La pasión no obliga. Cultiva la voluntad, el entusiasmo, el esmero. La querencia arrastra irremediablemente a Antonio Hermosín a meterse en las entrañas del cante de Alcalá. En su soleá. Y lo hace porque quiere, porque es el veneno que lo tiene preso entre los barrotes de tres o cuato tercios que lo desvelan. Cuando uno ama algo hasta el tuétano se para el tiempo. Antonio vive enamorado de su tierra, de sus cantes, de su gente. Se convierte en un catedrático de la soleá. Pero no entre los papeles, sino cantándola como nadie y conociendo cada uno de sus rincones, los matices, su historia y la de los cantaores que dejaron su impronta en las hechuras que llegan a nuestros días.

 

Bodas de plata de la Casa del Flamenco de Alcalá. Qué mejor manera de conmemorarlo que abriendo el ciclo de actuaciones con una ponencia ilustrada y magistral de este cantaor, ganador en un par de ocasiones del concurso de soleá del pueblo. Como bien citó en la presentación Manuel Moreno, secretario de la Peña Flamenca Soleá de Alcalá, donde se dieron cita un nutrido grupo de aficionaos cabales al reclamo de las formas cantaoras de Hermosín, solo de dos «porque no ha querido presentarse más veces». Y es que cada vez que Antonio se templa en este palo concurre una peregrinación al eco de su voz. Es de esos flamencos que sin ser profesional, o por no serlo precisamente, se ha permitido estudiar el cante que le gusta hasta profundidades insondables y acapara la atención del resto de ávidos artistas para disfrutar en su presencia del magisterio de la soleá de Alcalá. Allí estaban el bailaor Javier Barón, el guitarrista Yus Wieggers, los cantaores Manuel de la Tomasa, Edu Hidalgo o el Niño del Maúro, entros otros muchos. Y aficionaos ilustres como El Mibri, Paco Aguilar y su esposa, Antonio Díaz, Eugenio Martín, María Luisa Amezcua, Fede Calderón, Carmen Arjona o José Manuel González, por no hacer interminable el asunto.

 

Hace tan solo unas semanas que Antonio acudió a lo cursos de la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Córdoba en calidad de conferenciante, invitado por el cantaor y estudioso David Pino, director de la entidad. Dejó el pabellón alto, situando la soleá de su cuna en cotas de elevadísima notoriedad al pronunciar un discurso para el recuerdo. Y anoche no fue menos. A partir de sus experiencias, a más de estudiar con ahínco y dedicación, Antonio repasó estos cantes desde mediados del siglo XIX cuando «se comienzan a formar donde hay dinero». Sevilla con su Puerto de Indias se erigió como uno de esos enclaves de capital importancia. Aunque también surgiera paralelamente en Triana un gueto de marginalidad que se aleja del mitificado ideal romántico que hay en el imaginario sobre este señero barrio. Pero ahí mismo fraguaron con la gitanidad muchas de las formas flamencas que conocemos hoy.

 

Antes de que Antonio Mairena fijara sus postulados en los sesenta del pasado siglo no se hablaba de los aires alcalareños. De ahí en adelante, con las clasificaciones de los cantes y atribuciones varias, algunas indebidas, se percatan de las similitudes y diferencias entre las distintas variantes. Habló de la soleá como un crisol donde reposan las influencias de lo clásico, las reminiscencias de las llamadas de los árabes a la oración o incluso los rezos cristianos, además de citar los orígenes en los remates de polos y cañas. De todo esto se mantienen las notas de recitación que le imprimen un carácter primitivo al código que aún perdura. Las salías flamencas conservan esas notas, entre otras melodías. Compartiendo la cadencia andaluza el mismo marco de la escala dórica o frigia, el cante pronto pasa del uso a la profesionalización, de cumplir una función social en rituales a lo comercial, de hacerse de pie a sentado, de compartirse a venderse.

 

 

«La voz de Antonio Hermosín sabe a los terruños de albero de las cuevas de Alcalá, a castillo y adoquines, a pan tostao. (…) Resuelve los misterios melódicos mandando en el cante, domeñando el compás y el aire alcalareño que le acarició la cara nada más nacer»

 

 

 

 

Paola Hermosín, hija del ponente, contribuyó con sus conocimientos musicales a apoyar la tesis que Antonio iba desmigando. Entre los dos fueron explicando cómo el cante de Alcalá debía su nacimiento a la oportuna mezcla de estilos y melodías y que si bien se etiquetaron atribuyéndole la creación a determinados cantaores, quizá no fueran ellos los que los inventaron, sino sus intérpretes más notables.Lo que sí estaba claro es la importancia de la familia de Los Paula en la reelaboración de los estilos y la marca que sellaron con su personalidad. Agustín y Juan Talega, Joaquín el de la Paula y su hijo Enrique, Manolito de María… fueron piezas fundamentales de la historia del cante alcalareño. Como lo fue también Diego del Gastor. Alrededor de su guitarra se forjó una forma distinta de cantar.

 

¡Qué emotivo cuando Hermosín se sirvió de algunas letras de Joaquín para explicar el dolor de un padre al que se le va su hija! Este célebre cantaor que no dejó nada grabado, cuyo legado conocemos por su hijo y otros coetáneos suyos, le dio majestuosidad alargando el número de tercios incluso de 4 a 8. También reduciendo los melismas. Pero no solo basó su disertación en las aportaciones de Joaquín. Después abordó cantando una ingente cantidad de variantes analizando los tercios que coincidían entre ellas, las melodías que se repetían, aquellas otras que se matizaban, las que se mezclaban o las que derivaron en otros sonidos con la creatividad de los cantaores que las ejecutaron. Lo ejemplificó desgranando las maneras de Manolito de María, Talega, Mairena, Joaquín, Agustín… con las versiones de La Andonda, La Jilica, El Cuacua, La Roezna…, demostrando unos conocimientos sin parangón y un dominio absoluto del cante. No hay quien le haga sombra en estas lides. No en vano, culminó esta parte con dos versiones de cosecha propia.

 

Lo acompañó a la bajañí José de Pura. Un gitano de Chiclana que bebió de los manantiales moronenses y que puede presumir de sonar distinto en un panorama guitarrístico donde prima el virtuosismo por encima de la personalidad. Él sin embargo la tiene. Las caricias de sus manos conocen los secretos de los bordones morenos. Sabe meter los dedos en los seis ríos de plata para arrancarles los pellizcos que dotan de una sensibilidad exquisita a la pulcritud de su toque.

 

Entre salías, remates, variantes, versiones y melodías, Hermosín dio una lección inaudita pero accesible para todos los públicos. Su voz sabe a los terruños de albero de las cuevas de Alcalá, a castillo y adoquines, a pan tostao. No la adorna con florituras. Sí con solemnidad. Ataca los tercios con la intensidad que merecen. Resuelve los misterios melódicos mandando en el cante, domeñando el compás y el aire alcalareño que le acarició la cara nada más nacer. Sin dedicarse a esto, podría decirse que es hoy quizá el mejor conocedor de la soleá de Alcalá. Y te cruje los huesos cuando la entona con el empaque atronador que brota de su garganta sabia. Como también lo hizo al despedirse con un fandango de El Curilla de Alcalá por soleá y otro al aire para poner la guinda a una noche inolvidable.

 

 

Ficha artística

XXV Aniversario Casa del Flamenco
Peña Flamenca Soleá de Alcalá, Alcalá de Guadaíra (Sevilla)
Viernes 10 de marzo de 2023
La soleá de Alcalá, repertorio e intérpretes
Conferencia y cantes: Antonio Hermosín
Guitarra: José de Pura
Ponente invitada: Paola Hermosín