Alosno y la provincia de Huelva despiden a Santiago Osorno
Durante décadas, don Santiago Osorno ha sido el cronista de Alosno y sus costumbres. La voz de una comarca, el Andévalo, a veces echada en olvido y siempre recuperada para hacerse grande en sus tradiciones. Descanse en la gloria del Alosno bendito.
Señores, yo soy de un pueblo / donde el fandango ha nacío / Donde se bebe aguardiente / donde mi cuerpo ha crecío / ¡Viva el Alosno y sus gentes!
Pues sí, Santiago Osorno Orta fue todo eso que describe su propio fandango. Ser de pueblo y llevarlo a gala. Tener la suerte de que el pueblo que le acunó y donde creció sea la cuna del fandango y, además, ser profeta entre sus gentes.
Durante décadas, Santiago Osorno ha sido el cronista de Alosno y sus costumbres. La voz de una comarca, el Andévalo, a veces echada en olvido y siempre recuperada para hacerse grande en sus tradiciones.
Alosno y Santiago son indisolubles. No podemos entender a uno sin el otro. A la colectividad social y popular, sin la particular mirada de quien hoy se nos ha marchado al eterno cuarto de cabales. Durante años ha sido la memoria viva de una villa y de un entorno, una mente brillante con una capacidad de dicción capaz de traernos no solo sus vivencias, sino también las de otros flamencos y amigos.
«Don Santiago Osorno Orta fue afable y rumboso, y al mismo tiempo un tanque de culta sabiduría. Sí me veo en la obligación de solicitar de aquellos que se nutrieron de su saber y buen hacer por el flamenco y el fandango, en particular, que no lo dejen caer en olvido»
Conocí a Santiago a finales de los años ochenta, en la Peña Flamenca de Huelva, donde su continuada presencia en los viernes flamencos era una figura constante. Su apariencia intelectual se mezclaba con esa manera de entender el flamenco y sus formas. Nunca hizo desagrados a una buena conversación y a un buen rato de cante, donde su don de palabra ponía puntos sobre íes y su esmerada cultura en nada chocaba, sino que engrandecía, el lugar donde nos encontrábamos. Porque Santiago fue grande. Fue grande como persona, como flamenco y como amigo de sus amigos. A nadie escuché nunca ni el más mínimo atisbo de desaire hacia él.
Durante el mes de julio acudí a la cita del Concurso de Fandangos de Alosno, del que él fue promotor indiscutible, entre algunas razones para perpetuar la figura de su admirado amigo Paco Toronjo. Sentado en primera fila estaba Santiago. Su estado de salud no era el más óptimo, pero sus ganas podían más. Pasé a su lado, y aunque hacía tiempo que no nos veíamos fue él quien me llamó la atención y estrechó mi mano con la suya. Ojalá me haya transmitido un poquito de su sabiduría.
Quizás no sea yo la persona adecuada para ello, mas mucho y bueno se podría escribir de Don Santiago Osorno. Sí, Don. Con toda la gravedad y fuerza del título, de esos títulos que se ganan por méritos propios y que se reconocen como algo normal y sin vanidad alguna. Santiago fue afable y rumboso, y al mismo tiempo un tanque de culta sabiduría. Sí me veo en la obligación de solicitar de aquellos que se nutrieron de su saber y buen hacer por el flamenco y el fandango, en particular, que no lo dejen caer en olvido. Que al igual que su pueblo lo inmortalizó como cronista oficial y con la rotulación de una plaza, todos en nuestra medida lo inmortalicemos en nuestros sentimientos y para esta humanidad que es el Arte Flamenco. Y aunque hoy nos levantemos rotos por el dolor de perder a un amigo, diré lo que el poeta tharsileño Ramón Llanes Domínguez escribió para él: Tú estancia es un Pregón, no es una llave, y la muerte no es más que otro silencio.
Descansa en paz, en la gloria del Alosno Bendito, amigo Santiago. Don Santiago Osorno.
Foto de Santiago Osorno: Ramón Llanes Rodríguez