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La situación actual del flamenco en Málaga

Cuando en 2005 se inaugura la I Bienal Málaga en Flamenco, con el impulso del entonces gobierno de la Diputación presidido por


Cuando en 2005 se inaugura la I Bienal Málaga en Flamenco, con el impulso del entonces gobierno de la Diputación presidido por Salvador Pendón, todos nos congratulamos y decíamos con satisfacción que por fin Málaga volvía a ser cantaora, tras muchos años de silencio y de alimentarnos de recuerdos y glorias pasadas. Durante su corta andadura, la Bienal y los años intermedios dotaron a la ciudad de unos ciclos flamencos, unos sellos editoriales y discográficos,  y una oferta de espectáculos como hacía años que no se tenía. Pero aquello fue, por desgracia, una experiencia muy breve que nos hizo reencontrarnos con el desierto tras aquel bonito espejismo.

Teniendo en cuenta que estamos en el año en que se conmemora el centenario de la muerte de Juan Breva, y los 60 de la fundación de la peña que lleva su nombre, el panorama flamenco es bastante desolador. La Peña Juan Breva, referente a nivel nacional de las peñas flamencas, fue fundada el 2 de octubre de 1958 y, aunque hoy en día no se caracteriza por tener el empuje de antaño, sus iniciativas para conmemorar la efeméride, que me consta son interesantes y están a la altura de lo que el acontecimiento requiere, aún no han encontrado respaldo institucional ni económico para ser llevadas a cabo, lo que resulta lamentable.

Pero peor aún me parece que vaya a pasar sin pena ni gloria el centenario de la muerte de una figura como Juan Breva, que falleció el 8 de junio de 1918, cantaor que alcanzó las más altas cotas de reconocimiento en vida y cuya aportación al flamenco está más que contrastada, aunque todavía quede mucho que investigar sobre este particular. Salvo un programa de actividades que en su honor va a llevarse a cabo en su pueblo natal, Vélez-Málaga, hasta el momento, que sepamos, no hay programación alguna en la capital.

Continuando con el análisis de la situación flamenca de Málaga, encontramos que el gobierno actual de Diputación, presidido por Elías Bendodo, recuperó la Bienal de Flamenco en un intento por ganar el favor de la comunidad flamenca. En la práctica, se trata de un evento distendido en el tiempo, sin aparente cohesión ni sentido de unidad y que, al dotarla de un exiguo presupuesto, obliga a sus gestores a hacer verdaderos juegos malabares para sacarla adelante de manera digna, lo que pone de manifiesto el poco interés que en realidad les merece el flamenco a los políticos malagueños.  En el caso de la Junta de Andalucía no se puede hablar mucho mejor, pues solo nos llegan algunas migajas en forma del ciclo Flamenco viene del sur y algunas citas, cada vez más escasas, en el Museo Picasso, con lo que solo nos queda preguntar dónde queda la supuesta conservación y difusión del arte flamenco al que se comprometió la junta con la Unesco cuando este fue nombrado Patrimonio de la Humanidad.

La Universidad, por su parte, está trabajando en los últimos años por renovar e impulsar la Cátedra de Flamencología, organizando talleres, cursos de verano y auspiciando estudios, pero lo cierto es que no goza de demasiada visibilidad. En cuanto a la iniciativa privada, hay algunos honrosos intentos por dotar a la ciudad de una oferta de tablaos donde se pueda disfrutar del arte flamenco, pero aún son pocos y con muy escasa difusión. Grandes entidades como Unicaja, sin embargo, apenas contemplan el flamenco en su programación de actos culturales.

 

Antonio de Canillas

En lo referente a los artistas de Málaga, hace ya mucho tiempo que se dieron cuenta que su ciudad no tenía capacidad para darles cabida ni tampoco mucho interés por encontrarla, por lo que no les ha quedado más remedio a la gran mayoría que salir fuera de la provincia para poder seguir desarrollándose y viviendo de su arte. Actualmente contamos con una primerísima línea de artistas malagueños que están cosechando triunfos y que se están haciendo imprescindibles en las citas flamencas más prestigiosas, como Daniel Casares, Rocío Molina, Antonia Contreras, La Lupi y Curro de María, Rocío Bazán, Alfredo Tejada… Pero, insistimos, siempre fuera de esta ciudad, que demuestra no tener tejido suficiente donde poder insertarlos. Los que se quedan aquí, o bien se resignan y malviven de pequeñas actuaciones, o bien se ven obligados a reinventarse para salir adelante, como los admirables casos de Paco Javier Jimeno y Ana Fargas, que han creado su propia escuela, El Patio, en Estepona, donde forman a artistas en el cante, el toque y el baile, además de producir sus propios espectáculos de calidad.

Pero , sin duda, especialmente sangrante es el caso del decano del cante malagueño, Antonio de Canillas, una figura a tener en cuenta por su vida entregada al cante, por su cualidad de ser eslabón entre dos grandes generaciones de artistas (los nacidos a fines del siglo XIX, a los que trató y de los que aprendió, y los nacidos a mediados del XX, que aprendieron de su experiencia, transmitiéndoles sus conocimientos);  y por ser quien le dio forma a la saeta malagueña tal y como hoy se ejecuta. En 2012, la Federación de Peñas Flamencas le tributó un homenaje donde recibió el calor de sus compañeros, y donde el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, se comprometió a otorgarle la medalla de la ciudad como reconocimiento. En estos cinco años incluso se creó una plataforma en redes sociales, llamada Antonio de Canillas, honores en vida, en la que se instaba a las autoridades municipales a cumplir su compromiso. Pues bien, ha ocurrido lo que nos temíamos, Antonio de Canillas falleció el pasado 3 de abril sin que se le haya otorgado esta distinción, cuyo expediente fue abierto apenas unas semanas antes de su muerte.  Al menos nos queda el consuelo de saber que Antonio tuvo conocimiento de esta apertura de los trámites para concederle la medalla.

No quiero acabar sin decir que la crítica especializada hace mucho que desapareció de los medios malagueños. Creo firmemente que la crítica siempre es necesaria y que cumple una función toda vez que se haga con respeto, rigor y un afán constructivo. La realidad es que los pocos espectáculos que pueden verse en la provincia no tienen la oportunidad de ser analizados con juicios de valor específicos, así como no hay una voz crítica que denuncie o aplauda las decisiones que se toman respecto al flamenco en Málaga.

Como ven, la situación dista mucho de ser halagüeña.

 

Lourdes Gálvez del Postigo Calderón

 


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