– Abuelo, ¿qué vínculos tienes con Triana?

– Era solo un chiquillo de trece años y ya trabajaba en ese barrio sevillano. Me casé delante de la Esperanza y durante siete años fui vecino del Barrio Voluntad, entre el Tardón y la Triana más castiza.

– ¿Por qué tu obsesión con Triana, el hecho de que haya dedicado tantos años a investigar en ese barrio?

– Porque en Triana está la clave para entender el origen del flamenco, aunque los investigadores hayan olvidado que las grandes figuras del XIX no eran de ese barrio, sino de otros barrios de Sevilla, como el de la Feria, por citar solo uno.

– ¿Y eso está bien documentado, abuelo?

– ¿A quién le interesa eso? Alguna vez me han dicho que esas cosas es mejor no removerlas. Los trianeros son muy suyos, como los jerezanos o los gaditanos. Les han contado una historia que les gusta y no quieren otras versiones de la historia, solo la que les contaron.

– ¿Triana es un mito, entonces?

– No diría tanto, Manolillo. ¡Qué cosas dices! Nadie puede poner en duda la importancia de Triana en la creación del cante, por ejemplo, aunque su base no fuera precisamente trianera, puesto que El Planeta, Frasco el Colorao, El Fillo, La Andonda, Diego el Lebrijano, El Nitri o La Josefa no eran del barrio, sino de Cádiz u otras provincias andaluzas. Algunos, como El Planeta o El Nitri, ni vivieron allí. Pero es fácil inventar. Antonio Mairena, al que se tiene por un gran investigador, aseguró que El Planeta era de Triana, entre otras cosas, pero sin base ninguna. Interesaba que el tenido como primer cantaor de la historia fuera de este lugar. Y así se ha escrito la historia.

«En Triana está la clave para entender el origen del flamenco, aunque los investigadores hayan olvidado que las grandes figuras del XIX no eran de ese barrio, sino de otros barrios de Sevilla, como el de la Feria»

– ¿No hay investigadores serios en Triana?

– No, ni serios ni cachondos. No los hay, no. Al menos investigadores flamencos. Hay algunos que escriben libros, pero sin investigar. Y encima se atreven a asegurar cosas sin aportar una documentación fiable. Eso no es investigar, es solo publicar libros sin ningún rigor, que es, ni más ni menos, salvo excepciones notables, lo que se ha hecho siempre.

– Por cierto, abuelo. Cada vez escucho menos flamenco en la radio.

– Hay mucha tela que cortar sobre la radio y el flamenco. Estuve muchos años en la radio hablando de flamenco y algo sé de ese mundo, en el que hubo de todo, expertos que hicieron historia y cantamañanas que no aportaron nada.

– ¿Quién fue el mejor de todos, de los que dirigieron programas de radio en Sevilla?

– Con sus defectos y virtudes, Miguel Acal. Era el que más sabía y, sobre todo, el que más vivencias tuvo con los artistas. Fue mi maestro. Pero el mejor programa lo hizo Emilio Jiménez Díaz, precisamente de Triana. Hoy muy pocos se acuerdan de la labor que hizo, no solo en la radio sino en prensa. Fue quien me dio la oportunidad de escribir en prensa, en El Correo. Aquella fue una época de oro de la radio flamenca. Paco Herrera, por ejemplo, innovó mucho, era un gran profesional. Y hubo alguno que mejor no nombrar.

– La Tertulia de Radio Sevilla fue muy buena, ¿no?

– Una escuela, sí. Rafael Belmonte, hermano del torero Juan Belmonte, era un mairenista acérrimo, muy amigo de Antonio, y dirigió esa tertulia con el asesoramiento del cantaor mairenero. Ahí mandaba Antonio, no Rafael. Yo iba casi todas las semanas y aprendí mucho oyendo hablar a Antonio, a Luis Caballero, a Naranjito de Triana, a Emilio Abadía, a Matilde Coral… Ojalá se recuperara aquella tertulia. Pero a Radio Sevilla ya no le interesa el flamenco, al menos no como en aquellos años.

– Cuidado, abuelo, que luego te machacan.

– No pasa nada, Manolillo. Me va la marcha.