Llegó el ocaso. Terminó la XXXII Semana Cultural de Actividades Flamencas de Paradas. Fue una noche grande en la que los duendes acompañaron a Paco del Gastor. Se montó una juerga el día de su homenaje que quedará grabada en la memoria flamenca de los soníos negros. Paco caminó despacio sobre los recuerdos para que el pasado se detuviera definiendo el toque de la guitarra gitana de cal. Moroneando se vino. Trajo de la mano a El Galli y Moi de Morón. Tomás de Perrate puso su voz en la gloria confirmando el hermanamiento: el cante de Utrera no se entiende sin el toque de Morón.

 

El compañero Manuel Martín Martín obró la liturgia del ritual y rindió honores. Si bien el elenco del cartel hizo el milagro, Martín versó mejores palabras para su querido amigo Paco. Recordó algunas anécdotas de sus vivencias con el tocaor. Fue parte esencial del espectáculo. Tras una entrañable presentación, lo engrandeció con su discurso y justificó emotivamente el ofrecimiento en su loa donde se deshizo en halagos hacia el guitarrista.

 

Paco del Gastor sorprendió cuando intervino en el atril. Quiso agradecer de otra forma su satisfacción y gritó en varias ocasiones ¡Ole y ole! Fue la manera en la que acogió ese sueño indescriptible que suponía para él este día. «No hay mejor galardón para un artista que se le reconozca su trabajo en vida. Es admirable el respeto que Paradas profesa al oro viejo, que no por viejo deja de ser oro».

 

La soleá en las voces rajás de Moi y El Galli rompió el silencio. Juan del Gastor a la guitarra iba encendiendo el fuego y marcando el compás con denominación de origen. Mientras Moi suplió algunos momentos desentonados con su enjundia, el Galli ofreció una actuación más pulcra. Ambos con intensidad y entrega demostraron que en Morón aún se sabe cantar. Una paraíta en las bulerías y derramaron la cal por las tablas. 

 

 

«Paco del Gastor se dejó el alma en Paradas, las uñas en las cuerdas y el corazón abierto en canal para recoger el cariño y la admiración de los aficionaos que fueron testigos de lo inenarrable»

 

 

La recogió Utrera para blanquear el gañote de Tomás de Perrate. Por cantiñas dibujó el son que se ata a la guitarra moronense de Paco. Apoyado en la nostalgia de cuando acompañaba al padre del cantaor, fundió sus cuerdas con la garganta de Tomás entablando un sensibilísimo diálogo de pasión que les arrancó las lágrimas. La soleá se levantó como un tributo a su estirpe. Y es que Perrate fue el gitano que mejor cantó la soleá de Alcalá con flamenquería y jondura. Paladar de azúcar. Tomás cogió esta verea. Hilvanó además las de La Andonda y El Machango con pasmosa espontaneidad y soltura. Lo lleva en herencia. Regaló una actuación sublime rotulando su nombre como el mejor exponente del flamenco que tiene hoy Utrera con el sello de su apellido. La sonanta de Paco sonó acampanada y con peso, transmitiendo con los silencios. La talega llena de falsetas. A sus setenta y ocho años y con facultades sigue teniendo en su pulgar la varita mágica del toque moreno.  Bordoneos potentes y con jinque, gusto exquisito, originalidad… Cualidades de un artista humilde pero enorme, con una técnica aparentemente simple pero que conforma como prefería su tío Diego del Gastor «una guitarra sin prisas pero que pega pellizcos».

 

 

 

 

Principió luego Tomás con el travilitravi. Después evocó a Gaspar de Utrera con Candela la de las minas. Y al compás de la campiña, entre Morón, Lebrija y Utrera, se lució en los cuplés por bulerías: Por ti, La bien pagá y Ojos verdes. Con un soniquete digno de quien amasa el compás en sus tripas.

 

Hasta aquí y con el colofón de un fin de fiesta se hubiera redondeado la clausura. Pero llegó el turno de Remedios Reyes y su cuadro. La chiclanera cantó por soleá emulando a Fernanda de Utrera buscándola en el calco de sus giros, el fandango por soleá y el remate con el que atravesaba la utrerana al apretar los machos para llorar por el doló de mare mía. Intento inútil pero que se entendía como acto de respeto. A pesar de que Remedios reúne cualidades y no lo hace mal, estuvo semitonada, tibia durante casi toda su actuación. En la seguiriya, resultona, coronó con el cambio de El Mellizo de toitos los faluchos. La cejilla no dejó trastes al del Gastor. Pero como el que baila en una losa, siguió defendiendo su toque con sabor añejo y un dominio absoluto de los tiempos.  En las bulerías intervino el resto del cuadro. Y como decía Antonio Mairena cuando no le gustaba demasiado algún artista y le preguntaban: solo estuvo gracioso. Remedios se miró de nuevo en las niñas, entonó el Señorita de Enrique Montoya, una letrilla de Manuel Molina y acabó con el Torbellino de colores de Lola. Se podrían haber ahorrado el caché de Remedios y su gente. Al menos en este espectáculo. Porque además de alargar la noche hasta pasadas las dos de la madrugada, rozaron el aburrimiento y robaron la coherencia del discurso escénico donde Morón y Utrera ya habían sellado su eterna fraternidad. No pintaban demasiado y restaron un puñao de calidad artística al homenaje.

 

 

«Paradas no premia a un artista de moda, sino a una leyenda viva. Un maestro más reformista que revolucionario cuyo toque es como poesía sin necesidad del verso» (Manuel Martín Martín)

 

 

Abuelo y nieto abrazaron sus guitarras. Paco del Gastor y Gastor de Paco acompañaron el fin de fiesta. Hubo frescura y virtuosismo en el joven. Aupaba el legado de su casta. Alzapúas de vértigo, compás y un gusto por lo rancio moldearon su toque. Gastoreños de pulsación sentida, amantes del silencio… Dos guitarras de cal y bordón fueron las que sostuvieron la bulería para que Juan sentenciara con su cante antiguo de gracia y diera una pataíta de categoría suprema. Moi, El Galli y Tomás tronaron para poner la guinda. Pero el de Utrera le robó la bajañi a Paco que con su baile de age y postín lacró el sobre para guardar en la enciclopedia del arte jondo una velada irrepetible, única. Paco se dejó el alma en Paradas, las uñas en las cuerdas y el corazón abierto en canal para recoger el cariño y la admiración de los aficionaos que fueron testigos de lo inenarrable.

 

Durante la actuación tuvo lugar el acto protocolario donde intervinieron, entre otros, el alcalde de Paradas, Rafael Cobano, el presidente de la Peña Miguel Vargas, José Antonio Reina, y el artista creador de la flamenquísima y bella escenografía, José Antonio Brenes. Se le hizo entrega de obsequios, la insignia de la peña y cuadros de la autoría de Brenes, un ramo de flores a la esposa del tocaor y la ovación eterna del pueblo de Paradas.

 

 

Ficha artística

XXXII Semana Cultural de Actividades Flamencas de Paradas
Velada de clausura. Sede de la Peña Flamenca Miguel Vargas, La Comarcal. 30 de abril de 2022
Cante: Tomás de Perrate, Moi de Morón, El Galli y Remedios Reyes y su gente.
Guitarra: Paco del Gastor, Juan de Gastor y Gastor de Paco
Presentador: Manuel Martín Martín