El mundo del flamenco está de luto por el fallecimiento de Manuel Márquez Barrera, conocido artísticamente como Márquez el Zapatero, ocurrido el domingo 9 de marzo en su localidad natal de Villanueva del Ariscal, Sevilla, a los 94 años. Márquez era considerado el último depositario de los cantes trianeros.
Nacido el 4 de agosto de 1930 en Villanueva del Ariscal, Márquez el Zapatero descubrió su pasión por el flamenco gracias a un vecino que poseía una gramola con discos de la Niña de los Peines, Manuel Vallejo y Tomás Pavón, entre otros. Esta temprana influencia lo llevó a participar en fiestas y bautizos locales, donde comenzó a forjar su estilo único.
Durante su servicio militar en Tablada, Sevilla, fue asignado como zapatero en el almacén del cuartel. Esta experiencia le permitió establecer posteriormente una zapatería en la calle Pureza de Triana, barrio que sería fundamental en su desarrollo artístico. Allí entabló amistad con figuras como el Niño Segundo, Manuel Oliver y, especialmente, El Sordillo de Triana, quien se convirtió en su principal fuente de inspiración.
«Aunque nunca se dedicó profesionalmente al cante, formó parte del disco ‘La Triana del Zurraque’ (1982) junto a El Arenero y El Teta, homenaje a los cantes del arrabal trianero. En 2001 cumplió su sueño de dejar un legado discográfico con ‘De Villanueva es’, con la guitarra de José Luis Postigo»
Aunque nunca se dedicó profesionalmente al cante, su profundo conocimiento y respeto por la tradición lo llevaron a participar en eventos destacados. En 1982 formó parte del disco La Triana del Zurraque junto a El Arenero y El Teta, una obra que rinde homenaje a los cantes del arrabal trianero. En 2001 cumplió su sueño de dejar un legado discográfico con De Villanueva es, acompañado a la guitarra por José Luis Postigo.
Su compromiso con la cultura local fue reconocido en múltiples ocasiones. En 2019, el Ayuntamiento de Villanueva del Ariscal lo incluyó en la Galería de los Ilustres, homenajeando su contribución al patrimonio intangible de la localidad. Dos años antes había sido nombrado hijo predilecto de la ciudad.
Márquez el Zapatero deja un recuerdo entrañable en la historia del flamenco, no solo por su maestría en la interpretación de la soleá y otros palos, sino también por su dedicación a preservar y transmitir la esencia de los cantes de Triana. Su legado perdurará en las generaciones venideras que encuentran en su figura un ejemplo de autenticidad y pasión por el arte flamenco.
Maestro, ¿es verdad eso que se dice que para cantar bien hay que pasar fatigas?
Nada de eso. Para cantar bien solo hacen falta tres cosas. La primera, tener mucha afición. Si no eres buen aficionado y te gusta el cante de verdad, mala cosa. La segunda, tener buenas facultades para el cante. Y la tercera, meterse en el flamenco de lleno. Si no te metes no sabrás, al cabo de los años, hasta dónde podrías haber llegado, si hice bien o hice mal aquello. Yo tengo grabados una serie de cantes, aquellos a los que les he tenido afición. Pero yo no he grabado nunca por serranas, ni por alegrías, ni por guajiras. Las nanas, sí. Las malagueñas, me dije yo tengo que aprender a cantar las malagueñas, por qué, porque me gustan, por afición.
[Entrevista a Márquez El Zapatero. Expoflamenco, enero 2018]