó redondeando el repertorio por tangos, preludiados por unos cuantos pregones de Corbacho, de nuevo algunos tributos a Marchena y otras cuantas filigranas del tragaero de El Bola, enfrentados a ambos lados del proscenio, cada uno detrás de una silla que luego ocuparon los bailaores. Y esto fue el acabose. Con los vientos de Triana y Málaga –los llamados cantes de El Piyayo–, y también La Catalina de Vallejo se fundieron en los tangos del sensualismo pícaro que adelantan por goleada al perreo y la vulgar obscenidad del reguetón.
La ovación fue larga y apasionada. Los corrillos del público al salir eran un reguero de piropos bien merecidos y sonrisas de placer. Que atiendan los ojeadores y los que programan. Interpersonal tiene que repetirse por los maderos de medio mundo por generosidad flamenca y por necesidad de gozo. Es un apoteósico espectáculo de baile porque ellos son de lo bueno lo mejor.
Ficha artística
Águeda Saavedra y Juan Tomás de la Molía
Jueves Flamencos de la Fundación Cajasol
Teatro Cajasol, Sevilla
27 de mayo de 2025
Baile: Águeda Saavedra y Juan Tomás de la Molía
Cante: Jesús Corbacho e Ismael de la Rosa El Bola
Guitarra: Juan Campallo
Percusión: Paco Vega

