Eduardo y Origen: el guerrero de la ovación sempiterna
Crónica de la actuación del bailaor gaditano Eduardo Guerrero en el Teatro Real de Madrid con su montaje 'Origen'. «Un artista con una gran sensibilidad que trasciende las lindes del flamenco y del arte en general».
El espectáculo Origen de Eduardo Guerrero es la semilla de la que va a germinar hoy el título de esta crónica. El bailaor gaditano, que comenzó a dar sus primeros pasos flamencos con seis años en su ciudad natal, en la escuela de Carmen Guerrero, posee un estilo tiznado de estigmas clásicos y contemporáneos, lo que le permite alcanzar una técnica, colocación y movimientos muy personales e incomparables. En 2011 empezó en solitario una carrera profesional que le ha brindado numerosos reconocimientos a su gran esfuerzo y competencia, entre los que se encuentran el Premio Desplante del reconocido Festival de las Minas de la Unión, el premio al Gaditano del año en dos ocasiones o el Premio Lorca Intérprete Masculino Danza Flamenca en el 2022.
El gesto y la vestimenta austera del elenco de Eduardo habitan la concavidad del escenario. Al toque, Pino Losada y al cante, Eva La Lebri, Ana María Polanco y Pilar Sierra La Gineta. Tres cantaoras que ocupan el proscenio de las tablas del Teatro Real de Madrid para dar con el sabor del quejío sobrio en la sensibilidad de quienes saben apreciar el cante. Tres voces diferentes que desvelan la firmeza y el carácter de unas mujeres que van a proteger la danza de Guerrero como si fuera suya. Y como aojado por la melodía femenil, el protagonista se acerca a las escaleras de las tablas acunado por la misma sobriedad de la que ellas se despojan.
El bailaor entra con un solo de pies que incita al guitarrista a aferrarse a él y comenzar una fusión en la que cada paso y cada movimiento están acompañados de forma minuciosa por la melodía del instrumento.
En cuanto al cante, es La Lebri en esta ocasión la que pone voz a la conmovedora danza de Eduardo Guerrero. Cabe destacar la templanza con la que cincela su cante y la sinceridad con la que disfruta de la interpretación de su compañero por taranto. Este ofrece una belleza plástica pocas veces vista antes, pues parte de la perfección en el desarrollo del zapateado reside en la linealidad y el gran control de su figura. Su característico paseo de rodillas por el escenario marca un final que despunta con su fugaz salida del escenario.
A continuación, el solo de guitarra de Losada. Los acordes de una zambra mantienen al público transitando en la incertidumbre durante toda su ejecución. Unos tangos pausados de cadencias moriscas que invitan a entrar en un ambiente distendido con espacio para la reflexión. En este caso, las cavilaciones descansan sobre el paralelismo que se puede establecer entre el guitarrista y el bailaor: el equilibrio entre la dulzura y la tensión, la pasión y el sentimiento. Y sobre todo, la capacidad para mantener a los asistentes expectantes hasta el último momento de la actuación.
«Entre cantiñas y alegrías de Cádiz, Eduardo Guerrero hilvana marcajes sencillos con una picardía que rápidamente se hace dueña del baile, pero siempre dejando espacio a la exigencia del compás y la pulcritud de sus tacones»
La batuta sigue estando en manos de Diego, que descubre un compás por seguiriyas para anunciar la vuelta de las cantaoras al escenario. Estas, con la misma frugalidad que al inicio, se sientan casi de manera coreográfica para disfrutar una vez más de la presencia de Eduardo, que aparece como un resorte bajo los focos cenitales. El gaditano aprovecha cada tercio del cante para hacer uso de una perfecta autonomía y mover cada extremidad de su cuerpo de manera independiente. En esta circunstancia, la percusión marca el ritmo y la estética de su baile con la claridad y la exactitud que merece este palo. Golpes secos de cuerpo y pies y ciertas manifestaciones en sus movimientos que bien podrían representar una autoflagelación llaman al macho de la seguiriya para volver a regalar un final apoteósico a los asistentes.
El peso y el grosor de la voz de Ana Polanco acordándose de la Paquera de Jerez dejan un terreno llano y repleto de magia para el momento que se va a desarrollar. Y es que poco a poco va asomando el perfil retrechero de unos tangos que el protagonista del espectáculo acompaña con las molduras festeras que estos requieren. De la soledad de sus noches sin luna se desprende una feminidad incontrolable, así como unos súbitos movimientos de cadera, pasitos cortos y movimientos circulares que se mezclan con la masculinidad de una anatomía que no pasa desapercibida y que cimenta la danza con elegancia y distinción.
Después de este momento, el entusiasmo queda de forma inevitable taraceado en el ambiente. Entonces, entre cantiñas y alegrías de Cádiz el bailaor hilvana marcajes sencillos con una picardía que rápidamente se hace dueña del baile, pero siempre dejando espacio a la exigencia del compás y la pulcritud de sus tacones. Un momento único va a marcar la diferencia entre el creador y el resto de artistas que han pasado por este escenario. Se puede percibir que la adrenalina y la algarabía comienzan a crecer de manera persistente, así como la emoción de los espectadores, pues nunca se vio que un baile se extendiera tanto en el tiempo gracias a la perennidad de los aplausos en cada mínimo remate. Tres letras por alegrías vuelven a arrancar la ovación incesante de los aficionados y un Eduardo Guerrero lleno de orgullo, agradece espontáneo y conmocionado la acogida del espectáculo.
Está claro que sin dejar de hacer alusión al gran trabajo que hay detrás, este artista tiene una gran sensibilidad que trasciende las lindes del flamenco y del arte en general. Pero es que además del talento, le acompaña una extraordinaria inteligencia tanto a nivel emocional como artístico. Por eso ha sabido escoger un elenco de artistas que no solo ha conseguido mecer su baile, sino elevarlo a un nivel estratosférico. Gozan de una notable singularidad la profesionalidad, el cariño con el que consiguen embellecer cada movimiento del bailaor y el respaldo que pretenden aportarle para que en todo momento sea consciente de que no van a dejarlo solo.
Esto es lo que necesita el público. Gente sensible al arte que sea capaz de revelar las vísceras en cada movimiento, que baile con rabia y con franqueza. Que tenga el ingenio suficiente para que los aficionados vuelvan a casa arropados por la verdad del flamenco.
Ficha artística
Origen, de Eduardo Guerrero
Flamenco Real, Temporada 2022/2023
Teatro Real de Madrid
28 de junio de 2023
Baile: Eduardo Guerrero
Cante: Eva María Ruiz La Lebri, Pilar Sierra Villar La Gineta y Ana María Polanco
Guitarra: Pino Losada