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Que nada se sabe

Ahora descubro que los antiguos, los que defienden de manera intolerante unas formas del flamenco, me matan si no entiendo el último grito del flamenco, aunque sea la jota lagarterana maridada con rock heavy metal y unas gotas de soleá de Pamplona.


Me presento. Soy Antonio Parra, y no tengo ni idea de flamenco, pero, vamos, que no sé hacer la O con un canuto de caña flamencologicamente hablando. Y, sin embargo, mi admirado amigo y escritor de flamenco y de otras cosas, Manuel Bohórquez, me pide que escriba de vez en cuando para esta prestigiosa revista. Ver para creer. Yo, escribiendo de flamenco. Pero si ya he dicho que no entiendo ni papa de flamenco. Pero, en fin, voy a ver si no confundo mucho la Soleá con la jota lagarterana. O puestos a decir verdad: ¿por qué no? ¿Por qué no puede venir parte del flamenco de la jota lagarterana? Después de todo, ¿en qué consiste fundamentalmente el flamenco? En aplicarle a cualquier melodía el melisma, es decir, la repetición de una misma nota en un solo golpe de voz. Y salga el sol por Antequera.

 

Pero ya he dicho que no entiendo nada de flamenco. Pero, oiga, ni idea. Es cierto que desde los quince años –y ya tengo algunos más– no paro de oír y escuchar flamenco. Primero con el maestro Fosforito –al que Dios cuide muchos años–, después, con todos los demás, pero no debí aprender nada en todo este tiempo. Y eso que pese a que voy perdiendo oído, parece que no he tenido siempre mal oído, o eso me dicen, pero nada.

 

Alguna vez, al principio, pobre de mí, creí saber algo de flamenco, pero no, fue una falsa ilusión, una confusión de mi intelecto, un no aplicar bien la racionalidad socrática. Por ejemplo, yo siempre respeté a los antiguos, y creí que por allí había una base para comenzar a entender el flamenco; pero, al mismo tiempo, creí que el flamenco podía y debía evolucionar –de hecho nunca ha dejado de evolucionar, o eso pensaba yo–, y escuché con expectación y respeto las nuevas aportaciones, a ver qué se cocía por ahí.

 

 

«Me piden que escriba de vez en cuando para esta prestigiosa revista. Ver para creer. Yo, escribiendo de flamenco. Pero si ya he dicho que no entiendo ni papa de flamenco. En fin, voy a ver si no confundo mucho la Soleá con la jota lagarterana. O puestos a decir verdad: ¿por qué no puede venir parte del flamenco de la jota lagarterana?»

 

 

Pero ahora descubro que los antiguos, los que defienden de manera intolerante unas formas del flamenco, me matan si no entiendo el último grito del flamenco, aunque sea la citada jota lagarterana maridada con rock heavy metal y unas gotas de soleá –dicen– de Pamplona. O viceversa, los que te llaman viejo antiguo te expulsan de la República del saber flamencológico –como Platón a los poetas– si no dices que el flamenco guay –por cierto, palabra antigua donde las haya– era el del Tío Tenazas y que desde entonces no se canta ni pizca de flamenco. Pero yo no les afeo sus contradicciones, porque no entiendo de flamenco, y me imagino que esa contradicción que practican, negando a Parménides y su lógica, es porque ellos tienen capacidad para ello, que para eso saben de flamenco.

 

Por eso, digo yo, una persona, guitarrista, puede decir sin inmutarse en un documental que determinado toque viene de hace cientos, miles de años, vamos, que es una cosa ex nihilo tempore; para a continuación, en el mismo documental, decir: “este tipo de toque lo creé yo, es mío”, hará, supongo, como mucho, cincuenta años. ¿En qué quedamos? Pero los que saben, saben.

 

Aunque puestos a ver las cosas, quizás es que nadie sabe nada. Ya en el siglo XVI Francisco Sánchez, el gran maestro del escepticismo europeo, escribió el libro Que nada se sabe, pero algunos parecen –o creen– saberlo todo. Bueno, pues yo no sé nada. Pero si a pesar de ello mi buen amigo Manolo Bohórquez se empeña en seguir  encomendándome que escriba en estas prestigiosas páginas virtuales, lo haré con mucho gusto. Quizás alguna vez acierte a pronunciar una sola palabra verdadera. Que Dios reparta suerte.

 

 


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Doctor en Filosofía, profesor titular en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Murcia. Autor de una treintena de libros, entre ellos 'El Papa flamenco', 'El cojo de Málaga', 'Don Antonio Piñana, una voluntad flamenca', 'Chano Lobato, el duende, la gracia y los dones', 'Cafés cantantes' o 'El baile jondo, memoria de la belleza humana'. Fue director del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión y actualmente dirige la Cumbre Flamenca de Murcia. Es columnista del diario La Verdad y crítico de flamenco en el diario El País.

1 COMMENT
  • Francisco en Paris 16 septiembre, 2023

    Buenas tardes señor Antonio Parra
    Y que piensa usted sobre estos temas?
    Saludos

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