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Rafael Estévez: mi escuela han sido mis ojos y mis oídos - Archivo Expoflamenco
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Rafael Estévez: mi escuela han sido mis ojos y mis oídos

El onubense Rafael Estévez es una puerta y una ventana abierta a todos aquellos que queramos acercarnos y disfrutar el flamenco y su historia, y que no nos importe visionarlo desde las capacidades expresivas de finales del siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI.


Hoy hemos coincidido Rafael Estévez y un servidor. No ha sido un encuentro casual, lo habíamos hablado hace algún tiempo y al fin ha sido posible. Conversaciones por redes, otras por teléfono y algún encuentro personal donde nos dimos a conocer habían sido nuestros contactos. Ni que decir tiene que mi admiración por el artista es enorme y que se acrecienta hace tiempo, además de por su baile, también por sus continuas investigaciones que habitual y periódicamente divulga de manera pública.

 

Rafael Estévez Mora nació en Huelva en 1979. Desde muy temprana edad se recuerda bailando. Mi primera estampa de él me retrotrae a aquellos principios de la sede de Avenida de Andalucía de la Peña Flamenca de Huelva. Ninguno de los dos habíamos llegado, ni mucho menos, a la veintena de años. Para mí fue todo un descubrimiento. Su personalidad bailaora comenzaba a marcarse y para alguien como yo que empezaba a disfrutar –como espectador– de la disciplina del baile se convertía en un referente al margen de aquellos grandes artistas del momento. Su manera de mover los brazos, su zapateado, su expresión facial, su compás, del que es un verdadero maestro, todo ello llamó mi atención. Y desde entonces a hoy, no voy a negar que con alguna laguna donde se me perdió, siempre ha ocupado un lugar principal entre mis gustos.

 

Rafael es un gran bailaor y un excelente coreógrafo. Curtido en las mil y una batallas de aquellos flamencos que salieron muy jóvenes de su círculo de comodidad para empaparse de arte y formarse en el día a día de escuelas, tablaos y noches que te llenan de vivencias imprescindibles para el desarrollo de una carrera profesional.

 

Junto a su compañero Valeriano Paños, son un think tank –tanque de pensamiento– de cultura flamenca. Son un laboratorio de ideas e investigación y reflexión en torno a esta cultura que nos une. Sus colaboraciones con artistas de reconocido prestigio son continuas. Antonio Molina El Choro, Miguel Poveda, Rocío Molina, Olga Pericet, Lola Greco, Alfonso Losa, Ana Morales o Patricia Morales, entre muchos otros, son algunos botones de prueba. Además, Rafael Estévez es buen conversador, de altura y ameno. Con él se puede recorrer la historiografía del flamenco y sus mil y una noches. Desde 2019 ostenta el Premio Nacional de Danza en la modalidad de creación. Pero todo ello no sería posible sin una pasión e interés por las artes en general. Sólo hay que ser testigo de cualquiera de sus actuaciones, o entablar conversación con él para darte cuenta de que todo su trabajo tiene una base tan sumamente artística que no podría llevarse a cabo sin el reflejo de otras disciplinas o del continuo estudio de otros maestros del baile flamenco y/o de la danza en general. Cada coreografía, cada movimiento, cada desplante, tienen la base de una plástica digna de añejas postales y de un encuentro entre su pensamiento, su nivel de conocimiento y apuesta por la divulgación, y su propia mirada para traernos al momento actual esa simbiosis que mixtura el anteayer, el ayer y el hoy, lo clásico, a veces olvidado (por muchos golpes de pecho que nos demos algunos), y la visión actual. En el baile de Rafael y Nani podemos encontrar movimientos de la Macarrona o de Vaslav Nijinsky, de Alejandro Vega y el Titi de Triana o Pastora la del Pati o plasmar cuadros de Romero de Torres, mas también movimientos del siglo XXI sin que en ningún momento haya desarmonía. Su baile es como un particular anacronópete –así titula su blog de investigaciones– capaz de hacernos visitar la estética y maneras de otros tiempos en un preciso momento. Cada obra lleva detrás horas de estudio y viajes para un enriquecimiento personal cuyo producto es el resultado de lo que disfrutamos como aficionados.  

 

 

«Desde la zarabanda a la siguiriya, desde bailarle al cante en un tablao, a hacerlo en los mejores escenarios del mundo. Desde el riesgo de compartir escenario con cantaores noveles, que les aseguro dejarán huella con el paso del tiempo, a hacerlo con artistas consagrados. Rafael Estévez es todo eso»

 

 

Valeriano Paños y Rafael Estévez. Foto: Beatrix Mexi Molnar

 

 

Podríamos haber quedado para una entrevista convencional y, sin embargo, he preferido sentarme frente a él, y entablar una amena conversación que solo hemos podido cortar por la hora. Si nos coge en otro momento, nos dan las claras del día, seguro, y hubiéramos terminando cantando aquel fandango: En el alba me metí / en el alba a beber vino / y del alba no salí / hasta que el alba no vino / del alba me fui a dormir. Hablamos de su paso por el Ballet Flamenco de Andalucía entre 2016 y 2018, junto a Valeriano Paños. Una tarea de éxito, llena de rosas aunque con alguna espina en su final. Con él llevaron a cabo …Aquel Silverio y FlamencoLorquiano. Durante los dos años de codirección, el onubense imprimió un sello muy personal a la compañía, dotándola de una plasticidad y de un componente intelectual de alto nivel difícilmente igualable. Me comentaba Rafael que desde el primer día se impusieron un estricto horario de trabajo y que después de cada función Valeriano y él revisaban todo aquello susceptible de mejora, emplazando los arreglos correspondientes al día siguiente horas antes de comenzar la sesión diaria. De esa manera fue posible llevar a la máxima altura artística los citados trabajos. Hablamos también de nuestros gustos en el baile, cante y guitarra, donde no somos muy distantes. El artista con afición, como le ocurre a él, trasmina flamenco por los cuatro costados y no solo puede darte una lección magistral en tres palabras, sino que esa lección te sirve para cambiar tu visión o tus maneras. Te produce el cambio sin el cual no hay aprendizaje.

 

Rafael, no te voy a poner en un aprieto, no me digas uno actual, pero dime un cantaor al que te hubiera gustado bailarle. Y sin pensarlo, a bocajarro: ¡¡Caracol!! No tengo dudas. La expresión de su cara me lo dijo todo. El bailaor onubense tiene predilección por Manuel. Su cante es puro embrujo, y sé que sería el complemento perfecto a esa manera de expresarse. En mi cabeza se vislumbran escenas de lo que podría haber sido esa simbiosis. ¡¡Qué locura!! Pero claro, lo difícil es buscar con afilada sabiduría e intuición entre los artistas de hoy. Como diríamos por estas tierras, entre lo que hay o entre la cera que arde. Y ahí me van a permitir que vuelva admirar al menor de la familia Estévez, y a ese contrapunto perfecto que es Valeriano Paños. Porque cuando uno asiste a un espectáculo de Estévez y Paños o se les disfruta por separado, observamos a artistas que hoy tienen cierto renombre, pero que en los primeros momentos en la compañía no eran especialmente conocidos. Me refiero, por ejemplo, a Israel Fernández, Sandra Carrasco, o cuando para llevar a escena FlamencoLorquiano se atrevió con una aún no veinteañera María Terremoto. Y esto son solo botones de prueba, como puede ser su apuesta por el veterano cantaor Rafael Jiménez El Falo con el que protagoniza, entre otros, El Pregón del Mercado, en homenaje a otro grande por el que ambos sentimos predilección, Manuel Vallejo. Bailaor y cantaor, sentados, uno frente a otro, y yo diría que las tablas del “soberao” por testigo. A esto hay que unir el amplio abanico de bailaoras y bailaores que comenzaron a despuntar hace algún tiempo bajo su batuta y/o dirección.

 

Llevábamos un buen rato conversando. Rafael me había mostrado su admiración por artistas de distintas escuelas y condición como Milagros Mengíbar, Luisa Torran, Carmen Amaya, Antonio Ruiz Soler El Bailarín, y le pregunté dónde, cómo y con quién se había formado como bailaor y artista. «Soy discípulo de Carlos Robles, Manolo Marín o Merche Esmeralda, pero hago mía la frase de mi admiradísimo César Martínez Victoriano “Raúl”: Mi escuela ha sido mis ojos y mis oídos». Claro está que un artista de esta dimensión tiene que beber de diferentes fuentes, pero su curiosidad por conocer, entender y valorar el trabajo de maestros de los que ha recibido y compartido enseñanza es lo que, unido a su búsqueda constante en la labor de investigación, hasta el punto de llevarlo en ocasiones a otras geografías, es lo que hace que nos encontremos ante un artista único y de una personalidad desorbitante. Rafael Estévez es la suma del amor al cante flamenco y al baile como la plástica de esa primera expresión y de esa mirada y oído constante de manera crítica y en continua evolución. Rafael Estévez es una puerta y una ventana abierta a todos aquellos que queramos acercarnos y disfrutar el flamenco y su historia, y que no nos importe visionarlo desde las capacidades expresivas de finales del siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI. Desde la zarabanda a la siguiriya, desde bailarle al cante en un tablao, a hacerlo en los mejores escenarios del mundo. Desde el riesgo de compartir escenario con cantaores noveles, que les aseguro dejarán huella con el paso del tiempo, a hacerlo con artistas consagrados. Rafael Estévez es todo eso, es también el niño que conocí a principio de los noventa del siglo XX y que ha evolucionado al Premio Nacional de Danza que es hoy. Y aunque él me diga que no se considera el bailaor de Huelva, mientras que nadie me demuestre lo contrario –y lo veo difícil– yo así lo considero, por trayectoria y valor artístico.

 

 

El bailarín y coreógrafo Rafael Estévez. Foto: Beatrix Mexi Molnar

 

 


Huelva, 1974. Nací al Flamenco en una mesa de cabales de la Peña Flamenca de Huelva. Desde entonces, este Arte es mi oxígeno. Cuando me expreso, lo hago desde el corazón y mirando al paisanaje, como si cantara por Huelva.

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