Farruquito y la espontaneidad de lo íntimo
Crónica de la actuación de Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito en el Festival de la Mistela, Los Palacios (Sevilla). «Gusto y placer son los que rebosan de este gitano ladrón que arranca los oles de cuajo y nos eriza el vello cuando le da la gana».
Abre el telón de La Mistela para el baile. Se descubre un cuarto de cabales. La luz cenital da el blanco al negro de la toná. Un cantaor a cada lado entronca la seguiriya y aparece en escena Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito. Sus pies dan la salía y ya ha costado barata la entrada. Entrega su baile al servicio de las voces de Ezequiel Montoya, Chanito e Ismael de la Rosa, Bolita en un diálogo jondo con zapateados que acuchillan. Rayan la negrura gitana sus pinreles con la fuerza del grito que ensordece. Sale a acompañarle Marina Valiente con temperamento y sensualidad sufriendo también la herida seguiriyera apoyada en la gravedad del bajo. Se llaman y responden conversando a compás con la mirada, sus brazos, sus pies y sus cuerpos. Encajan el uno con el otro en cada gesto y se funden los alientos compartiendo sus penas en la privacidad. Mari Vizárraga despliega su voz arrolladora y El Capitán se encierra en un círculo de luz donde se mueve al son de sus latidos pisando con aplome en los marcajes. Marina no desluce y se reparten los desplantes con distintas poses de pureza y originalidad.
Guitarra y cantaores. Tres sillitas y una mesa. Mano a mano en los fandangos se pierden por Huelva y se acuerdan de Chocolate y Pepe Aznalcóllar con la complicidad de los amigos que disfrutan del flamenco como experiencia vivencial. Y Farruquito se deja los nudillos en la mesa de un tabanco reposando los pies que renacen luego con la caña. Se contonea y acaricia los compases. Pasa de lo oscuro a la suavidad acabando de nuevo en la mesa donde traslada la percusión que no agota sus pies en la tapa de madera, testigo de las juergas flamencas y guarda de los ecos de las borracheras con arte.
«El baile de Farruquito ha mejorado aún más si cabe con el tiempo. Sin perder el sello que lleva su raza y las cualidades y rasgos con los que la varita le dotó en su cuna. Calidez y elegancia personificada del baile varonil en los paseos, (…) alejado de la danza academicista y fría que desvirtúa el baile flamenco»
Ceñida en el terciopelo rojo, Marina desmigaja los motivos de su presencia en el cartel y baila por tarantos. El remate se presenta como un alarde de naturalidad y flamenquería de corte canasteros donde se permite la licencia de arabizar algún paso. Pero a sus piernas recias y caderas fuertes le vienen mejor los meneos con los que contesta a Vizárraga, sobrada en los tiempos de los tangos. De las bambalinas sale el bailaor ataviado con fular rojo para ir relevando los pases con Marina en un juego de turnos aparentemente improvisados.
Ñoño Santiago tiene su espacio con la guitarra y ejecuta unas bulerías de vértigo. La velocidad no le impide alternar rasgeos y falsetas cargadas de bordones y arzapúas ligados en un ritmo trepidante a los que otros no alcanzan.
Y llegaron las cantiñas. Un paseo por Córdoba y otro con Pinini por Utrera. Farruquito se regodea dejando su baile a unos centímetros a cada uno de los cantaores. El que en otros momentos es salvaje e indomable porque así lo requiere la emoción característica de la manifestación de cada estilo, se vuelve aquí más fino y cosquillea las mimbres de Chanito y Bolita, que hacen de su cante la sal sobre la que Juan disfruta. En una alegoría corporal les regala metafóricamente las flores que saca de su chaqueta y trocitos del corazón. La mesura en la fuerza trata con mimo las tablas y su baile se torna cariñoso, zalamero y seductor. Tan cuidado que parece espontáneo o tan espontáneo que simula la perfección de la experiencia en la intimidad de la que nace la raigambre jonda. Belleza suprema, demostración de arte a raudales, gusto y placer son los que rebosan de este gitano ladrón que arranca los oles de cuajo y nos eriza el vello cuando le da la gana.
«Farruquito pare y acompaña a su muerte las efímeras coreografías que evocan la espontaneidad de lo íntimo, dejando a un servidor con el sueño de poder ser algún día el entarimado que soporta el zapateo de sus botas para impregnarme y llevar tatuado en mi piel la flamencura de este gitano»
Después de una ovación interminable pide el soniquete de las palmas a Los Palacios. Y tras el solo de compás arrastra una silla para sentarse a que Mari le cante un reproche de desamor, acercándose ya el final del espectáculo porque toma el micro para los agradecimientos. Queda antes rubricar con un fin de fiesta donde la estirpe prosigue. Llama al escenario a su hijo Juan, Manuela y Triana. Y aunque entre las dos últimas no levantan un palmo del suelo, ya van cargadas de arte del que se mama en la casa de los Farruco. Dos patás que siembran la esperanza y el baile ya medio hecho de su hijo como promesa de continuidad de la saga.
El baile de Farruquito ha mejorado aún más si cabe con el tiempo. Sin perder el sello que lleva su raza y las cualidades y rasgos con los que la varita le dotó en su cuna. Calidez y elegancia personificada del baile varonil en los paseos, potencia y rapidez acompasada, montajes bien diseñados y con sentido argumental, arte, garra, virtuosismo, naturalidad y una espuerta de recursos inacabables que estrena en cada ocasión, alejado de la danza academicista y fría que desvirtúa el baile flamenco. Y en este espectáculo además, pare y acompaña a su muerte las efímeras coreografías que evocan la espontaneidad de lo íntimo, dejando a un servidor con el sueño de poder ser algún día el entarimado que soporta el zapateo de sus botas para impregnarme y llevar tatuado en mi piel la flamencura de este gitano. Pero me fui con mi sueño a mojar pan a Casa Currela para recomponerme el alma y la panza, que no solo de baile vive este plumilla.
Ficha artística
Farruquito
Festival de la Mistela – 22 octubre 2021
Teatro Municipal Pedro Pérez Fernández, Los Palacios (Sevilla)
Baile: Farruquito y Marina Valiente
Cante: Mari Vizárraga, Ezequiel Montoya Jiménez ‘Chanito’ e Ismael de la Rosa ‘Bolita’
Guitarra: Antonio Santiago ‘Ñoño’
Percusión: Paco Vega