Juerga en Cádiz con Juanito Villar, Antonio Reyes y Felipe Scapachini
Asistimos a una juerga en Cádiz con los cantaores Juanito Villar, Antonio Reyes y Felipe Scapachini, que arropados por la guitarra del joven Nono Reyes nos emborracharon de cante junto a la brisa de La Caleta. Un encuentro organizado por el Círculo Flamenco de Madrid entre los muros de la Peña Flamenca Juanito Villar.
El flamenco es un ritual. Algunos escenarios lo desvirtúan. Cuando se vive en el recogimiento de la intimidad, sin juicios, el artista es artista y no un profesional del arte.
Organizado por el Círculo Flamenco de Madrid dentro de la programación de su décimo aniversario, asistimos a una juerga en Cádiz con los cantaores Juanito Villar, Antonio Reyes y Felipe Scapachini, que arropados por la guitarra del joven Nono Reyes nos emborracharon de cante junto a la brisa de La Caleta. Y es que los muros de la Peña Flamenca Juanito Villar, que hizo de anfitriona para la celebración, besan la arena del mar.
Se le olvida a uno la vena crítica. Contagiado por el duende que habita en las copas (no se equivoquen: yo soy abstemio), la pasión entre aficionaos y el ambiente festivo de los cabales, nos acabamos abandonando a los designios caprichosos del ceremonial del age. Y surgió aquello que te azota y cautiva.
Con un manojillo de palabras, un viaje de fotos y tres o cuatro vídeos no basta para acercarse siquiera al revolcón de flamenco que nos trajimos de Cádiz. Llevo ya un rato rebuscando en la talega de los escalofríos a ver cómo se explica esto. Y no encuentro nada. Las olas se habrán llevado la tinta, dejando el poso del recuerdo desnudo de letras, en el esqueleto del sentimiento. Por eso me van a perdonar que divague entre líneas mientras escudriño en el diccionario afanado en la búsqueda infructuosa de ponerle nombre a lo que solo puede sentirse.
«Llevo ya un rato rebuscando en la talega de los escalofríos a ver cómo se explica esto. Y no encuentro nada. Las olas se habrán llevado la tinta, dejando el poso del recuerdo desnudo de letras, en el esqueleto del sentimiento»
Tras una copiosa comida, charla amena, reencuentros entre amigos, risas y abrazos, rompió el hielo Felipe robándole el compás a la tierra por alegrías. Con un manantial de soniquete en el gañote, dejó el sabor a los viejos presentando sus credenciales gaditanas. Se hizo el cante y el toque. La cosa ya no paró. Pero nos llevamos tantos zamarreones de sensibilidad y locura que me han desordenado el inventario que pretendía contaros, así que voy al lío.
Felipe cantó más que ninguno. Estuvo a gusto. Y lo mismo lo hizo por alegrías, que bordó la malagueña de El Mellizo con un sabor exquisito o se hartó de cantar por bulerías dialogando con el resto en un tributo constante a Manolo Caracol. No faltaron los fandangos o los tientos. Juanito Villar se acordó con paladar de Alfonso de Gaspar y evidenció en cada una de sus intervenciones por qué es uno de esos maestros del cante al que hay que reverenciar sin cuestionamientos. Dos veteranos que arañan de manera distinta pero duelen. Juan transparentó en cada uno de los tercios la sabiduría de la experiencia. ¡Cómo lució por bulerías! Y Felipe se entregó con todo lo que tenía. Antonio Reyes respondió a la malagueña con la melaza de su garganta. Escuchamos soleá por bulerías. También unos fandangazos pa llorar en los que tejió trenzas de almíbar dominando los tiempos. Encandiló a la afición sin pegar voces, pero enduendao. No se guardó. Y Nono Reyes gozó acompañando el arte de los tres ases correspondiéndoles con enjundia. Felipe pedía baile en sus ademanes señalando a Patricia, esposa de Antonio y madre de Nono, que no dudó en arrancarse con su empaque gitano y descalza a la llamada. Unas cuantas pataítas morenas redondearon la fiesta.
Me quedé con ganas de mucho más. Me supo a poco. Pero no me pidan detalles inexplicables. Porque la juerga no liga con la narración. Hay que vivirlo. La próxima, no se la pierdan.
Iria 8 mayo, 2023
Hola!me podéis decir cómo acudir y si es posible a este tipo de eventos q organiza expoflamenco?