Eduardo Serrano Iglesias ha fallecido a los 82 años. El bailaor, más conocido como El Güito, es una leyenda del arte jondo, con una carrera de siete décadas a sus espaldas tras comenzar a bailar con solo 14 años en la Compañía de Pilar López. Con él se le dice adiós a uno de los últimos grandes maestros del baile flamenco que quedaban tras el fallecimiento de Antonio Gades y Mario Maya.
En el barrio de El Rastro, uno de los más flamencos de todo Madrid, nació Eduardo Serrano Iglesias. Su hermana Encarna –rubita de ojos azules– se sorprendió al verlo y dijo «¡qué negüito es, mamá!», en referencia a la tonalidad morena de su piel. Sin saberlo, Encarna le había puesto el sobrenombre a uno de los bailaores más legendarios del flamenco.
Su madre, lotera de profesión, dejaba al niño con las vecinas cuando iba a vender boletos. Estas lo sacaban por las corralas a bailar en cada fiesta. Además, Güito también acompañaba a veces a su madre y se subía al mostrador de las tabernas que visitaban para bailar.
«En la plaza General Vara del Rey me llevó mi madre, como siempre, a la Quica. Yo tenía muy poca edad. Pero a los dos años me pasé a Antonio Marín. Yo entre allí con once años y a los doce estaba bailando por soleá, y desde entonces nunca la he dejado de bailar, porque es donde yo mejor me siento, donde estoy más a gusto, donde puedes bailar despacito…», explicó el bailaor en una entrevista con Zoco Flamenco.
Güito, con su madre, iba de forma asidua a la taberna La Concha, donde había espacios reservados para que actuasen los artistas. A escondidas, el pequeño Eduardo vio bailar por primera vez a Antonio Farruco y fue toda una revelación.
«Desde Expoflamenco nos sumamos al pesar por su fallecimiento y le decimos adiós a un maestro, coreógrafo y genio por Soleá, una creación que ya quedará para siempre en la historia del baile flamenco»
«Yo empecé a bailar con cuatro años. Como tenía ese ímpetu, mi madre me llevó a un concurso infantil, un programa de la radio que llamaban La Onda Mágica. Salí en varias películas, una con Marujita Díaz, otra con Carmen Sevilla, con Antonio Molina… No tenía ningún control, el baile te sale o no te sale. Fíjate: de mis hijos no baila ninguno. En cambio, tengo un nieto que con quince meses le dices ‘baila como el abuelo’, y no veas cómo se menea. Ya con once años entré con Antonio Marín, aprendí muchísimo de él», narró el propio Güito en una entrevista publicada en verano de 2024 por El Mundo.
En 1971 fue miembro del legendario Trío Madrid junto a Carmen Mora y Mario Maya, un trío que continuaría hasta 1975. Luego emprendió una carrera en ascenso con giras como artista invitado con el Ballet Nacional de España, la compañía de Manuela Vargas y el Ballet Español de Madrid.
«Tiene presencia escénica, tiene seriedad, tiene elegancia. Es uno de los bailaores –pocos, muy pocos– que hace un ejercicio permanente de sobriedad expresiva en su baile, despojado de todo lo accesorio, pero que sin embargo es rico en soluciones inéditas, luciendo un repertorio hermosísimo de pasos y actitudes que forman un todo coherente y armónico en el que no cabe nada que no sea verdadero, auténticamente jondo», escribió Ángel Álvarez Caballero, crítico flamenco, en El País allá por 1995.
«Me inspiraba en los cantaores, les dejaba su espacio, no los pisaba. Me gustaba mucho Chano Lobato, que para cantes de fiesta no tenía comparación. Y eso que no era gitano. Enrique Morente me encantaba, qué personalidad tenía. Tampoco era gitano. Es que el flamenco es de los gitanos, y el baile es de los gitanos. Han salido cuatro o cinco payos, pero esto es nuestro. Tenemos un sentimiento distinto. Como los negros con el blues. Es lo único que tenemos los gitanos. Y ya está, ¿no? Seguí dando clases hasta hace unos años, pero ya no puedo. Se ha acabado. Qué pena», concluía Güito en su entrevista para El Mundo.
Desde Expoflamenco nos sumamos al pesar por su fallecimiento y le decimos adiós a un maestro, coreógrafo y genio por Soleá, una creación que ya quedará para siempre en la historia del baile flamenco.