Ayer 8 de enero falleció con 82 años el maestro del baile Eduardo Serrano, para el Arte El Güito. Madrileño del Rastro nacido en 1942, obtuvo su nombre artístico por su tez oscura y pequeño tamaño, como un güito. Dejo una huella imborrable de su maestría en las miles de horas de docencia en la mítica escuela madrileña de la calle Amor De Dios, hoy en los altos del Mercado de Antón Martín, regentada por su íntimo amigo y compañero de muchos años Joaquín Sanjuán.
Comenzó a dar sus primeros pasos en el baile en la academia madrileña de Antonio Marín, donde también se formó otra grande desaparecida hace unos días, La Chunga. Pero su carrera despegó cuando entró a formar parte del Ballet de la gran maestra Pilar López con ¡catorce años!, junto a Mario Maya, Antonio Gades y Farruco (ahí es nada). Eduardo siempre consideró a la hermana de La Argentinita como su maestra, la que según él le enseñó todo con lo que logró convertirse en un grande del baile flamenco. Con ella obtuvo en 1959 el galardón al mejor bailarín de la temporada en el Teatro de las Naciones de París.
Madrileño de pura cepa, tuve la dicha de conocerlo y charlar con él en diversas ocasiones, siempre en la barra de Casa Patas. Pero queda para siempre en mi memoria el día que, siendo yo jurado del Concurso de Córdoba, almorzamos Mario Maya, Eduardo, José Manuel Gamboa y servidor en el Restaurante El Blasón de Córdoba (El Sablón, según Javier Latorre), donde pude disfrutar emocionado de una larga sobremesa, en la que los dos maestros se contaban anécdotas en el ballet de Doña Pilar, como ellos se referían a su maestra (ella se refería a ellos como “mis niños”). Güito presumía de llegar al teatro cinco minutos antes de la función mientras Mario necesitaba calentar durante una hora y media, a lo que el maestro cordobés le contestaba con sorna: “Anda, Güito, que llevas treinta años con la misma soleá”. A lo que Eduardo le contestó: “Algún paso le he cambiado”. Jajaja. Aún me parto cada vez que me acuerdo de aquel inolvidable momento.
Entre 1971 y 1975 formó el Trío Madrid junto a Mario Maya y Carmen Mora. Ahí queda para la historia esa bulería por soleá que bailan Mario y él pegados el uno al otro. Gades lo incorporó al elenco del Ballet Nacional cuando lo creó en 1978, de ahí que Güito aparezca en la película de Saura Bodas de Sangre.
Su coreografía más emblemática y que ha quedado para la historia no es otra que su personalísimo baile por soleá con música de Emilio de Diego, el guitarrista de más de veinte años junto a Antonio Gades. La lentitud con la que lleva el aire ha marcado para siempre una forma de medir que algunos llaman incluso “soleá de Madrid”.
La ilustración de este breve obituario consiste en unos bocetos dibujados por el polifacético artista francés Jean Cocteau cuando Eduardo formaba parte de la compañía de Manolo Caracol en Málaga, y que se han conservado gracias a que la madre de Güito los puso a buen recaudo.
El baile flamenco de hombre pierde a una de sus figuras más señeras, con él se cierra una etapa gloriosa del baile, irrepetible. Gracias a Gamboa hoy podemos disfrutar de la lectura de su vida, que plasmó magistralmente en el libro El Güito ¡La cabeza del flamenco! Hechos y hechuras del maestro. Descanse en paz este verdadero grande del baile flamenco de todos los tiempos.
con Güito se va el último bailaor elegante, reposado, de la estirpe como por ejemplo de Vicente Escudero, Mario y Manolete Maya, Gades…….y no como esos que proliferan que parece que se han electrocutado…..me siento agradecida de haber disfrutado al maestro.
Recientemente adquirí su biografía escrita por Gamboa.
DEP