Sabor a Utrera en Coria con Mari Peña y Antonio Moya
La cantaora utrerana Mari Peña y el guitarrista Antonio Moya han actuado en la Peña Flamenca Paco Mazaco (Coria del Río) dentro del programa de la Federación Provincial de Entidades Flamencas de Sevilla que rinde homenaje a Manuel Márquez El Zapatero. Hasta el movimiento de las pestañas lo hace con un compás natural.
La Peña Flamenca Paco Mazaco, de Coria del Río (Sevilla), es del año 1975, luego ya ha llovido. Está en la calle Sacrificio, cuyo coqueto y ensolerado local fue en su día un colegio. Tiene una pequeña barra atendida magníficamente por el coriano Nicolás, una persona amable. El presidente actual es el trianero Pepe Esquivel, aunque ya es más coriano que trianero. Este hombre hace que te sientas como en tu casa y todos los artistas que van a actuar o solo a echar un rato salen hablando gloria bendita. Es lo que ha pasado hoy con la cantaora utrerana Mari Peña y el guitarrista Antonio Moya, su marido: que se han ido para Utrera no sin antes deshacerse en elogios hacia esta entidad y sus buenos aficionados, entre ellos Pedro Barco, el joven cantaor Antonio Aguilera y el guitarrista José Antonio Cárcel.
Los artistas citados venían a tomar parte en un circuito de la Federación Provincial de Entidades Flamencas de Sevilla que rinde homenaje al veterano cantaor de Villanuena del Ariscal Manuel Márquez El Zapatero. Mari Peña venía herida por la muerte de su tío Manuel de la Buena, que falleció anoche con algo más de 90 años. Uno de los grandes flamencos de Utrera. Y como venía herida, cantó con dolor una buena tanda de soleares y seguiriyas, aunque también bordó unos tientos-tangos que nos recordaron al gran Gaspar de Utrera, unas sabrosas cantiñas de Pinini y unas bulerías festeras y aromáticas marca de la casa, con el inevitable recuerdo de Fernarda, Bernarda o su tía Luisa. Gran recital de los dos, la cantaora y el guitarrista, lleno de compás y sabor.
«Mari Peña no se adorna, no da ojana ni intenta engañarte. Escuchándola hay que recordar lo que para Antonio Mairena era la pureza en el cante: el sabor al paisaje. Mari sabe a su pueblo, a sus calles y patios encalados»
Por fin pudimos escuchar en vivo a la hija de ambos, Manuela, que, aunque no estaba en el programa para cantar sino para tocar las palmas, se marcó unas bonitas bulerías con gran desparpajo. Manuela promete, porque tiene aplomo en el escenario y una voz de una enorme frescura gitana. Total, que la tarde ha sido de un sabor a Utrera embriagador, lluviosa, que le dio más sabor aún y algo más de recogimiento, algo fundamental en estos recitales para poquitas personas, unas veinte.
Mari Peña es una gran cantaora emparentada con la mejor flamenquería de su tierra, como indica su apellido. Tiene un sello, sin renunciar a su escuela, la de su familia. Canta con la misma naturalidad que habla, y ahí radica en parte su valor como artista. No te vende la moto, algo lamentablemente tan habitual en nuestros días. No se adorna, no da ojana ni intenta engañarte. Escuchándola hay que recordar lo que para Antonio Mairena era la pureza en el cante: el sabor al paisaje. Mari sabe a su pueblo, a sus calles y patios encalados. Canta gitano, pero sin ser excesivamente rancia. Y todo, hasta el movimiento de las pestañas lo hace con un compás natural que te lleva mentalmente a otras épocas del cante y el baile, porque también baila y es de las que saben poner los brazos en su sitio.
Su marido, el guitarrista Antonio Moya, es un maestro del toque más clásico de esa zona de Sevilla, entre Utrera y Lebrija. Pocos saben tanto como él de cómo se conduce el cante de una artista como Mari, sin molestarla, dándole siempre la nota exacta y el olé a tiempo.