Construyendo una guitarra: la caja de resonancia
Como viene aconteciendo en esta serie, seguimos disfrutando del proceso de construcción de una guitarra, sobre el que realizaré un último artículo con la descripción de todo lo que he sentido, percibido y disfrutado de los momentos guitarreros en el taller de Tato Rodríguez (Huelva).
Para continuar, abordamos el cometido de unir el mástil con la caja de resonancia. La caja de resonancia está formada por la tapa armónica, los aros y el fondo. De esta completa pieza, también llamada cuerpo, depende la calidad del sonido y la personalidad de la guitarra. Su principal función es la amplificación del sonido en el momento en el que se pulsan las cuerdas. Estas transmiten las vibraciones por el diapasón y el puente hacia la tapa, que genera una mayor amplitud de las frecuencias de sonido. En la caja de resonancia, cuando las cuerdas vibran aumenta la intensidad del sonido producido a través de la vibración. También señalamos que la forma y el tamaño de la caja de resonancia influyen en las características tonales y en el volumen del sonido de la guitarra.
Tras esta breve explicación del sonido, entremos en detalles. Una vez fabricados el mástil y la tapa, y su posterior unión, iniciamos el proceso de construcción de los aros, fondos y refuerzos para terminar compactando la pieza completa. En este proceso utilizaremos lijas, formones, cepillos de carpintería y cola, además de los útiles como la solera y el domador de aros. Pero en todo proceso resulta primordial una buena selección de maderas, por lo que para los aros y fondos hemos seleccionado un ciprés con un secado de veintitrés años. Con una veta uniforme, bien delineada y atractiva a la vista. Características idóneas para la construcción de guitarras. Para ello realizaremos el mismo proceso que con la tapa armónica. Seleccionamos la madera, marcamos las piezas para el corte y calibramos en la medida correcta para iniciar el proceso de construcción.
Empezamos por los aros. Una vez cortadas las dos piezas y calibradas en su medida, se cortan por las marcas realizadas y se lijan con la función de que desaparezcan imperfecciones del corte y que se queden dos piezas idénticas. El siguiente paso es cuanto menos curioso. Se trata del proceso denominado domar o doblar los aros. Primeramente se hunden en agua unos diez o quince minutos. A continuación se procede a implantarlos en un formero hecho para este cometido. Consta de una estructura de acero con la curva idónea sobre un hornillo de gas que proporciona el calor necesario para doblar el aro. Una vez domado se reserva en una estructura para que conserve la curvatura antes de llevarlo a la solera.
Para el fondo, una vez cortadas sendas partes, se lijan los cantos buscando la unión adecuada. Aunque antes de proceder al pegado de ambas partes, en la unión central se le pegan en el centro unas tiras de color a modo de adorno, en este caso insertamos negro, blanco y negro. Una vez terminado el proceso de unión y encolado, pasamos a la calibración de la pieza. Para luego pegar los refuerzos. Estos refuerzos son uno central y vertical en la unión y tres horizontales. Los refuerzo primero de cortan, luego con la ayuda del formón se le talla el pico de flauta y finalmente se pegan en el fondo. Una vez que queda todo fijado se cepillan para terminar de darle forma a los refuerzos. Finalmente se lijan todas las piezas con lijas de diferentes grano. Así sacaremos toda la belleza del noble material.
Con los aros y el fondo listo, y por otra parte con la tapa armónica unida al mástil, nos vamos a la solera. La solera es un útil que construyen los luthieres para encajar y pegar la guitarra. Una especie de vientre materno guitarrero. Cada guitarrero tiene su propia estructura a la hora de construir, por lo que cada uno tiene su propia solera. En primer lugar se inserta la tapa armónica pegada al mástil. Tras ello se presentan los aros insertados en la ranura que se realizó en el tacón del mástil. A la vez fabricamos un taco para su unión en la parte baja de la guitarra. Una vez pegada esa pieza y con los aros fijados, pasamos a colocar los peones uniendo así los aros con la tapa. Estos peones, hechos previamente, son unos pequeños tacos de madera de cedro que se colocan uno a uno encolados en la tapa y los aros. Pasado el tiempo de secado correspondiente fabricamos unas piezas llamadas dientes de perro, que son los peones pero unidos en el mismo listón de madera. Primero se pega sobre los aros y, cuando se secan, se realizan las diferentes muecas con el formón para la inserción del fondo. Una vez que nos cercioramos de que queda todo correctamente unido, pegamos la etiqueta en el fondo. Encolamos los los dientes de perro para fijar el fondo. Y dejamos el tiempo necesario de secado para que la caja de resonancia tome cuerpo y se forme como una pieza resistente y homogénea.
«Este momento es inenarrable. Sobre todo para una persona como yo, un enamorado del mundo de la guitarra. Bueno, un friki guitarrero. Coger tu propia guitarra, hecha por ti, para sacarla de la solera es un momento crucial. Como si cogieras tu alma o tu corazón para mostrarlo al mundo»
Una vez haya pasado el tiempo idóneo, podemos sacar la guitarra de la solera. Este momento es inenarrable. Sobre todo en una persona como yo, un enamorado del mundo de la guitarra. Bueno, un friki guitarrero. Coger tu propia guitarra, hecha por ti, para sacarla de la solera es un momento crucial. Como si cogieras tu alma o tu corazón para mostrarlo al mundo. Es algo indescriptible. No sabría explicarlo, pero por ponerle algunas palabras podríamos llamarlo “desde el corazón del guitarrero”.
Una curiosidad sobre la unión del mástil con la caja de resonancia es la técnica de encastre, llamada Cola de Milano. Esta unión es muy común en los instrumentos de cuerda frotada. El insigne luthier Ignacio Fleta lo llevá a sus guitarras y desde entonces muchos constructores la utilizan. David Jiménez Rodríguez, constructor de Sanlucar de Barrameda, nos detalla con suma generosidad los entresijos de esta técnica en su taller. Nos detalla que se utiliza para ensamblar dos piezas. Una con un saliente prominente se ajusta a otra pieza con un hueco, de forma que la unión se abrace fuertemente sin que pueda salirse ni moverse ninguna de las partes.
¿Sabíais que Félix Grande solía contar una anécdota de guitarristas en algunas de sus conferencias? Si no os hacéis una idea, aquí os la detallo.
En los conciertos que Sabicas ofrecía en Madrid solían acudir muchos guitarristas. Tras uno de ellos, días después, el maestro Manolo Sanlúcar también ofrecía un recital. El sanluqueño antes de salir a escena observó que Paco de Lucía estaba entre el público. Entonces, antes de comenzar, Manolo hizo mención a Paco y pidió un aplauso para, en palabras de Manolo, “el más grande guitarrista de la historia”. Tras el recital se encuentran en una taberna Manolo con el propio Paco de Lucía, acompañados de los guitarristas Pepe y Juan Habichuela, Serranito y Joaquín Amador, marido de Manuela Carrasco. Al llegar Manolo, Paco se le acerca y le dice en voz baja: “Te ha pasado una cosa muy grave. En una de las filas del final estaba el maestro Sabicas”. Manolo Sanlúcar se puso blanco. Al día siguiente, buscó una floristería por Madrid y le envió un ramo de flores a Sabicas con una tarjeta que decía: “Perdone usted, maestro”.
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