Cuando el pasado año se creó en Pamplona el primer festival de flamenco de que se tiene constancia en esa ciudad española, Flamenco On Fire, en algunos medios de comunicación de cobertura nacional se sorprendieron bastante, como preguntándose qué era aquello, un festival de flamenco nada menos que en Pamplona. Aún existe la creencia de que el género jondo es un arte exclusivamente andaluz, cuando sabemos que no es así aunque naciera en Andalucía y la mayoría de sus principales artistas hayan sido y sean andaluces y, en concreto, de Andalucía la baja, esto es, de Sevilla y Cádiz, por concretar, porque Jerez es un mundo aparte, pero también de Cádiz. Y no olvidemos la importancia de Málaga, que en el siglo XIX fue no solo cuna de grandes artistas del cante, el baile y el toque, sino foco de movimientos flamencos, con sus célebres cafés. Y tampoco otras ciudades como Córdoba, Granada, Almería o Huelva, e incluso Jaén. Por no hablar de Extremadura, sobre todo de Badajoz, y de la importancia histórica de grandes ciudades como Madrid o Barcelona.

España entera, en el XIX, era aficionada al flamenco y los artistas se paseaban por sus teatros y cafés, como se puede comprobar en las hemerotecas. No ha sido nunca Pamplona, ciertamente, una tierra muy flamenca, aunque allí naciera el guitarrista más grande de su tiempo, Sabicas. Y en honor a él, a uno de los padres de la guitarra flamenca, se creó este festival que se viene desarrollando estos días con gran éxito. Sí, a pesar de que se sigan asombrando en Andalucía y, sobre todo, en esos medios nacionales que, por cierto, continúan ignorando a la gran música española, que sin lugar a dudas es el género flamenco. Andaluz, si quieren. Pero no solo han creado un festival en Pamplona, sino un buen festival de flamenco, con buen criterio y un sentido cultural que echamos de menos en los festivales de la tierra que parió a este arte.

Es inadmisible que sigamos siento tan catetos, tan antiguos, y que no reconozcamos en Andalucía el valor que tiene esta acertada iniciativa pamplonica. Por el flamenco y por Sabicas, por Andalucía y por la música española. Admiro a quienes lo han logrado y también a quienes han conseguido que nuestro arte tenga un sitio en Valladolid, en Zamora, en Ávila, en Bilbao, en Valencia, en Barcelona, en Madrid –donde siempre lo ha tenido–, en Murcia o en Burgos, porque eso significa no solo reconocimiento para este arte, sino trabajo para sus verdaderos protagonistas, que son los artistas del cante, el baile y el toque. Y también para los críticos, los flamencólogos y los representantes artísticos. Por fortuna, el flamenco conquistó el mundo hace ya muchas décadas y no es de recibo que nos sorprendamos de que en una ciudad como Pamplona hayan creado un buen festival. Celebrémoslo a compás.