David El Galli: de Morón al polígono sur
El castillo por testigo sobre el Auditorio Riberas del Guadaíra. Fedatario del paso adelante de un cantaor de plata. Pero David El Galli brilló como el oro en un espectáculo digno.
El castillo por testigo sobre el Auditorio Riberas del Guadaíra. Fedatario del paso adelante de un cantaor de plata. Pero David El Galli brilló como el oro en un espectáculo digno. Como también resplandecieron las campanas gordas de los bordonazos de Paco de Amparo. Trajo su toque a cuerda pelá para dejarnos la piel achicharraíta con la cal viva de Morón. Paco Iglesias nos la alivió con su guitarra dulcificada de filigranas. Una de cal y otra de arena. Los pies de Juan de Juan asentaron la mezcla sobre la que El Torombo puso la gracia. Melchor Borja al piano y el bajo, Miguel El Cheyenne a la percusión y Antonio Amaya El Petete a las palmas y la pataíta del broche, que supo a gloria, mimaron la masa de este pan alcalareño.
La función se antojó algo endeble en cuanto a la dirección escénica. Pero unas cuantas transiciones sin cubrir, un par de temitas frescos, más comerciales, quizás demasiada instrumentación en ocasiones y tres detalles de menor importancia no pueden enturbiar la buena lección de cante que dio El Galli. Tampoco el sonido, que no fue especialmente bueno, en contraposición a la calidad incuestionable de todo el elenco artístico. Con lo que este crítico rancio entresacó con cariño esos momentazos de la obra conformando para sí un recital que gustó restregárselo por el pecho hasta quedar perfumado con su aroma.
Las voces en off que salpicaron los cambios en los que pudimos escuchar a Tragapanes, Paco de Lucía o Dieguito de Morón, ayudaron a romper el negro escénico con un cenital redondo iluminando a Paco de Amparo. Se marcó un solo de guitarra soberbio como anticipo de una noche preñada del embrujo que hay atrapado entre sus cuerdas. Después El Galli sembró una toná a cada lado del proscenio y la debla en el centro. Comenzó por la de la serrana rebelde, para irse a la huerta del tío Molina y rematar con reaños la debla trianera que nos trae el recuerdo de Tomás Pavón. Principió así mostrando los surcos de su garganta afillá, que retuerce suavito en los tercios melódicos y te da un arañazo cuando embate con intención.
Iglesias a la guitarra destapó la seguiriya. David se cobijó en la pena sin vocear, señalando un registro más contenido, recogiéndose en el negro lamento. Se miró en Juan Talega para herir con las variantes del Loco Mateo y Paco la Luz. Sin abandolarse después, plantó dos malagueñas de corte clásico, destacando especialmente en la de Chacón. Y llegó la soleá para levantarnos del asiento. El toque reposao de Paco, plagado de recortes y estallidos de bordones con la prima, hizo la cama para que la nuez terruna de El Galli se luciera. Empezó despacito desde la salía, mascando el cante con el regusto de los que se han emborrachao en Alcalá. Sin caer en la pedantería de exponer un catálogo de versiones, se perdió por las callejuelas del pueblo que lo acoge y le hizo un monumento a la soleá sabiendo dónde pisaba. Derrochó maestría magullándonos las carnes con cada quejío.
«La nuez terruna de El Galli se lució. Empezó despacito desde la salía, mascando el cante con el regusto de los que se han emborrachao en Alcalá. (…) Le hizo un monumento a la soleá sabiendo dónde pisaba. Derrochó maestría magullándonos las carnes con cada quejío»
El sabio Torombo desplegó su verbosidad filosófica con age. Presentó sus respetos a los maestros, citando la memoria de Diego del Gastor, Juana la del Revuelo, Pepe Ríos, Joselero, Raimundo Amador… de Morón al polígono sur. Y emocionó recitando. Se pegó una patá para el recuerdo y la excitación lo llevó al suelo. Pero tuvo arte hasta para caerse. Se levantó como si le quemaran las tablas y de coraje profirió: «el flamenco no va con esos colorantes que nos venden, lo imperfecto también es flamenco» Y el público enardecido ovacionó el momento.
Después fueron todos al son de bulerías con el relente de la instrumentación. Melchor reinando con el bajo y el piano, El Cheyenne cuajando el soniquete a la percusión, las guitarras al unísono (aunque a veces se empastaron), El Petete y Torombo sobraos de compás con sus palmas. Pero cuando llegó el instante de recordar el hermanamiento de la guitarra de Morón con los aires de la campiña, el de Amparo acalló y El Galli mandaba evocando los ecos lastimeros de la genialidad cantaora de Gaspar de Utrera. ¡Qué manera de abordar los tercios!
Juan de Juan bailó improvisando dibujos y desplantes eléctricos con más rapidez, rabia y potencia que finura. Con más efectismo que elegancia, pero encendiendo al respetable que respondía acalorado ante su propuesta. Algo excesivo en los saltos o los paseos donde arrastraba los pies. Pero aún así, agradando.
Con un tema por tangos que Antonio Canales le compuso a su Momá Pastora terminó el asunto. El público en pie con las palmas rojas pedía el bis. Y por bulerías se echó el cerrojo. La pataíta de El Petete traslució el gran bailaor que es, aunque anoche estuviera a la sombra. Juan de Juan no se contuvo la respuesta y salieron todos entre bambalinas para celebrarlo por las cuevas de Alcalá.
Fotos: Pocket Studio
Ficha artística
David El Galli: de Morón al Polígono Sur
Ciclo Flamenco Viene del Sur
Auditorio Riberas del Guadaíra
11 de noviembre 2022
Cante: David El Galli
Guitarras: Paco de Amparo y Paco Iglesias
Piano y bajo: Melchor Borja
Percusión: Miguel El Cheyenne
Compás y palmas: El Torombo y Antonio Amaya El Petete
Artista invitado al baile: Juan de Juan