El Farru, Fernández y flamenco: a corazón abierto
En el IX Tacón Flamenco de Utrera, El Farru puso su alma sin piel a merced de la gente. De Utrera al cielo para rendir honores a su padre El Moreno.
El latido en la garganta. También en las manos. Y en los pies. Los sentimientos desnudos del gitano blanquito de la familia Fernández desparramaos por la tarima. El Farru puso su alma sin piel a merced de la gente. De Utrera al cielo para rendir honores a su padre El Moreno.
Cuando te llega el aliento de un flamenco de respeto… Cuando te ves reflejado en las lágrimas que asoman a unos ojos compungidos en el abrazo a una abuela… Cuando sientes el calor de la familia que no oculta las heridas… Es imposible no emocionarse. Si además lo vives rodeado de gitanas y gitanos nobles que se deshacen jaleando al Farru con la efusividad que otorga la sangre, sería inhumano salpicar tinta sin un repeluco en las carnes.
Fernández y flamenco no es el resultado de llevar la intimidad al espectáculo, sino al contrario: hacer de un espectáculo el cobijo de la intimidad. Y en el Tacón Flamenco saben cómo tocar las fibras. El formato teatro arena tuvo parte de culpa. Que el público comparta el escenario con los artistas permite notar su respiración, cómo vibra el suelo, abrigarte al arrope de su humanidad, vivirlo en primera persona frente a la mirada transparente de uno a uno de los Fernández.
«Cuando te llega el aliento de un flamenco de respeto… Cuando sientes el calor de la familia que no oculta las heridas… Es imposible no emocionarse. Si además lo vives rodeado de gitanas y gitanos nobles que se deshacen jaleando al Farru con la efusividad que otorga la sangre…»
Enredado entre la familia me contagié. Me traje un nudo en la garganta y un deseo que pa mí se queda. Empecé anotando cosas para contarles algo. Solo consigo ver garabatos de sensaciones y el placer de haberlo sentido. Pero tengo que escribir. Aunque no haya palabras inventadas que describan con justicia lo que digo. No me queda otra que disculparme por rebajar a literatura barata la grandeza de un apellido.
Salió vistiendo una chaqueta luminiscente que lucía en la oscuridad. Se podía leer El Moreno o Fernández en sus costados. Y una imagen de su padre en la espalda. Estuvo acompañado por el dúo Makarines, Lolo a la percusión, José Gálvez a la guitarra, Africa de La Faraona y Polito al baile, además de Ezequiel Montoya y Juan Negro al cante. El Farru hizo de todo. «Flamenco multiusos», como dijo su madre La Farruca. Así principió por tonás entonando sensible, dando a conocer su faceta de cantaor. Arremetió con enjundia echándole lo que pedían los tercios para trocar el martinete por la seguiriya en la voz de Ezequiel, que gasta sedas en la garganta y duele bajito sin gritar, acaricia. El Farru le bailó inspirao, conteniendo en los paseos, parándose en el lamento y empujando. Lloró en los silencios con sus pies potentes. Desde la punta del tacón a las pestañas le recorrió el duende. Después tocó su guitarra enchufada, que aunque sonó menos brillante por la amplificación, flamenca al fin y al cabo en las manos diestras del bailaor.
Continuaron los cantaores por fandangos robando aplausos. Los estribillos en homenaje a Caracol y Chocolate, de los que se acordaron después con sus exquisitas versiones. El dúo Makarines se marcó alguno a dos voces. El Polito irrumpió con su baile por bulerías. Se subió a la horizontal de un cajón. Luego a la estrechez de la vertical. Y se atrevió percusionando. Bailó pa comérselo, despellejándose en la entrega, demostrando cuánto vale. Por la calidad de sus pies, la redondez del braceo, el movimiento del cuerpo y los mordiscos que pegó en cada desplante.
Lo de El Farru por alegrías fue magistral. Sedujo con la chaqueta, los hombros y las figuras que dibujaron su pícara virilidad. Los contoneos no están reñidos con el baile de un hombre. Hay que saberlos encajar. Un zapateao generoso sin más acompañamiento que su propio compás arañó una ristra de oles. Este gitano sin fin birló la sal de Cádiz rebautizándola con los colores morenos de una Sevilla cabal, regocijándose con el ritmo. Mandando donde hay que mandar.
«África de La Faraona tiró sus tacones ante el busto de El Moreno que presidía el escenario en un lateral. Le dijo: «Tete, sé que estás ahí. Cántame, guapo, que te voy a bailar con toda mi alma». Y para secar el llanto de la familia ante las formas con las que lo pidió esta gitana, se hizo la bulería»
África de La Faraona tiró sus tacones ante el busto de El Moreno que presidía el escenario en un lateral. Le dijo: «Tete, sé que estás ahí. Cántame, guapo, que te voy a bailar con toda mi alma». Y para secar el llanto de la familia ante las formas con las que lo pidió esta gitana, se hizo la bulería. Bailó descalza con arrojo, desparpajo, arte y jonda feminidad. Incluso sentada en la silla. Después El Farru enloqueció con los tangos en un diálogo con la formidable percusión de Lolo. Y llegó entonces el momento. Le pidió a su abuela que saliera a cantarle. Siglos de gitanidad en una garganta veterana de terciopelo templaron los tangos que bailaron El Farru, El Polito y África, que entró con un canasto de flores regando el suelo del teatro. La Mama Dolores se gustó en el cante para homenajear a su hijo del que volvió a despedirse llorando por enésima vez. Ahora ante el busto que presenciaba el amor que le brinda su familia al completo.
El Farru se sintió más que «premiado , orgulloso y bendecido por poder mostrar lo que siente para continuar perpetuando el legado de humildad, nobleza y amor» que les dejó su padre. Agradecido por hacerlo de esta forma tan «íntima y cercana no solo por sentir juntitos la música, sino por recibir el calor, mirar a la gente a los ojos y ver sus sonrisas». Dedicó su actuación al homenajeado pero también a su madre, La Farruca, por haber sacado adelante una familia mascando el dolor de la pérdida. Y a su abuela por haber parido a El Moreno. Un ramo de flores para ella. Un beso en la frente a su madre. Y se dispuso a cantar con su guitarra con la privacidad que ofrece compartir las penas. Que se volvieron bulerías para abrochar la noche rematando la faena.
José Gálvez tocó pa echarle de comer aparte. ¡Qué guitarra más flamenca! Juan cantó con dulzura y todos bailaron para rubricar el sello de una estirpe sin igual. Pataíta de categoría de Lolo, también Fernández. Pero ninguno se olvidó de mirar a la figura de El Moreno, que cual tótem de sangre gitana recibió los besos al aire que dedicaron con pasión. Conjugaron el cante bonito, sin desgarros, con la emotividad familiar. Y esto fue otra cosa. No vi un espectáculo de efectismo que apuntara a lo comercial. Vi a una familia unida que vino a perpetrar el reconocimiento a un padre, a un marido y a un hijo, abriéndose en canal. A corazón abierto.
Fotos: Pocket Studio
Ficha artística
IX Tacón Flamenco de Utrera
Homenaje a Juan Fernández Flores El Moreno
Teatro Enrique de la Cuadra, Utrera
24 de febrero de 2023
Fernández y flamenco
Baila, canta y toca: El Farru
Cante: Ezequiel Montoya y Juan Negro
Guitarra: José Gálvez
Baile: El Polito y África Fernández (de La Faraona)
Percusión: Lolo
Cante y palmas: Makarines