De Moret, RomeroMartín, Los Voluble y los caminos de Roma
La segunda sesión del ciclo Cádiz Flamenco arriesgó con artistas sin encaje en el marco ortodoxo de lo jondo, pero que beben de la raíz flamenca y hacen que el público joven conecte con la tradición. A Roma también se llega perdiéndose de vez en cuando.
Segunda noche del ciclo Cádiz Flamenco en el gaditano Baluarte de la Candelaria. La más arriesgada del programa, al estar integrada por artistas difíciles de etiquetar, y desde luego sin encaje posible en los parámetros más ortodoxos de lo jondo, a pesar de que todos ellos beban de la raíz de este arte. En todo caso, un gancho atractivo para que públicos que todavía no han conectado con el flamenco clásico puedan acercarse a él por la vía del blues, el rock o la música electrónica. Bienvenidos sean siempre los caminos que llevan a Roma.
Llegamos al Baluarte con Cristian de Moret ya sobre el escenario, el telón de la noche corrido sobre el cielo de la Tacita y las altas palmeras cimbreándose al son de la brisa. De Moret, onubense, es un creador que después de acompañar a notables figuras se ha lanzado a una carrera en solitario muy bien acogida por el público.
A la estética rockera de chupa de cuero y rotos en los pantalones, el artista opone una sincera querencia por los cantes tradicionales, que fusiona en clave eléctrica. En esta ocasión, se hacía acompañar por su propia guitarra, el bajo de Pablo Prada y la batería siempre creativa del chileno Alexis Vallejo. Un formato más íntimo que el de otras ocasiones, pero igualmente sólido a pesar de que pagaron el hecho de oficiar como teloneros y padecieron el peor sonido de la noche.
Sigo pensando lo que ya dejé por escrito cuando presentó Supernova en Sevilla –y que me valió el airado reproche de alguna fan incondicional–, esto es: que De Moret se halla en la senda y no en la meta, y que no haría mal en reajustar su propuesta para que la citada fusión no sea una fusión fría, que el resultado de la mezcla resalte el brillo y lo genuino de sus ingredientes, y no los apague, como tiende a suceder a ratos.
«Los Voluble, no aptos para sensibilidades conservadoras, han encontrado su sitio en esa zona a medio camino entre la afición, la desacralización, el juego y la guasa»
Con todo, estamos ante una apuesta seria, de solvencia técnica y precoz sabiduría, que puede brindar muchas y muy gratas sorpresas en el porvenir. Con distorsión y todo, se mueve igual por la soleá, los fandangos y hasta una milonga en clave de cumbia no incluida en su disco, y con el baile invitado de Aurora González –traje dorado de llamativas hombreras– como guinda.
La segunda formación de la noche, RomeroMartín, resultaba todavía más osada, pues se fundamenta en la mezcla de cante y música electrónica a la que sus componentes, el cantaor portuense Álvaro Romero y el dj Toni Martín, añaden el sello del activismo LGTBI. Lo hacen desde el primer cante, esa Saeta del pirómano basada en un hermoso poema de Braulio Ortiz Poole, para evocar acto seguido a El Cojo de Málaga y a Bernardo el de los Lobitos por mariana.
Los RomeroMartín saben también sacar su lado más personal en composiciones como Que sí que no, Mora cantaora, descaradamente tecno-rumberas, o el primer sencillo de su disco, Tango de la coca, que sería una réplica moderna y algo frívola a aquellas bulerías que El Torta dedicó a la heroína: adicciones que cambian con los tiempos y dan juego a los letristas.
Llegados a ese punto, no cabe duda de que los RomeroMartín saben de cante y tienen ganas de conquistar un espacio en el ancho panorama del neoflamenco del siglo XXI. Con la Nana del culo del llorado Pedro Lemebel como himno, el dúo acabó poniendo a la gente en pie y hasta concediendo un bis por aclamación: una rumba basada en los Recuerdos de La Habana de Pepe de la Matrona. Como De Moret, estamos ante un proyecto apenas germinal: será interesante también observar el recorrido de estos gaditanos, de qué modo pueden robustecer su sonido y qué tan lejos pueden llegar sus excursiones musicales.
«Los RomeroMartín saben de cante y tienen ganas de conquistar un espacio en el ancho panorama del neoflamenco del siglo XXI. El dúo acabó poniendo a la gente en pie y hasta concediendo un bis por aclamación»
Y llegamos así a los cabezas de cartel, Los Voluble, tándem sevillano que casi habría que ubicar más en el terreno de lo audiovisual que en el de la música, ya que, aunque el flamenco sea su banderín de enganche, la fuerza de su propuesta descansa sobre la sucesión de imágenes mezcladas con age, con las que se han hecho un hueco en programaciones tan prestigiosas como la Bienal de Sevilla o el Flamenco Festival de Nueva York.
¿Genialidad o broma? Lo cierto es que Los Voluble, no aptos para sensibilidades conservadoras, a diferencia de otros artistas de la misma hornada pero formalmente más serios, como Artomático, han encontrado su sitio en esa zona a medio camino entre la afición, la desacralización, el juego y la guasa, al que esta vez se sumaba Raúl Cantizano más como músico ruidista que como obrero de la bajañí.
Entre las imágenes de videochat de Farruquito y Canales, los histrionismos de la consejera Patricia del Pozo, los flashes de la Paquera, Menese y Sabicas o el compañero Alberto García Reyes disertando in english, entre otros muchísimos recursos, es difícil resistirse al poder hipnótico del espectáculo, tanto como no acabar un poco abrumado por él. Pero, como es sabido, a Roma también se llega perdiéndose de vez en cuando.
Imagen superior: Álvaro Romero, de RomeroMartín. Foto: FJ Crespo
Ficha artística
Ciclo Cádiz Flamenco. Jueves, 30 de julio de 2021. Baluarte de la Candelaria de Cádiz.
Cristian de Moret (guitarra y voz), Pablo Prada (bajo eléctrico) y Alexis Vallejo (batería). Bailaora invitada: Aurora González.
RomeroMartín: Álvaro Romero (cante) y Toni Martín (dj).
Los Voluble: Pedro y Benito Jiménez (imágenes y sonido). Raúl Cantizano (guitarra).