Anabel Valencia: jondura y teatralidad
Crónica del recital de Anabel Valencia y la conferencia de Luis Ybarra en la Peña Flamenca Curro de Utrera durante las «Jornadas Culturales dedicadas a la Mujer Flamenca que no pudo dedicarse al Arte».
Como clausura de las Jornadas Culturales dedicadas a la Mujer Flamenca que no Pudo Dedicarse al Arte, y en homenaje a Josefita la del Vereo, tiene lugar en la Peña Curro de Utrera la conferencia de Luis Ybarra sobre La mujer y sus dificultades en el flamenco. Después, la actuación de la cantaora lebrijana Anabel Valencia. Empiezo por el final.
Lebrija en Utrera
Suena la guitarra de Curro Vargas. Una sonanta sensible y alejada de virtuosismos que demuestra que no todo es técnica ni picados vertiginosos que no den tiempo a respirar. Limpia, clara, rancia y fresca a la vez. Plena de sentimiento y emotividad.
Unos rasgueos peculiares para el acompañamiento al cante por tientos lo dotan de singularidad. Pero Anabel Valencia sobreactúa y lo que gana musicalmente lo pierde en naturalidad impostando el drama desde el principio, quizá para entrar en calor o meterse en el papel. Arranca el idilio de Lebrija en Utrera, siempre hermanadas. La cantaora hace el guiño con su letra robándole a Gaspar ese presesito en la cárcel yo me hallaba y después vino la soleá. Con más solvencia amarra Anabel variantes de Alcalá, Triana y Lebrija. La cejilla al siete. Curro le marca los tiempos y la mece con una guitarra que brilla. En la malagueña sigue buscándose, se luce en los bajos y domina melódicamente. Esconde el final levantándose de la silla tapada por el aplauso y pide que suban las palmas para acompañarla por tangos. Se va creciendo y regala momentos que caldean el ambiente. Y no es hasta su queja por seguiriya cuando destaca en la noche porque coincide su manera de expresar con el lamento que pasea por Jerez y remata con el Comparito mío Cuco. La lebrijana se anuda las capas del vestido. Se barrunta la bulería y su correspondiente pataíta con las que culmina la noche recordando a Fernanda y sus cuplés.
«A medida que fue abandonando el efectismo que cautivó a parte del respetable, Anabel Valencia conseguía perderse y encontrarse en instantes de arte que dejaron ver a una cantaora racial con mucho que decir»
Anabel Valencia es sin duda una buena cantaora. Inteligente: ofrece lo que gusta y da lo que el patio quiere. Tiene facultades vocales y conocimientos. Pero se excede en adornos que alargan los tercios innecesariamente. Presenta una propuesta ensayada y medida, muy profesional pero algo carente de espontaneidad. Parece como si tuviera estudiado cada quejío y supiera en qué momento le va a doler para poner ahí el ay y no en otro sitio. Se entrevén vicios del cante para bailar y abusa de recursos repetitivos que encaja igualmente en la pena seguiriyera que en lo festero de la bulería. El histrionismo interpretativo fue la tónica durante buena parte de una actuación que discurrió de menos a más, entre la jondura y la teatralidad. Pero a medida que fue abandonando el efectismo que cautivó a parte del respetable, conseguía perderse y encontrarse en instantes de arte que dejaron ver a una cantaora racial con mucho que decir. Disiento con algunos que la proponen como abanderada de la nueva generación de cantaoras. Y no por ello la desacredito porque se trata de una de las voces a tener en cuenta, aunque todavía con mucho que pulir.
Conferencia amena y entrañable
Comienza Luis Ybarra a disertar con el respeto que le supone hacerlo en Utrera. Y tal cual describieron antaño escritores como Alberti, Lorca o Blas de Otero su inspiración con intérpretes flamencos de la talla de Manuel Torre o Meneses, recuerda en primera persona cómo en la Bienal de Sevilla de 2016 quedó prendado en el Espacio Santa Clara con el cante de una mujer mayor que denotaba no ser espectáculo sino cultura misma. Era Josefita.
Apoya su discurso con vídeos de entrevistas desenfadadas a Isabel Carrasco, Laura Rafael Nieto, Pilar León, Carmen Vargas y Josefita la del Vereo, sin más pretensión que la de retratar a esas mujeres que por diferentes cuestiones no se dedicaron profesionalmente al arte teniendo cualidades sobradas para ello. Y aludiendo a estudios de Cristina Cruces señala las desigualdades que muchas sufrieron por el ideario patriarcal imperante que las relegó al hogar, al cuidado de los hijos y al recato, siendo transmisoras orales del flamenco que a su vez mamaron en el seno familiar. Apunta la asociación que se ha venido haciendo de determinados estilos como la seguiriya para el hombre o las nanas para la voz de la mujer y el sesgo que produce que la programación artística haya estado casi siempre en manos masculinas. Aplaude que vayan desapareciendo esas letras con contenidos machistas y anota la curiosidad de la escasez de mujeres guitarristas, cantaoras para atrás y palmeras.
«El momento más entrañable de la conferencia comienza cuando se emite el vídeo de Josefita, que derrocha gracia por doquier. Explica que lleva dentro el cante desde chica y ella misma echa flores sobre su eco y su voz»
Destaca el misterio de aquellas artistas cortas de repertorio pero notablemente genuinas que no estuvieron al servicio de la industria ni el mercadeo las desvirtuó. De ellas bebieron artistas por su originalidad creadora. Menciona aquí a Juana, la madre de Camarón, María Bala, María La Burra, La Piriñaca, La Bolola, María La Sabina o Flora, esposa de Porrina de Badajoz. Por otro lado están esas mujeres que sí se subieron a las tablas: La Niña de la Puebla, Isabelita de Jerez, La Serneta, Fernanda y Bernarda y el caso paradigmático de La Niña de los Peines, que mandó en el cante incluso por encima de su marido Pepe Pinto, que supo dar un paso atrás para que ella lo diera hacia delante.
Pero el momento más entrañable de la conferencia comienza cuando se emite el vídeo de Josefita, que derrocha gracia por doquier. Explica que lleva dentro el cante desde chica y ella misma echa flores sobre su eco y su voz. No necesita abuela. Comenta anécdotas con Bambino, con quien acudió a la iglesia de Santiago a espaldas de sus padres montada en burro para hacer juntos la comunión, o cuando llevó Miguel sus cantes grabados a Madrid para que ella se dedicara al espectáculo. En otra ocasión fue a Jerez a cantar con un cuadro flamenco y se equivocaron de camino. Acabaron armando una juerga en la puerta del cementerio. Insiste en su devoción por Caracol y a sus casi noventa y cuatro años, tras recibir obsequios y el mayor reconocimiento de la Peña, se entona con ímpetu. Está loca por cantar y dice que no puede. Pero lo hace muy bien a pesar de que la voz ya se ha adueñado de ella. El público en pie la abraza y la despide con un cariñoso aplauso. Luis Ybarra termina su agradable y entretenida intervención solicitando que se haga el cante con la presencia de Anabel.
Ficha artística
Jornadas Culturales dedicadas a la Mujer Flamenca que no pudo dedicarse al Arte
Homenaje a Josefita la del Vereo
Peña Flamenca Curro de Utrera
Conferencia de Luis Ybarra
Recital de Anabel Valencia (cante) y Curro Vargas (guitarra)
Iván M 8 noviembre, 2021
Cante, queremos jondo cante…
que toque los pechos dolíos,
sea de hembra o de macho,
pero que alivie lo que llevamos sufrío.