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Flamenco e intelectualidad: de Granada a La Unión (1) - Archivo Expoflamenco
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Flamenco e intelectualidad: de Granada a La Unión (1)

Cuarta entrega de la serie de pódcast 'Crónicas levantinas', de Joaquín Zapata. El Festival del Cante de las Minas supo mirarse en el concurso granadino de 1922 en todo lo que aquel hizo de maravilla para engrandecer el arte jondo.


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Sean bienvenidos a este pódcast de Crónicas Levantinas que ofrecemos, en esta cuarta entrega, a toda la audiencia de ExpoFlamenco. El objetivo de este espacio no es otro que acercar al oyente cuantos temas tengan que ver con los cantes minero levantinos, el flamenco de ayer y hoy en la zona de Cartagena y La Unión, con especial atención al Festival del Cante de las Minas, consignatario de esos cantes de levante a quienes debe su existencia y los que constituyen su razón de ser.

Decíamos en uno de los anteriores pódcast que si bien el concurso de Granada de 1922 no fue el primero de los concursos de cante flamenco, sí que fue el más notable de cuantos en su tiempo se dieron. Esto, como casi todo, nunca es fruto de la casualidad. El concurso del Corpus de 1922 marcó el camino a seguir en cuanto a lo que un concurso de cante flamenco debía ser, por muchos motivos. El factor que en esta ocasión nos lleva a esta reflexión es la más que patente vinculación que el concurso tuvo con la intelectualidad de su tiempo. En particular con el mundo de las letras. Es por todos conocido que entre sus más célebres promotores se encontraba el genial poeta Federico García Lorca. Asimismo, entre los intelectuales vinculados a la literatura que apoyaron activamente el certamen se encontraban Juan Ramón Jiménez, Ramón Pérez de Ayala o el polifacético escritor mexicano Alfonso Reyes Ochoa.

No solo los escritores, ensayistas y poetas promovieron el concurso granadino de 1922, sino una destacada representación de toda la cultura española. Recordemos que en la organización estaba el compositor Manuel de Falla, y el certamen también contó con el apoyo de músicos como Joaquín Turina u Óscar Esplá, políticos como Giner de los Ríos o el torero Ignacio Sánchez Mejías.

 

«El Festival del Cante de las Minas supo mirarse en el concurso granadino de 1922 en todo lo que aquel hizo de maravilla para engrandecer el arte jondo. En particular supo acercar el flamenco a los intelectuales y viceversa»

 

En el apartado de la cultura internacional, se intentó traer a Granada para que presenciaran y participaran en el evento a grandes genios de la música de la talla de Maurice Ravel o Ígor Stravinski, aunque el Ayuntamiento de Granada se negó a patrocinar su presencia, por lo que «aquella mezquindad sacó a Falla de sus casillas», según el biógrafo del propio Lorca, Ian Gibson. Al parecer ambos estaban encantados de presenciar el concurso, por lo que el único motivo que lo impidió fue la negativa del consistorio.

No pocas veces hemos escuchado y leído que el Festival del Cante de las Minas debe su éxito a alguna especie de milagro. Puede que en parte tengan razón quienes lo manifiestan, pues se necesita para todo en esta vida contar con algo de fortuna. Sin embargo, atribuir exclusivamente a la suerte el éxito del decano de los festivales de España resulta ser incluso un tanto insultante.

El Festival del Cante de las Minas supo mirarse en el concurso granadino de 1922 en todo lo que aquel hizo de maravilla para engrandecer el arte jondo. En particular supo acercar el flamenco a los intelectuales y viceversa. Narrar toda esta vinculación desde las diversas manifestaciones culturales que ha llevado siempre aparejadas el festival de La Unión sería difícilmente abarcable en uno solo de nuestros pódcast. Por lo que resulta más idóneo tratarlo de forma individualizada.

 

La figura de Asensio Sáez

Nos parece adecuado empezar por contarles la íntima relación que ha tenido nuestro festival con el mundo de las letras. Desde sus inicios, el Festival del Cante de las Minas siempre procuró reservar un espacio para la literatura. Quizá el motivo fuera que entre la comisión organizadora de los primeros certámenes se encontrara un genial escritor, poeta y hasta pintor, nunca suficientemente ponderado, como era Asensio Sáez García. También el padre del Festival, el entonces alcalde Esteban Bernal Velasco, es un hombre de unos profundos conocimientos humanísticos y de vasta cultura, por lo que no es de extrañar que con tales capitanes navegase bien la nave.

Desde su primera edición en 1961, el certamen unionense quiso acercar la poesía –ya fuera culta o popular– al flamenco, con pequeñas incursiones de esta, según describe el propio Sáez García en sus Crónicas del Festival. El éxito del concurso fue notable desde sus inicios, pese a no contar con todo el apoyo de la ciudadanía unionense. Ya en 1963 la «figura estelar en el panorama de la literatura española» –Sáez dixit–, José María Pemán, escribió sobre el festival minero. El llamado en nuestros días poeta del régimen elogió tanto los cantes mineros, su festival y al propio oficio del minero que su escrito resultó ser censurado por excesivamente elogioso al trabajo del obrero. El franquismo detestaba cualquier cosa que oliese a colectivismo y los mineros sabían bien de qué iba aquello. El que se censurara a Pemán, lejos de desalentarlo a seguir elogiando a La Unión y a su festival, le invitaría a continuar haciéndolo en lo sucesivo.

En el mismo Festival del año 1963, el entonces poco conocido poeta Jose María Álvarez sería invitado a que recitara poesía relacionada con la minería. El cartagenero es hoy uno de los más destacados poetas contemporáneos. A este recital se invitó también a algunos troveros –repentizadores de poesía de corte popular–, lo que sentaría las bases de muchas relaciones futuras del Cante de las Minas con el trovo.

En 1965 participaría por primera vez en el festival quien después sería nuestro premio Nobel de literatura, Camilo José Cela, que era ya por entonces un personaje muy relevante de la cultura española. Decimos que participó porque creó el Premio Rosario Conde para cantaores locales, que bautizaría con el nombre de su entonces esposa. Morenito de Levante será el primer ganador del trofeo. En esa edición se edita también una especie de revista, «breve folleto», en palabras del propio Sáez García, con firmas como la del propio Pemán, la de Carmen Conde, Marqueríe, Montero Alonso, Antonio de Obregón, etc.

 

«Esta serie de pódcast pretende poner de relieve la importante labor que el Festival de La Unión, como heredero del de Granada de 1922, ha hecho y hace en pos de acercar el flamenco y los cantes mineros no solo al público en general, sino al mundo de la cultura y de las artes»

 

También regresa ese año con ocasión del festival a su ciudad natal Ramón Perelló, genial compositor de coplas como Mi jaca o La bien pagá. Además de Cela, en 1965 será la primera vez que actúe en el festival Enrique Morente, quien acababa de llegar de girar por Estados Unidos. Enrique también ha contribuido de forma decisiva a acercar el flamenco a la poesía culta y al revés. En esta edición ganaría la primera de sus tres Lámparas mineras el unionense Pencho Cros, al que el poeta Antonio Murciano definiría tras esto como la «torre de penas y coplas».

En 1968 se crea el pregón del Festival, gracias al cual ha tenido La Unión ocasión de contar con destacados personajes de todos los ámbitos de la sociedad. Siendo el primero de todos el escritor Salvador Jiménez, quien fuera premio Luca de Tena. También en 1968 asiste al Festival, y participa del mismo con algunas crónicas y poemas, el Premio Nacional de Literatura Enrique Azcoaga.

Con ocasión del décimo Festival acude a La Unión Carmen Conde, quien siete años después será la primera mujer que ingrese en la Real Academia de la Lengua Española. Crea el Premio Antonio Oliver, que bautiza con el nombre de su fallecido esposo, poeta de la Generación del 27. Ganará el concurso otro intelectual, Alfredo Arrebola, quien era cantaor y profesor, que también contribuyó decisivamente a acercar la poesía al flamenco. También en 1970 se creará el primer concurso de poesía popular repentizada o Trovos.

El Festival de 1972 traerá consigo la primera revista del festival, heredera de la iniciativa de 1965, con muchas de las mismas firmas de aquel proyecto piloto. También se crea el primer premio de «letras de mineras cantadas» a la mejor minera de copla original, el de artículos sobre el certamen y el de epitafios poéticos para el trovero Cantares. Todo un sinfín de iniciativas literarias.

En 1973 se crea la distinción Carburo de Oro, con la pretensión de galardonar a personas y personajes que hicieron posible las altas cotas de popularidad del certamen, que en la actualidad se mantiene junto a otro premio, el Castillete de Oro, que también ha sido concedido a destacadas personalidades de la cultura, españolas y extranjeras, muchas ellas del mundo de la literatura.

En 1973 concluye la primera parte de esta serie, que pretende poner de relieve la importante labor que el Festival de La Unión, como heredero del de Granada de 1922, ha hecho y hace en pos de acercar el flamenco y los cantes mineros no solo al público en general, sino al mundo de la cultura y de las artes, como elemento engrandecedor y dignificador del flamenco. Continuaremos en otros podcast.

 

Con la guitarra de Pablo Barrionuevo Bernal, quien ha tenido de nuevo la gentileza de acompañarnos con su toque durante todo el programa, nos despedimos hasta otra ocasión, si es que gustan.

 

 


La Unión, 1993. Abogado en ejercicio en Cartagena. Concejal en el Ayuntamiento de La Unión. Escribe de forma periódica en algunos medios digitales de flamenco. Siente pasión por el legado cultural de su tierra, a la que está indisolublemente unido por medio del flamenco. Las minas del corazón, nadie sabe dónde están.

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