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Rycardo Moreno: «Soy de los pocos flamencos que hacen música del siglo XXI»

El guitarrista lebrijano presenta su tercer álbum, 'Miesencia'. «Este disco lo planteo con música electrónica y flamenco. Y es flamenco, que nadie lo dude», dice.


Rycardo Moreno (Lebrija, Sevilla, 1981) es guitarrista, compositor, productor y arreglista. Apadrinado por Gerardo Nuñez, sus discos Varekai (2015) y Agaleano (2017) le situaron en la vanguardia de la guitarra flamenca más arriesgada. Ha colaborado con Jorge Pardo, Arcángel –en su disco Al este del cante, Grammy Latino– y El Lebrijano, entre otros. Su tercer álbum, Miesencia (2020, Karonte), que ya ha presentado en el Festival Suma Flamenca de Madrid, reúne soleares, bulerías, tangos y guajiras con ese innovador sello marca de la casa.

Charlamos con Rycardo Moreno en las instalaciones de Radio Sevilla. Accede a fotografiarse frente al piano que ilustraba las célebres Tertulias Flamencas que presentaba Rafael Belmonte en esta casa. «La pureza es el instante. Está en el corazón, no en el intelecto. La pureza es la excelencia de la verdad. No hay verdad más grande que la pureza», afirma.

 

– De entrada, qué bonita la presentación del álbum: cedé, deuvedé, libreto con letras y fotos… Qué lujo, en tiempos de músicas de saldos.
– Eso es cosa de la discográfica Karonte. Una idea de José Antonio Fernández Lecabesson, arquitecto melillense. ¿Mastodontes las multinacionales Sony o Universal? ¡Mastodonte Karonte! Fíjate los artistas de su catálogo –Javier Ruibal, Chano Domínguez, Perico Sanbeat, Jorge Pardo…– y el cuidado que le ponen a cada trabajo. Es mi tercer disco con ellos, encantado desde el primer momento.

– El texto promocional de Karonte, por cierto, le presenta a usted como un artista «barbado y chapeado». Se toman en serio hasta lo de la escritura, señor.
– Ja, ja, ja. Cosas de José Manuel Gamboa. A mí ni me preguntes. Cuando leí la bío no sabía si eso era bueno o malo.

 

«Acepté que hay otras formas de escuchar la música, de vivir. Cuando te das cuenta estás comiendo sushi, o un taco mexicano, y eso sale después por la guitarra»

 

– En el primer renglón de esa biografía ya aparece la expresión «flamenco contemporáneo». ¿Teme que le cuelguen ese sambenito?
– No, esa etiqueta me la puse yo mismo. Me decían que hacía flamenco-jazz, y yo no hago eso. El flamenco-jazz sigue estructuras estandarizadas. Yo realmente hago flamenco contemporáneo. Ordeno los criterios de otra forma. Asumo otras músicas como mías. De hecho, soy de los pocos flamencos que hacen flamenco del siglo XXI. Con el tema del purismo hay mucha demagogia. Se cataloga de puristas a los que reproducen el sonido de una época. Si yo canto como cantaba Manuel Torre en los años 50, pues ya soy puro. O si toco como tocaba Paco de Lucía en los 80. Y si toco como Paco en 2010, ¿sigo siendo puro o ya no? La pureza es el instante. Es ser sincero con uno mismo. La pureza está en el corazón, no en el intelecto. La pureza es la excelencia de la verdad. No hay verdad más grande que la pureza.

– ¿Hay en sus palabras una crítica a la pureza mal entendida?
– No, yo no critico a los artistas que reproducen sonidos de otras épocas. A mí me encantan, son muy necesarios. Son un museo vivo. Y son pocas las músicas que pueden permitirse ser un museo vivo: clásico, jazz y flamenco. Las otras no tienen historia suficiente para que alguien se enamore del sonido de una época. El flamenco, cuando llegó a Andalucía, mezcló todas las culturas. Yo me paso el día escuchando a Rajmáninov. Si tengo que hacer como que no le escucho, me engaño a mí y engaño a los demás.

 

 

– Es decir, la pureza también está en lo contemporáneo.
– ¡Hombre! La pureza es el momento. No hay nada más puro que una improvisación. Me da igual la etiqueta que le quieras poner. Lo de las etiquetas apareció con las discográficas. Necesitaban ponerle nombres para vender discos, pero no había estilos ni había nada. Chacón era Chacón, Mairena era Mairena, Manuel Torre era Manuel Torre, Tomás Pavón era Tomás Pavón. Grababan en un disco cuatro fandangos seguidos, cuatro soleás seguidas. Ni seguidiyas ni granaínas. Todo esto es invención del materialismo, de nuestros sentidos. Tu forma de entender el flamenco está relacionada con tu relación desde pequeño con esa música. Cuando uno se libera de esos prejuicios empieza a crear con desinhibición. Yo pasé depresión cuando tenía 27 años porque no sabía qué estaba haciendo, qué tocaba. Era rechazado por todos los estilos de música, porque ni hacía flamenco ni hacía nada. Eso ya lo superé. Luego me presenté en la Bienal e hice un concierto con mi guitarra flamenca, otra guitarra flamenca, tres palmeros y un cajón. Y este disco lo planteo con música electrónica y flamenco. Y es flamenco. Que nadie lo dude.

 

«Yo me paso el día escuchando a Rajmáninov. Si tengo que hacer como que no le escucho, me engaño a mí y engaño a los demás»

 

– ¿Con qué audiencia conecta un artista de… flamenco contemporáneo? Disculpe que cite otra vez la etiqueta. ¿Una audiencia melómana? ¿Una audiencia culta? ¿Una audiencia flamenca?
– Es una audiencia emocional. Ama la emoción. Cuando me preguntan por esto, cito una frase de García Lorca: ‘Yo hago arte para los que aman sin entender’. Él lo decía después de haber escrito El público. Tú la ves y te pegas chocazos, no has entendido ni papa. Tiene que venir un experto a explicártelo. El protagonista es un caballo, con eso te lo digo todo. Yo hago lo que siento, no pienso a quién le voy a vender discos o quién va a venir a mis conciertos. Sé que cuando llego al teatro está lleno. Una semana antes está todo vendido. Y subo ahí a tocar la guitarra.

– ¿Siente que es un buen momento para propuestas flamencas más osadas como Miesencia?
– Yo no escucho a la gente que no arriesga. Y hay un público que escucha a la gente que arriesga. Para todo hay público en esta vida. Creo que es el momento para Miesencia. Lo tenía que sacar. Hay una pandemia. Vamos a asumir lo que hay. Toco en Madrid dos días de la misma semana, uno con Miesencia y otro con un recital de guitarra. Si quito lo eléctrico no dejo de arriesgar, porque mi concepto es el mismo. Desde luego, es un momento de incertidumbre.

– ¿Y para las fusiones flamencas?
– Yo nunca he dicho ‘voy a fusionar’. Cuando tenía 14 años solo escuchaba a Pedro Bacán. Hasta Paco de Lucía me parecía fuera de contexto. Imagina si yo era talibán. Con los años superé muchos prejuicios. Acepté que hay otras formas de ver la vida, de escuchar la música, de vivir. Y cuando te das cuenta estás comiendo sushi, o un taco mexicano, y eso sale después por la guitarra.

 

«No pienso a quién le voy a vender discos o quién va a venir a mis conciertos. Sé que cuando llego al teatro está lleno. Una semana antes está todo vendido. Y subo ahí a tocar la guitarra»

 

– Pero usted, si se tercia, también acompaña a un cantaor por derecho.
– De joven hacía recitales con Manuel de Paula, José Valencia, Anabel Valencia… Tocábamos por alegrías, tangos, bulerías. Y ahora lo sigo haciendo. Pero no te voy a acompañar como lo hacían Sabicas o Ramón Montoya. Yo te acompaño como toco yo ahora. Me encantaría acompañar a Antonio Reyes, a Duquende, a Rancapino… Yo soy un amante del cante. Te puedo reproducir cualquier tipo de soleá, aunque no sepa el nombre.    

  

El lebrijano Rycardo Moreno, frente a las teclas del viejo piano de las Tertulias Flamencas de Radio Sevilla. Foto: perezventana

 

 


Sevilla, 1969. Periodista andaluz de intereses etéreos y estrofas cabales. Tres décadas de oficio en prensa musical y cultural. Con arrimo y sin arrimo, para seres de cualesquier afecto.

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