Dieguito Amador o el almíbar moreno
La Peña Torres Macarena (Sevilla) prestó los maderos a Dieguito Amador para que luciera sus mimbres. Se le había muerto su abuela. Trajo la voz tomaíta y cansá del llanto. Giró meloso en las mecidas para arremeter con arrojo en los tercios valientes.
Con la malagueña de El Mellizo rompió el silencio un gitano en el Templo del Flamenco de Sevilla. La Peña Torres Macerena prestó los maderos a Dieguito Amador para que luciera sus mimbres. Se le había muerto su abuela. Trajo la voz tomaíta y cansá del llanto. Giró meloso en las mecidas para arremeter con arrojo en los tercios valientes. No se apocó en la pena. La agarró de la mano ofreciendo un repertorio emotivo, con la sensibilidad de un maestro a sus veintitantos años. Se sirvió del dolor para endosar un puñao de pellizcos transmitiendo. Y eso es lo que vale. Me dio igual que no redondeara algunos apretones porque aún no tiene la voz cuajá o que dos o tres bajos se perdieran aguantando. Tonterías. Porque fue capaz de erizarnos la piel. A pesar de esas cositas o imprecisiones. Que se le había muerto su abuela del alma. Y se dejó el pellejo en esas benditas tablas.
La caña yo viá cantá
pero primero me templo
un poquito por soleá
Acarició la variante de Pinea. Luego embistió con El Machango como preludio a la caña. En honor a El Gallina enjugó la musicalidad por su boca tejiendo el cante con dulzura. Después alegrías y cantiñas con gracia, templadas por abajo. Y cerró la primera parte trinando en los fandangos de Huelva.
«Dieguito Amador vino a demostrar su progresión cantaora, reivindicando su sitio entre la juventud flamenca. Y lo tiene. Este gitano fino transita entre la elegancia melódica y los empujones de enjundia. Se queja bien y gusta»
Dominó los tiempos por soleá, acordándose de cómo se hacía en Utrera, sin remedos. Paseó por rincones alcalareños y trianeros, se miró en La Serneta, le echó reaños a las de La Andonda y cerró fuerte con Paquirrí. Muy bueno, cuadrándose, con paladar. Pero donde dolió con gusto fue en la seguiriya, en la que chorreó un sufrimiento negro que traspasó el sentío. La salía pegó el primer puyazo para seguir arañando con los ecos de Torre y Mairena. En el macho de Juan Junquera estrujó el lamento gritando una herida. La boca le supo a sangre. Dieguito se abrió en canal entregándose a merced de la afición. Las bulerías del broche tributaron a Manuel Molina o Juana la del Revuelo, entre otros. Además de hacerle un guiño a los jaleos extremeños. El cante rancio de su abuelo Luis y la pataíta de El Petete fueron la guinda del pastel. De propina tres fandangazos de almíbar moreno.
Lo acompañó a la guitarra Antonio Carrión, derrochando entre sus dedos la sabiduría que atesora. A la voluntad del cante, propiciando los cierres a tiempo, arropándolo cuando se terciaba, recogiéndolo al desfallecer y marcándole el compás y los respiros. Con falsetas rotundas y flamenquísimas lo llevó mejor que en brazos. Las extraordinarias palmas de El Petete y Emilio Castañeda completaban el cuadro.
Dieguito Amador vino a demostrar su progresión cantaora, reivindicando su sitio entre la juventud flamenca. Y lo tiene. Este gitano fino transita entre la elegancia melódica y los empujones de enjundia. Se queja bien y gusta. Además de que sin quererlo siquiera transparenta su humildad y bonhomía.
Ficha artística
Recital de cante de Dieguito Amador con la guitarra de Antonio Carrión
Peña Flamenca Torres Macarena, Sevilla
30 de septiembre de 2023
Cante: Dieguito Amador
Guitarra: Antonio Carrión
Compás y palmas: El Petete y Emilio Castañeda
Iván MG 1 octubre, 2023
No sé si en otros artes puede ocurrir esto….
Mira que hay maravillas y talentos artísticos en el mundo, pero, con el cante jondo, no se puede engañá ni hacer artificios. No se pueden tapar carencias con efectos de sonido ni luces, no se puede distraer la atención más allá de otra muestra más de genio: la del guitarrista sabio y presto que se luce cuando el cantaor lo necesita…
Esa magia y particularidad del flamenco puro, mientras más se observa, más se valora y disfruta.
Por eso, al ver a un chiquillo, conectarse con sus adentros y a la vez cuidando los detalles de cada cante, mientras un maestro como Carrión lo vive y a la vez lo arropa con sutileza o fuerza, según toque, pues cuando uno presencia estos encuentros artísticos que nos hablan de las vivencias humanas tan reprimidas en el «día a dia» de la mayoría, pues eso, que cuando uno lo presencia, se siente afortunado…
Le dije a Diego que lo disfrutara antes del comienzo…
Creo que lo consiguió.
Le diré un día que reflexione sobre esas letras de su pueblo y de mi pueblo, que, afortunadamente, nosotros no hemos padecido mucho, pero que sí que han atormentado (y atormentan) a otros…
El cante «nuestro» sirve a modo de terapia antes que hubiera psicólogos y psiquiatras y no es broma esto que digo.
Merece todo el respeto además de la admiración y el disfrute.
Entiendo que Dieguito, como joven que es, tiene mucho por delante y tengo claro que, si sigue así, con sus habilidades y respeto, será un gran artista, especialmente, si integra la comprensión de los sentires humanos y si madura bien orientado en su vida personal…
Enhorabuena y también gracias al punto de quienes pusieron el compás y gracias al cuidado y vocación de Torres Macarena y los píxeles infinitos de Kiko al contarnos sobre el arte de los pellizcos…