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La Lupi y el ritual del baile

En la Peña Torres Macarena, La Lupi bailó sobre la banda sonora de su vida: la guitarra de su marido Curro de María. Y al cante de dos galácticos: David El Galli y Manuel Tañé. Bailó sin tonterías lo que le pedía el cuerpo, con la frescura de la tradición.


El templo del flamenco de Sevilla abrió sus puertas para la marabunta que peregrinó al encuentro con el arte. La V Semana de Pastora Pavón recaló en noviembre. No cabía ni el aire entre los aficionaos. Algunos cosecharon pelotillas en la lana de sus chalecos del roce para alcanzar la barra o encontrar una silla en la que revolverse ante el zamarreón de flamencura que sostuvo el entarimado. La Peña Flamenca Torres Macarena rebosó de corazones ansiosos que vinieron a buscar sus latidos en los pies de La Lupi. Y allí estaban. Subyugados ante la majestuosidad del baile que encandiló al respetable.

 

La cejilla solo le dio un traste de respiro al ébano de la guitarra. Curro de María principió el cortejo acariciando los seis ríos de plata con una sensibilidad exquisita. Le arrancó la musicalidad jonda a la madera de la sonanta destemplando un bordón, seduciendo con los arpegios y haciéndole cosquillas a los trémolos. Deshilachó la seda de sus yemas en composiciones preciosas engarzadas con falsetas de profunda emotividad. Algunas imprecisiones con la izquierda no consiguieron deslucir el toque intimista, pasional, plagado de recursos melódicos y armónicos que desgajó Curro sobre las tablas.

 

Con la soleá de El Galli se hizo el cante. Al cinco en la bajañí se gastó sus cinco duros escuchando a La Andonda. Se refugió en Alcalá mirando a Juan Talega, cobijando los ecos de Mairena para transitar por otras variantes marcadas con los surcos de los terruños de su garganta. Nos despegó la piel de las carnes erizándonos el cuerpo al masticar los tercios reposaos. Y arremetió en las partes valientes donde se quebraba el gaznate anteponiendo su entrega a esconderse siquiera en un tercio.  

 

 

«La Lupi demostró de nuevo que menos es más, que alejarse del academicismo es solo apto para las que saben llevar el arte en las venas y que lo espontáneo de la imperfección pega más pellizcos que la frialdad de la excelencia estudiada»

 

 

Manuel Tañé subió al escenario. Trajo las alegrías y sus quejíos se toparon con la complicidad de la bailaora sembrando su estampa desde la sala. El cantaor estuvo más contenido que de costumbre, sin vocear. A mí me gustó en este registro. La Lupi subió con mucho gracejo cada uno de los escalones. Le hicieron la reverencia cuando su bata de cola le sacó brillo al paso. No se ajustó a la escuela sevillana, pero dibujó con sus volantes la rúbrica del baile racial. Lo hizo con sus hombros, con el gesto cargado de expresividad, con sus ojos vivarachos, los contoneos, un braceo sencillo y unos pies potentes. Con unas caderas curvas, con figuras redondas, moviendo la ropa en arrecogías de locura y desplantes contumaces. Con rajo, coraje y empaque. La Lupi derrochó espontaneidad. Poseída por la inspiración, danzó en trance ofreciendo más que una coreografía un ritual de baile. Se asentó  en la naturalidad esencial de la raigambre jonda. No abandonó la incorporeidad flamenca ni un minuto. La agarró del brazo para que la acompañara esa noche en el tributo a Pastora.

 

 

La Lupi. Peña Torres Macarena, Sevilla. 23 noviembre 2022. Foto: Ángeles Rodríguez

 

 

Tañé le puso empeño a la seguiriya llevándosela a su terreno. Luego por taranto vistió de negro a la bailaora, que lloró su pena campartiendo el calor del jadeo que llegaba al público. La Lupi se estaba dejando el alma en los maderos del proscenio, desnudando la oscuridad de sus entretelas para aliviarse después en el fin de fiesta. Pintó en el aire con el mantón moviéndolo como nadie. El Galli brilló con la levantica de El Cojo de Málaga anticipándose al remate por tangos donde el baile cuajao de sensualidad flamencona deleitó a la afición enardecida de placer. La Lupi siguió meneándose a capricho, a veces exageradamente, fruto de la excitación de la genialidad artística. Simuló fregar con el vestido, sacudirlo, airearlo… y lo mismo enseñaba sus piernas recias, que daba una puntapié al viento o desfiguraba su pataje con originalidad.

 

Por bulerías echó los restos deslumbrando. La sonrisa de los presentes y una espuerta de oles dieron la pista de la atronadora ovación que despidió después al elenco. Antes, se dieron su pataíta de age Zaida Prudencio, a quien habrá que prestarle atención si vemos por ahí su nombre, y la japonesa Jiromi Nogami, que volvió a evidenciar que no hace falta bautizarse en Andalucía para defender con dignidad el flamenco.

 

La Lupi demostró de nuevo que menos es más, que alejarse del academicismo es solo apto para las que saben llevar el arte en las venas y que lo espontáneo de la imperfección pega más pellizcos que la frialdad de la excelencia estudiada. Bailó sobre la banda sonora de su vida: la guitarra de su marido Curro. Y al cante de «dos galácticos». Bailó sin tonterías lo que le pedía el cuerpo, con la frescura de la tradición y sin parecerse a nadie.

 

 

Ficha artística

V Semana Cultural de Pastora Pavón
Peña Flamenca Torres Macarena, Sevilla
23 de noviembre de 2022
Baile: La Lupi
Guitarra: Curro de María
Cante: David El Galli y Manuel Tañé

 

 

David El Galli y Curro de María. Peña Torres Macarena, Sevilla. 23 noviembre 2022. Foto: Ángeles Rodríguez

 

La Lupi. Peña Torres Macarena, Sevilla. 23 noviembre 2022. Foto: Eduardo Cabrera

 

Manuel Tañé. Peña Torres Macarena, Sevilla. 23 noviembre 2022. Foto: Eduardo Cabrera

 

Curro de María. Peña Torres Macarena, Sevilla. 23 noviembre 2022. Foto: Eduardo Cabrera

 

La Lupi. Peña Torres Macarena, Sevilla. 23 noviembre 2022. Foto: Eduardo Cabrera

 


Cantaor de la escritura. Jondura utrerana extrema.

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