No cuesta mojarse ante la evidencia de una cantaora con mayúsculas. A sus quince años, Consuelo Haldón es todo un prodigio. Y les pondré la cara si me equivoco para que me espeten lo que quieran si en unos años no sigue revolcando a la afición. No busquen en ella el efectismo del grito, ni la ojana teatrera. Consuelo dice la verdad del cante. Y lo hace desde el conocimiento y la pasión. No sabe hacerlo de otra manera. Porque alejada de los flamencos de Youtube, esta niña se faja en los cánones para salpicarlos con la frescura de su juventud credora. Tiene giros hermosos que no se enseñan, ni se aprenden. Está tocada con la varita. Y de ello dejó testimonio sonoro inaugurando la peña flamenca de su pueblo, Paymogo, bendito rincón onubense donde el sol besó por primera vez sus mejillas y la durmió con fandangos.

 

Despegó sus labios por mirabrás y abrió el tarro de la dulzura. Una voz llena, cuajá y bien timbrada se embadurnó de sal gaditana para recortar en las alegrías los compases a tiempo. Me levantó el vello y fue despeluchándome el bolsillo de oles. Lo traía cargaíto de los que me han sobrado en los festivales veraniegos. Prosiguió solemne en la soleá buscando variantes alcalareñas. Después arremetió en la de La Andonda con un gusto exquisito que recordaba a lo antiguo. Ralentizó mimando los ecos de Fernanda de Utrera y apretó en la embestida valiente de Paquirrí. Algo más flojita en la malagueña de La Trini, pero lució en el abandolao con el fandango de Frasquito Yerbabuena. Meció bien los tientos, con acierto en las letras. Mirándose en Pastora, fue sutil en los tangos. Resultó asombrosa la emotiva coloratura que le imprimió a la seguiriya a su edad, llorando un dolor que casi no le corresponde. Le vendría de herencia en la sangre. Coronó su lamento hiriente con el cambio de Juan Junquera, echándole reaños, a pesar de que alargó un poco los tercios. Y llegó el alivio a sus penas en la bulería por soleá. Tremenda. La taranta de la Gabriela descubrió la versatilidad de la joven, larga de repertorio. El taranto que adeudamos a Fosforito lo enjaretó a compás, con enjundia. Y terminó endosando con empaque un puñao de fandangos en los que evocó a El Sevillano o Chocolate, entre otros, despidiéndose por Huelva aludiendo a Paymogo y su gente. De regalo, bulerías.

 

 

«Consuelo Haldón despegó sus labios por mirabrás y abrió el tarro de la dulzura. Me levantó el vello y fue despeluchándome el bolsillo de oles. Lo traía cargaíto de los que me han sobrado en los festivales veraniegos»

 

 

 

 

La acompañó a la sonanta –perfectamente compenetrado– Antonio Dovao, con el instrumento desafinao de principio a fin del recital. Y si bien llevaba en volandas a la cantaora, pretendiendo falsetas jondas y una servidumbre apropiada, tocó brusco, con demasiados porrazos y rasgueos sucios. A veces el corazón elige a un guitarrista por el vínculo y la amistad. Pero los mimbres de Consuelo merecen algo de más altura, sin desmerecer las intenciones y la entrega del tocaor. A las palmas la secundaron Lalo Castellano y Lucas Vega. 

 

Consuelo Haldón es una cantaora de una pieza. Solo le quedan tonterías por pulir. Y está en buenas manos. Rebosa afición y humildad. Es respetuosa con la tradición, dulce en lo melódico, doliente en la queja. Tiene cositas suyas. Consuelo es, sencillamente, un prodigio del cante.

 

 

Ficha artística

Actuación de la cantaora Consuelo Haldón
Gala de inauguración de la Peña Flamenca El Contrabando
Sede de la Peña Montera, Paymogo, Huelva
15 de septiembre de 2023

Cante: Consuelo Haldón
Guitarra: Antonio Dovao
Palmas: Lalo Castellano y Lucas Vega