Ca uno de mis latidos iba formando un reguero de ansias de cante de Lebrija. Cante con mayúsculas. Y de Utrera a Los Palacios fui a ahogarme una vez más al Pozo de las Penas. Porque la hechura de la voz de Inés Bacán se te pega al pecho y te roba el aire. Te contagia del sufrimiento que amasa en su garganta, ese que empuja escarbando desde las tripas. Lo comparte en cada tercio gimiendo la verdad del cante, confesando los pesares de sus negras fatigas.

 

Lágrimas por su amigo Manuel Herrera le dieron pie al trance. Se secó los ojos. La guitarra de Luis Carrasco le arrancó las primeras letras por tientos tangos:

 

De tanto llorá por ti
los ojitos se me secaron,
de tanto llorá por ti.
Mira tú si mis ojitos lloraron
que de momento te aborrecí.

¡Qué fatigas tengo!
Te quitan de mi verita
cuando más queré te tengo.

 

Su hermano Pedro Bacán «tenía un oído como una catedral». Y la sensibilidad intacta para adivinar en Inés las dotes de una gitana inimitable. Ella porta la herencia de una sangre cantaora a la que le embarga el ritual primigenio de la esencia jonda. Sabe llorar el flamenco con olor moreno a canela.

 

Luis fue cazándola durante la actuación con sus cuerdas. Alternando la servidumbre con preludios y falsetas limpias. No es fácil acompañarla. Y lució por momentos a su izquierda disfrutándola, llevándola de la mano, aunque a veces costara la tarea. Tocó con enjundia, ofreciendo las respuestas oportunas, dándole el aire que pedía Inés con el bamboleo de sus brazos y su nuez cálida.

 

Acunó Bacán suave los melismas mostrando sus maneras de jugar con los tiempos. Despacito y a compás. Que eso de ralentizar el cante ya llevaba su apellido antes de que lo desvirtuaran dos o tres copistas flamencos de hoy día. Y lo hizo con la singularidad de una cantaora única e irrepetible. Se acordó de Pinini, de Utrera y Lebrija al pasearse por el jardín de la alegría en las cantiñas. Invitando al silencio para marcar las cadencias. Como tiene que ser. Se enreó en los cabellos y preguntó por los colegiales con el gusto de las que saben. Después un puñao de fandangos pausaos henchidos de sentimiento siguieron ahondando en el arañazo que te endiña la lebrijana. Lo alivió con las mecías en las bamberas, ayudando al son acariciando el aire con las manos, mirándose en Pastora sin remedos y evocando los remates que también cultivaba Pedro Peña. En la soleá acabé como desvarían los locos, yo no he tiraíto pieras pero me falta mu poco. Porque Inés arrastró los terruños de la campiña en su gañote sonando solo a ella, arrebatadoramente flamenca a pesar de moverse en los mismos esquemas melódicos exprimiendo la queja. En la seguiriya estiró compungida el lamento a empujones de dolor, hiriendo aún más si cabe, abriendo la llaga en carne viva, arremetiendo para abrocharla con arrojo amarrando el macho de El Fillo. La deliciosa bulería pastueña de Lebrija, a ratitos romanceá, parecía poner fin al recital. Pero ya cargada con el eterno aplauso, cantó entregaíta por toná despidiendo la noche. 

 

 

«Inés Bacán es una gitana inimitable. Ella porta la herencia de una sangre cantaora a la que le embarga el ritual primigenio de la esencia jonda. Sabe llorar el flamenco con olor moreno a canela»

 

 

 

 

Flamencos. Viaje a la generación perdida

 

Se trata del título del libro publicado tras la muerte de su autor. No lo pudo acabar. La oscura se lo llevó sin que viera la luz su obra.

 

Con una presentación del mismo abrió la segunda sesión de la II Primavera Cultural Flamenca Manuel Herrera Rodas antes de que Inés la formara. Manuel fue un flamenco infatigable y querido por todos. De sonsrisa perenne, este aficionao cabal se dio al flamenco en cuerpo y alma promoviendo proyectos de importante calado con una envergadura de calidad cuyo reconocimiento no esperaba. No era consciente de la importancia de su labor. El legado que nos queda evidencia su incansable entrega. Amigo de sus amigos y de todos, destacó por su humildad, ayudando a jóvenes y ancianos. También a los del centro. Rescató del olvido a flamencos esenciales para la historia de nuestro arte, quiso dignificar la situación económca y social de aquellos veteranos que no disponían de ingresos tras una vida en los escenarios, fiestas y tablaos a través del ITEAF, forjó las bases de La Bienal de Flamenco de Sevilla siendo uno de los creadores y dirigiéndola en tres ediciones, entre otras muchísimas ideas que llevo a cabo para impulsar el flamenco en todos los sectores, incluyendo el de la educación. Dirigió los Jueves Flamencos de Cajasol en Sevilla, la revista Sevilla Flamenca y fue el culpable de tantas cosas buenas que todos los reconocimientos son obvios y justos.

 

Antonio Zoido, amigo de la familia y que también dirigió La Bienal en alguna ocasión, ocupó la mesa con Carmen Herrera, hija de Manuel. Él analizó su dimensión personal y profesional, y Carmen comentó el contenido del libro, editado por Almuzara. Es una lectura amena a modo de reflexiones íntimas de los entrevistados a cuyo encuentro acudía con algún cómplice, su cámara de fotos y una grabadora, viviendo momentos inolvidables que quedan aquí plasmados para la historia del flamenco. Se configuró como un «agitador, creador de ideas, vivero de sueños y dignificador de los artistas» que después de tres décadas lidiando con el material, con más edad que muchos de los entrevistados y esa experiencia que lo situaba en el mismo nivel de comprensión, decidió ocupar el tiempo del confinamiento a darle forma a este libro. Chari Acal y Fran Cruz han trabajado el texto para adecuarlo al habla andaluza sin forzar la sintaxis del español. Páginas de reuniones de age que quedan para la posteridad y el recuerdo de un buen hombre, flamenco de pro.

 

 

Ficha artística

Segunda sesión de la II Primavera Cultural Flamenca Manuel Herrera Rodas
Tertulia Flamenca El Pozo de las Penas, Los Palacios y Villafranca, Sevilla
5 de mayo de 2023
Presentación del libro Flamencos. Viaje a la generación perdida, de Manuel Herrera Rodas, a cargo de Antonio Zoido y Carmen Herrera
Recital de cante de Inés Bacán con la guitarra de Luis Carrasco