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El Potaje de Terremoto y Tierra Flamenca

María Terremoto y el fin de fiesta de Tierra Flamenca salvaron al LXVI Potaje Gitano de Utrera de pegarse en la olla. El decano de los festivales le resta calidad al cartel pretendiendo agotar la taquilla con el señuelo de artistas famosos pero con menos peso flamenco.


Por mor de no aburrir con mi pluma más de lo que algunos lo hicieron con el cante, intentaré ir al grano. María Terremoto y el fin de fiesta de Tierra Flamenca salvaron al Potaje de pegarse en la olla. Con la excusa de que el fin justifica los medios, el decano de los festivales le resta calidad al cartel pretendiendo agotar la taquilla con el señuelo de artistas famosos pero con menos peso flamenco. La recaudación va a parar a la cuenta de la obra social de la Hermandad de Los Gitanos de Utrera, organizadora del festival, para su labor solidaria de caridad. Si así lo vienen haciendo desde algunos años atrás será porque les funciona. Pero me permito dudar del acierto. Creo que el caché de los artistas que encabezan la foto, por disminuido que esté para la ocasión, sobrepasa con creces al puñao de entradas de más que se pudieran vender. Pero esto son suposiciones mías, como mías son las opiniones que les vierto a continuación: el homenaje a María Jiménez se me antoja más que oportuno. Olvidarse del baile, programar a Argentina y a Kiki Morente, no. Como tampoco fue de recibo despachar con poco tacto a la prensa gráfica a las esquinas del escenario dificultando su labor. Algo contrapuesto a las deferencias y el buen trato que recibimos el resto en las mesas presidenciales.

 

Presentó por primera vez el Potaje el periodista de ABC Luis Ybarra. Lo condujo con naturalidad, que ya es un paso importante para estrenar su juventud en estas lides. El mantenedor del ofrecimiento a María fue el cantante Manuel Lombo. Tras un emotivo discurso rebosante de halagos, se marcaron ambos un entrañable dueto con un Cheque en blanco en el que la trianera dejó cristalino que sigo siendo yo. Dijo el cante sin voz pero preñado de arte. Y me arrancó los oles del paquete cerrado que me sobró de las actuaciones de Antonio Reyes y Argentina. Estos fueron los dos artistas que abrieron el festival antes de llegar a los actos protocolarios de cuyos detalles me olvido porque se encargará de reseñarlos la compañera Estela Zatania en este mismo portal.

 

Con la extraordinaria guitarra de Riqueni y su obra Amarguras de fondo, se proyectó un vídeo in memoriam a Diego Begines, que fue hermano mayor de Los Gitanos y falleció durante la pandemia.

 

Al cinco por medio de la guitarra de Paco León entró con solvencia por soleá el chiclanero Antonio Reyes. Siguió caracoleando por tangos con el compás de las palmas de Tate Núñez y Cepa. Le hizo un guiño a Juan Villar y remató el cante metiendo un fandango y el Rosa María camaronero casi al final. Quiso perfumar la seguiriya con olor a clavo y canela, un par de letrillas más y el cambio valiente, sin derroches. Ni con las bulerías más calentitas ni con los fandangos con los que abrochó su actuación, a pesar de evocar a Perrate en aquel que cantaba la locura por conveniencia y el otro en el que Caracol decía que me voy a morir, consiguió redondear su noche. Porque cantó aliviado y para atrás la mayor parte del tiempo. Sin arriesgar. Además de que se tomó respiros en la cadencia del cante que lo ralentizaron sobremanera. Lejos de suponer un juego con el compás se convierte en un recurso facilón que atrae o despista. Le va a durar la garganta más que un martillo en manteca. Pero a pesar de todo encandila. Tiene miel en las comisuras de los labios y la derrama cuando abre la boca. Con lo que se lleva el aplauso asegurado por el don que le regaló la gracia divina. No se le puede poner pega alguna al acompañamiento de Paco a la sonanta. Sus bordoneos ceperianos y la jondura de sus cuerdas anotan tantos en la responsabilidad de la ovación que recibieron tras su lenta y larga intervención.

 

 

«A ver quién le dice a esta niña que no suba la voz si tiene empujando detrás la sangre de la casa de los Terremoto. Le brota del gañote como cuando se descorcha un vino. Y le rebosa solera para mandar»

 

 

Si Antonio se durmió en los laureles, Argentina cantó pasada de vueltas, atropellada y con desatino. Con más ruido que nueces. Ofreció una actuación de casi hora y cuarto confundida. Porque aquello pareció su recital en exclusiva y era un festival en el que otros compañeros aguardaban en los camerinos y el público para encajar algún pellizco entre tercio y tercio. Cosa que se apreció imposible por la velocidad con la que derramó los cantes. Como la que coge fresas por cuenta en los campos onubenses. A las palmas estuvieron El Torombo y El Oruco. Y el par de guitarras en las manos de El Bolita y Eugenio Iglesias ora se compenetraban ora se solapaban empastando en un garabato de sonidos encabalgados. Argentina hizo una breve salida acordándose de cómo suena el río en la memoria de Lole y Manuel para contarnos después por guajiras la vida de un artista. Tributó a Gaspar de Utrera por tientos tangos, apretó en la soleá por bulería y luego buscó la melodía de la malagueña, la media granaína y la jabera. La obligada seguiriya con el macho del crujío de los cristalitos de Mairena dio paso a las cantiñas. Antes de coronar con tres fandangos de Huelva y uno de Alosno que le dejó cantar al respetable a modo de coro escolar, calzó medio libro de letras de Fernanda y Bernarda por bulerías sin encontrarse. Le pidió a Dios un favó, preguntó por qué me dijiste que ibas a vení, no quiso que se enterara el sultán, quiso cambiar y él no quiso, se fue a los montes de Armenia, rogó a Consolación divina… Y ni por esas llegaron los arañazos a pesar de traer un repertorio estudiado, mascado y casi perfecto de no ser por la ausencia de calor. También hizo el cuplé de María de las Mercedes y se miró en Adela La Chaqueta perdiendo la cabeza por su amor. Se entregó, lo dio todo, demasiado. Lo intentó. Pero estresó con las formas.

 

 

El Hermano Mayor de La Hermandad de Los Gitanos de Utrera le entrega la escultura a María Jiménez. LXVI Potaje Gitano de Utrera. Patio del Colegio de Los Salesianos, Utrera. 25 junio 2022. Foto: Pablo Anaya

 

 

Cuando Kiki apareció en el escenario se derritieron en el público. Un yogurín vestido de blanco, con un melenón al viento, ojazos azules, boquita de piñón y guitarra en mano hizo cosquillitas con su voz susurrada. Para cantar flamenco no hay que ser feo, está claro. Hay que saber hacerlo. Y Kiki tiene hipotecado su cante por el corsé de su apellido. Lo acompañó un buen tocaor, David Carmona. A las palmas Juan Serrano. Cantó por soleá, Levante, seguiriya, tangos y bulerías. Vociferando plano o recogiéndose en un desorden de melismas cansinos de los Morente. Solo suena bonito, pero carece de entidad flamenca para ser uno de los cabezas de papel del que puede presumir de ser uno de los festivales flamencos más señeros de la piel de toro. Sirvió de reclamo para dos gatos y cuatro gatas a cambio de pervertir el cartel buscando el beneficio para buenos actos. Y no sé si los aficionaos perdonan la justificación. Por mí se lo podrían haber ahorrado. No le dedicaré más tiempo al error.

 

A lo mejor tendría que retractarme de algo antes de hablar de María Terremoto. Porque siempre la incluyo en el saco de los repetidos. Figura en la cartelería de medio mundo con cantes casi calcados una y otra vez. Dije de ella en alguna ocasión sin ninguna acritud que es una cantaora corta en cuanto a los estilos que aborda, que a veces abusa del grito y que necesita cultivar los bajos. Pero siempre la lía. Salvando las distancias… ¿Acaso no era corta Fernanda? María demostró anoche que también puede cantar por Levante con decencia, aunque se desenvolvió como nadie en la soleá por bulería con la que comenzó a formarla. Manejó a su placer, se vio con La Andonda, ligó con Triana, se miró en Mairena y puso el tapón por Carapiera con esa letra de gusanitos comíos. Los tangos fueron para Pastora Pavón y Juana la del Revuelo. La primera pataíta de la noche vino con el age de Jerez. Valencia y Cantarote a las palmas y Nono Jero a la guitarra la placearon por Utrera cuajaos de compás. Se fue encendiendo. A ver quién le dice a esta niña que no suba la voz si tiene empujando detrás la sangre de la casa de los Terremoto. Le brota del gañote como cuando se descorcha un vino. Y le rebosa solera para mandar. ¡Grita María! Ahora sí. Que se enteren hasta en Graná de lo que vale un peine. Ese poderío desbocao desmorona el sentío en la bulería en la que metió a tiempo incluso una nana o la trilla. Bailó y cantó a cappella. Cantarote sembró otra patá. A María no le hizo falta más para arrasar. Por eso canta lo que canta. Y lo hace muy bien. María Terremoto salvó el Potaje junto con el cuadro Tierra Flamenca que vino detrás.

 

 

«Mari Peña coqueteó con Lebrija y sentenció con el sello de Utrera, que para eso es la única que hoy lo pasea. Que la releguen a un cuadro y haya pisado el Potaje en dos o tres ocasiones no tiene explicación alguna cuando debería estar casi a perpetuidad por ser garante del sabor que rezuma esta tierra cantaora»

 

 

El fin de fiesta lo formaban Cancanilla de Marbella, Juanfra Carrasco, José Méndez, Mari Peña, Maela Jarrita y Remedios Reyes (madre e hija; madre y hermana de Antonio Reyes) las palmas de Tate y Cepa, el baile de Soraya Clavijo y el son de las guitarras soberbias de Antonio Moya y El Perla que tintaron de flamencura la guinda del festival. Bien podría hacerse un Potaje con este cuadro. Maela puso el arte de la veteranía sobre las tablas y José Méndez glorificó su casta en el cante con potencia y soltura. Un cantaor olvidado en Jerez, poco reconocido en Sevilla a pesar de llevar en la nuez la capacidad de pellizcarte a sorbitos. Soraya bailó con espontaneidad, Remedios cantó y bailó flamenquísima, afinó el recuerdo a Enrique Montoya y su Señorita. Juanfra puso el dulce acaramelado en los graves de una voz que cautiva por el gusto que le imprime al cante. Se peleó a caricias con la bulería y escondió en sus puños las flores de Extremadura. Mari Peña coqueteó con Lebrija y sentenció con el sello de Utrera, que para eso es la única que hoy lo pasea. Que la releguen a un cuadro y haya pisado el Potaje en dos o tres ocasiones no tiene explicación alguna cuando debería estar casi a perpetuidad por ser garante del sabor que rezuma esta tierra cantaora y del que hoy se escasea. Moya y El Perla se fueron a Morón a doblar falsetas uno por los bordones y el otro picando por debajo, además de acompasar la bulería al soniquete utrerano. Y Cancanilla se lució hasta guardándose las gafas en el bolsillo de la chaqueta. Bailó con la gracia que no se compra, cantó con la sabiduría de los años y un paladar privilegiado al que tampoco se le hace justicia. Con su reniego seguiriyero por bulería y un bailoteo de arte hicimos la digestión hasta otro año.

 

 

Ficha artística

LXVI Potaje Gitano de Utrera
Patio del Colegio de Los Salesianos
Utrera, 25 de junio de 2022
Homenaje a María Jiménez
Cante: Antonio Reyes, Argentina, kiki Morente, María Terremoto, cuadro Tierra Flamenca (Cancanilla de Marbella, Juanfra Carrasco, Remedios Reyes, Maela Jarrita, José Méndez y Mari Peña. Guitarras: Antonio Moya y Raúl El Perla. Palmas: Tate Núñez y Cepa)
Guitarras: Paco León, José Quevedo El Bolita, Eugenio Iglesias, Nono Jero, David Carmona, Antonio Moya, Raúl El Perla
Palmas: Manuel Valencia, Manuel Cantarote, Tate Núñez y Cepa, El Torombo y El Oruco, Juan Serrano.
Baile: Soraya Clavijo

 

 

Antonio Reyes y Paco León. LXVI Potaje Gitano de Utrera. Patio del Colegio de Los Salesianos, Utrera. 25 junio 2022. Foto: Pablo Anaya

 

Argentina y José Quevedo Bolita. LXVI Potaje Gitano de Utrera. Patio del Colegio de Los Salesianos, Utrera. 25 junio 2022. Foto: Pablo Anaya

 

Kiki Morente. LXVI Potaje Gitano de Utrera. Patio del Colegio de Los Salesianos, Utrera. 25 junio 2022. Foto: Pablo Anaya

 

Cepa, Tate Nuñez, Antonio Reyes y Paco Leon. LXVI Potaje Gitano de Utrera. Patio del Colegio de Los Salesianos, Utrera. 25 junio 2022. Foto: Pablo Anaya

 

Manuel Cantarote, Manuel Valencia, Maria Terremoto y Nono Jero. LXVI Potaje Gitano de Utrera. Patio del Colegio de Los Salesianos, Utrera. 25 junio 2022. Foto: Pablo Anaya

 

Mari Peña. LXVI Potaje Gitano de Utrera. Patio del Colegio de Los Salesianos, Utrera. 25 junio 2022. Foto: Pablo Anaya

 

 


Cantaor de la escritura. Jondura utrerana extrema.

2 COMMENTS
  • Iván M 26 junio, 2022

    No me queda, pues, disgusto por no haber ido.
    Estupenda la crónica en sí, más allá de opiniones y gustos.

  • mibri alcala 29 junio, 2022

    Buen artículo, pero después de leer lo que has escrito sobre Argentina creo que has perdido credibilidad y solvencia. «Argentina cantó pasada de vueltas, atropellada y con desatino.» Lamentable comentario de un aficionado flamenco tras escuchar a ese portento que es Argentina. Te podrá gustar más o menos, pero te has pasado tres pueblos.

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