El baile por lo viejo de Andrés Peña
En 'Campanas de Santiago…' nos volvemos a topar con un bailaor clásico, que consiguió fundir los elementos del flamenco para conquistar su tierra. Triunfo de Andrés Peña en el Festival de Jerez.
Recuerdo hace décadas que en Jerez se hablaba en muchas ocasiones del baile por lo viejo, que no era más que una forma de decir que el bailaor debía acordarse del saber marcar, mover las muñecas, los brazos arriba, algo recogido y no abusar de la técnica.
Ayer se me venía una y otra vez a la mente mientras Andrés Peña nos regalaba momentos sublimes de arte en la Sala Compañía, dentro del programa del Festival de Jerez. El bailaor jerezano, acostumbrado a contar con el espacio del Villamarta, tuvo que adaptarse a este coqueto escenario en el que consiguió encontrar la intimidad de la losa, esa sobre la que se baila en Jerez.
En Campanas de Santiago… nos volvemos a topar con un bailaor clásico, que consiguió fundir los elementos del flamenco para conquistar su tierra. Al cante estuvieron Miguel Soto ‘El Londro’, soberbio en los caracoles y seguiriyas, y David Carpio, colosal como de costumbre por fandangos de Cepero. Tanto uno como otro son dos seguros de vida en el escenario que poseen el conocimiento más que suficiente para hacer de cualquier quejío un puñal de sentencia. Como artista invitada apareció Juanilla la del Pipa, a la que ahora llaman Tía Juana, con el sabor gitano que ella solo puede desprender de su garganta crujiente.
«Nadie podía imaginar que saldría de uno de los laterales la maestra Angelita Gómez haciendo alardes de elegancia, finura y cátedra. Pararon el tiempo por soleá porque hay quienes dicen todo en un minuto de arte»
La veteranía de la de Santiago dibujó por bulerías una silueta de otros tiempos, acercándose al mensaje que Andrés quería mostrar desde un principio. Jerez, pura esencia. De Santiago a San Miguel, repicaron las campanas con el discreto taconeo del bailaor que arrancaba los aplausos con sus – no excesivos- contoneos y con esas muñecas infinitas. Al compás de los tangos, ambos se agarraron al compás de la tierra con pura naturalidad y dejándose llevar por la emoción. No hay que olvidar las palmas de Carlos Grilo y Javi Peña, siempre atentos e importantes.
Todo el éxito de Andrés Peña no se entendería en esta propuesta sin la guitarra de José Gálvez. Su guitarra es como un gran bodegón de frutas, entiéndase, como un recipiente lleno de colores, sabores y olores al que no dejas de acudir para el gozo. Es un guitarrista de una capacidad transmisora excepcional, que aunque parezca ser muy Morao y muy Parrilla, sobre todo, es muy Gálvez.
Antes de concluir, nadie, al menos yo, podía imaginar que saldría de uno de los laterales la maestra Angelita Gómez haciendo alardes de elegancia, finura y cátedra. Pararon el tiempo por soleá porque hay quienes dicen todo en un minuto de arte, mientras a otros les cuesta una vida. Andrés emocionó, nos hizo disfrutar, defendió un relato claro y se hizo acompañar de verdaderas fieras escénicas. Por lo tanto, éxito.
Foto: Javier Fergo – Festival de Jerez