Festeros, y el baile flamenco que no vino de París
Si en la primera mitad del siglo XX el fandango era la pieza central del repertorio flamenco, no se puede negar que desde los ochenta las bulerías, con todas su variantes, han llegado a ser el foco de las reuniones informales del flamenco.
Imagen superior: Javier Heredia. Fotos: Estela Zatania
Algo tienen las bulerías que hacen que los intérpretes del flamenco, profesionales o no, cantaores, guitarristas y también bailaores serios no resisten el impulso de ponerse a bailar cuando suenan. No lo sé fijo, pero creo que esto es relativamente poco visto en otros géneros. Plácido Domingo fue suficientemente flexible para cantar música popular con John Denver, pero ¿alguna vez bailó? ¿Remata Julio Iglesias sus conciertos con baile improvisado? Y ya que estamos, ¿tiene Rosalía una pataíta (bailecito por bulerías)?
Si en la primera mitad del siglo XX el fandango era la pieza central del repertorio flamenco, no se puede negar que desde los ochenta las bulerías, con todas su variantes, han llegado a ser el foco de las reuniones informales del flamenco. La rumba catalana gozó de un reinado relativamente breve antes de que la bulería asumiera el poder, y ahora por fiesta significa precisamente eso, un momento de improvisación cuando cualquiera puede mostrar su creatividad dentro de los confines liberadores del compás que nos lleva, inspira y deleita a todos.
Sé lo que estáis pensando: vive en Jerez, es lógico que piense así. Pero mucho antes de instalarme en esta autodefinida meca, el relajado compás al estilo sevillano de Lebrija, Utrera y Morón estaba tocando mis botones mentales.
El Festival de Jerez acaba de clausurar su vigésimo tercera edición. Hemos visto a artistas magníficos y espectáculos de primera categoría. Pero no dejo de añorar el tipo de flamenco espontáneo y desenvuelto que me sedujo hace tantísimos años. Especialmente el baile pícaro que suele surgir en momentos de bulerías.
El bailaor/cantaor festero Anzonini del Puerto me dijo en una ocasión que el que mejor baila por bulerías es el que menos se mueve. Hace cincuenta años no estaba segura de comprenderlo, pero ahora sé que describía el baile sutil y elegante que es el resultado de un compás perfectamente internalizado y un paladar fino. Los veteranos recordarán sus falsas piruetas bailadas con un solo dedo que dibujaba circulitos en el aire.
Paco Valdepeñas fue otro de los grandes, con su chaqueta tirada de un lado del hombro, y toda la ironía de que era capaz. Miguel Funi de Lebrija es probablemente el más famoso festero, con su pañuelo blanco y estilo minimalista. Otro veterano querido es el fascinante Antonio el Marsellés, con su relajada gracia flamenca. Sorprendentemente, el cantaor morisco Diego Clavel, normalmente tan serio y formal, tiene un estilo delicioso de bailar por fiesta, recordando el folclórico jolgórico estilo de muñeca de trapo de la gente del campo que nunca esperarías de él. El joven Javier Heredia reproduce de forma brillante el estilo festero de la generación de su padre.
Morón de la Frontera nos ha dado al gran Andorrano y a su sobrino, Pepe Torres, además de Manolito Flores con su estilo tranquilo que dice haber aprendido de su familia. De Utrera era el tremendo Enrique Montoya, y el actual Luis Marquesito entre otros.
Grandes cantaores y guitarristas han sido bailaores festeros, o incluso empezaron como bailaores, notablemente, Terremoto de Jerez, Juan Habichuela o José Mercé, además del originalísimo e incurablemente flamenco Tomasito. Yendo hacia atrás sólo un poquito, tenemos al mítico cantaor Juan Mojama que también trabajó en baile: se dice que Antonio Mairena reproducía su estilo. Y no vayamos a obviar al querido José Vargas ‘El Mono’, que elevó el arte del festero a las alturas, o José Jiménez ‘Bobote’, que dice más con un solo movimiento de cadera que muchos de los artistas a los que hace compás.
Tantos y tantos, y tan poco reconocidos… Otros jerezanos, El Zorri, El Gran Roqui y Juanenri, y el querido Bo, además de nuestro Juan Garrido aquí en Expoflamenco con sus pasos tradicionales. Y no vayamos a olvidar a los hermanos Pañero de Algeciras, Perico y José.
La pantomima siempre ha sido un elemento importante en estas pataítas. Se representa coger fruta y meterla en un cesto imaginario, santiguarse como si rezara –Carmen Amaya puso el punto cómico a esto al cruzarse los ojos mientras lo hacía–, mecer a un bebé, botar una pelota imaginaria –especialidad del Zorri, también ejecutada por el desaparecido Manolo Soler–, saltar a la comba, tirar de la camisa en la nuca como si fuera expulsado de algún lugar, desempolvar los zapatos o aguantar empujones en un autobús lleno que fue la famosa rutina de La Coreana de Málaga que posteriormente fue desarrollada por Fina Ortega.
Entre guitarristas que son bailaores festeros de primera, hay Rafael Rodríguez El Cabeza, Paco del Gastor o Diego Carrasco, entre otros. Algunos cantaores de cuyo baile he disfrutado son el Capullo de Jerez, Pepe León El Ecijano, David Palomar, José Valencia y, cómo no, el divertido Cancanilla de Marbella.