El flamenco no entiende de cuerpos ni de maderas. Cuando el duende atraviesa es un filo que acuchilla. Se cuela en las carnes de quien se le antoja, entre el ciprés de una guitarra o en las costillas de un piano. A veces discrimina. Le gusta el color moreno. Me da la gana decirlo. Porque convive entre los gitanos como primo. Los del corazón tiznao tienen esa cosita. Y en el sur del sur lo saben. Subieron un piano jondo a los maderos del Teatro Juan Luis Galiardo para seguir endiñando zamarreones en la V Bienal de Arte Flamenco Canela de San Roque. De Jerez llamaron a La Reina Gitana. Y a Diego Amador de Las Tres Mil, de Sevilla. Gitanería hasta en la presentación. A la docta palabra, Carlos Vargas. La noche estaba servida.
La Reina Gitana
Rosario perfumó de colores las teclas. Se hizo la fiesta. Porque ella es verdad y algarabía, un rito de celebración, un guiño de age a la vida. Despeinó el silencio caracoleando con sus dedos La Salvaora y A tu vera, cuplés por bulerías. Acalló la Muchedumbre con Mis duquelas, una malagueña sensible y fina. Por todos esos hombres que se entregan y lo dan todo tocó Chacho Perico engarzao en la rumba catalana. Y por las mujeres que paren Dulce melodía, a burbujitas de alegrías con tangos. Bulerías cortitas de Jerez pa rematá y la sorpresa: el cante de David Carpio a las tablas, que paseó cada tercio por los rincones de su boca masticando las letras. Un fandango para Canela, torniscones por seguiriya que abrochó con la dolorosa mía de Paco la Luz volviéndose a la soleá de La Andonda y El Machango para acabar con fandangos de El Gloria, otros por Huelva del coro y uno al aire echando las asaúras.
Rosario jugó a quitar los nudos que la atan al clásico y al flamenco, haciéndole cosquillas con suavidad a las blancas y negras, liberándose de los conocimientos académicos para hacer del piano una extensión de sí misma, con espontaneidad y soltura. Su bandera es el ritmo y la melodía, dibujando un piano que baila, fresco y alegre. Solemne en lo serio, de pulsación justa, elegante en las mecidas.
En su espectáculo Sensaciones cada nota tuvo un color, como la bata de cola de Concha Carretero que lució esta gitana sencilla. Y se acompañó de Rafael Fernández a la percusión, Delia Peña a la flauta, Rubén Martínez a la guitarra, Sandra Zarzana e Isa Fernández a los coros, y Javi Peña a las palmas.
«Lo de este gitano es un despropósito. Una barbariá. No piensa, toca. No toca, vive. No vive, siente. Lo abrasa la calentura desde los pies y lo empuja al piano. Está abocado a la genialidad, tocado por la varita. Es uno de los elegidos. Tiene el don. O los dones. El talento, el arranque, el calambre, el secreto, la solución, la magia, la savia, la locura…»
Diego Amador
Lo de este gitano es un despropósito. Una barbariá. No piensa, toca. No toca, vive. No vive, siente. Lo abrasa la calentura desde los pies y lo empuja al piano. Está abocado a la genialidad, tocado por la varita. Es uno de los elegidos. Tiene el don. O los dones. El talento, el arranque, el calambre, el secreto, la solución, la magia, la savia, la locura… Derrama pellizquitos jondos por las yemas de sus deítos morenos y los desparrama por los marfiles rebautizando de Amador el instrumento. Se adueña del compás, lo marca con los nudillos en el filo del piano y lo loopea para amarrarse al soniquete que le da la sangre y el barrio. De ahí no se escapa, aunque sale y entra como le da la gana concediéndole el visado al blues, al jazz, al clásico o al tango argentino. Todo preñado de una sensibilidad extraordinaria colmada de embestidas y recortes aprendidos por imposición de gracia divina.
Tiene los veinte reales del duro y lo cambia por una miajita de Camarón. No puede remediarlo. Y su actuación es un tributo constante al maestro y a Paco de Lucía. ¡Como canta Diego! ¡Qué flamencura! Y aunque se postra a la garganta del de La Isla no lo remeda. Lo lleva dentro, tatuado en el tuétano. Por eso suena a él, pero en su voz tapada por ecos oscuros, con quejíos muy negros que traspasan el alma.
Pisó el proscenio cantando por tonás antes de sentarse al piano. La acabó con aires seguiriyeros con el macho de El Nitri camino de Bollullos, augurando las Campanas del alba y A la Iglesia mayor fui camaroneras. Se deshizo en delicias por tangos en la anarquía de la originalidad, como después salpicó gotas de sal por alegrías «a su manera». Pero antes tronó Como el agua y luego se fue a Levante esconchando las paredes de la mina donde tenía un hermano que maljerío cayó y endosó tres puñalás por cartagenera cuando se le partió la barrena emboquillando un barreno. Algunas piezas más al piano sonaron a gloria, bordó un cartucho de fandangos bien tiraos —con dedicatoria a Caracol, Marchena y Porrina—, tejió una penita mu grande por soleá y echó el cerrojo por bulerías metiéndole mano al piano. Lo baqueteó en sus cuerdas, alternó acordes en las teclas con jirones de jondura rebuscándole las tripas. Se sentaba y se erguía evidenciando la eclosión de un músico que goza y trasmina las vereas insondables para el resto de los mortales. Y no pudimos sino rendirnos ante su majestuosidad con una ovación tremenda que rebosó San Roque por las esquinas.
Ficha artística
La Reina Gitana y Diego Amador
V Bienal de Arte Flamenco Canela de San Roque
11 de octubre de 2024
Teatro Juan Luis Galiardo, San Roque, Cádiz
Piano: La Reina Gitana
Percusión: Rafael Fernández
Flauta: Delia Peña
Guitarra: Rubén Martínez
Coros: Sandra Zarzana e Isa Fernández
Palmas: Javi Peña
Piano y cante: Diego Amador
El concierto ha sido maravilloso, congruente con su discurso y tan auténtico como quisiéramos que fuera el Flamenco que nos muestran a los aficionados. Larga vida a Diego Amador y que entregue todo lo que tiene para tocarnos el alma.