La tierra te duele, la tierra te da… Huelva Territorio Flamenco
¡¡Viva San Juan Bautista!!». Con este grito emocionado e inesperado bajaban los danzaores del escenario del Hotel Triana después de abrir el espectáculo Huelva, la Luz del Flamenco, enmarcado en las actividades de la XXII Bienal de Arte Flamenco de Sevilla.
«¡¡Viva San Juan Bautista!! ¡¡Viva San Juan Bautista!! ¡¡Viva San Juan Bautista!!». Con este grito emocionado e inesperado bajaban los danzaores del escenario del Hotel Triana después de abrir el espectáculo Huelva, la Luz del Flamenco, enmarcado en las actividades de la XXII Bienal de Arte Flamenco de Sevilla. La raíz antropológica de la cultura de la provincia de Huelva, en esa ínsula de costumbres y cultura singular y autóctona que es el municipio de Alosno, nos ponía en la antesala del cante, que, como territorio, venía a ofrecernos el elenco artístico encabezado por el guitarrista Manolo de la Luz.
Podría desgranar el espectáculo paso a paso. Quise fotografiar en mi mente cada instante y casi que lo conseguí. Pero no se trata de eso. No vengo a hacer una crítica, ni a dar mi opinión sobre lo acontecido. Para ello ya ha corrido suficiente tinta en esto días. Tan sólo quiero haceros partícipes de lo que puede llegar a sentir un aficionado a poco más de cien kilómetros de su tierra envuelto en esos cantes que lleva mamados, quizás, desde antes de nacer.
En el Hotel Triana y lejos del provincianismo del que siempre huyo, porque nunca me creí el ombligo del mundo, percibí que algo pasaría. Ese combo de artistas de mi tierra que son Manuel de la Luz, Jeromo Segura, Jesús Corbacho, Álvaro Mora, Olivia Molina, Macarena de la Torre, María Canea, Sandra Carrasco y Lito Mánez, me estaban llamando al presentimiento de buenas vibraciones. Estaban llamando a llenar de raíz y claridad el escenario sevillano. Más de una vez se me vino a la mente la letra, nada flamenca, que cantaba Gloria Estefan. Sí, esa de La tierra te duele, la tierra te da en medio del alma cuando tú no estás. Y como si hiciera años que faltara de Huelva, los ojos se me cristalizaron al escuchar las voces y la melodía de la tierra que me vio nacer. Cerré los puños en cada tercio de fandangos, vi a Su Majestad Paco Toronjo en la personalidad de Jeromo Segura e incluso me acordé de grandísimos aficionados a los que disfruté en mi construcción como ser flamenco, en las letras y formas que interpretaron Olivia, Macarena, Sandra y Jesús.
En el baile por fandangos de María Canea nos paramos todos. Fueron poco más de cuatro minutos. El cante de Huelva se convirtió en la playa de Cuesta Maneli donde, entre meandros, claridad, salinidad, bajamares y pleamares, el tiempo transcurre y sin embargo parece varado. Donde una playa muestra su sensualidad y su grandeza con tan sólo mirarla y admirarla. María, en sí, es el dibujo del fandango. Es, lo que el grupo dirigido por el guitarrista Manuel de la Luz quiere expresar con el toque y la voz.
A veces, basta con sentir. ¿Se puede mejorar? Por supuesto. No es que se pueda, es que se debe. Nada es perfecto. Siquiera la percepción, que en mi caso a buen seguro iba predispuesta, puede llevarnos a engaño. Pero hay sensaciones que para nada son falsas y con eso me quedo. Con la sensación de luz que me transmitieron en los fandangos. En “encontrar la llave perdida del arca nueva” o en saber, esta vez a ciencia cierta, en la herencia que me dejaron cuando ¨desde antes de nacer un fandango yo escuchaba…”.