La hipocresía que nos define
Blanca Paloma se considera pionera de presentar el flamenco como bien cultural al comercio internacional. Ha volado tan alto que cree que actualmente es para el europeo la guiri española, el reverso de la bailarina francesa Gay Stephan, citada por Estébanez Calderón en sus 'Escenas andaluzas'.
No, no voy a pronunciarme sobre el descrédito de Eurovisión porque hace años que dejó de interesarme. Pero sí me afecta la falsedad de los flamencos con el linchamiento organizado contra Blanca Paloma, y no por el mero hecho de representar a España, sino por el exabrupto que el Portal de Cádiz publicó el domingo 14 de mayo y que, al parecer, solamente quien firma se hizo eco del titular en Facebook: “Lola Flores no llevaba razón: el flamenco no gusta a Europa y se ha vuelto a ver en Eurovisión 2023”.
A tan recusable disparate respondí como se le ilustra al lego, con un argumento telegráfico: “El flamenco lleva triunfando en Europa desde hace cien años”. A partir de ahí, la cantante participó en la final del concurso y, tras conocerse el resultado, le cayó una tormenta de improperios sin ampararse la ilicitana en otro paraguas que el alimentar el despropósito, cuando soltó una salida de tono para sustentar aún más la ignorancia con aquello de “yo creo que hay todavía mucho trabajo por hacer, el flamenco todavía se tiene que seguir exportando. Esto no ha hecho más que empezar”.
Me costó entenderlo. Lo releí y lo tengo claro. La chica no se pronuncia porque le ha sobrevenido un ataque de amnesia o por su conocimiento de la historia, sino por su insuficiencia formativa, pues se arroga ser ella la que ha llevado el flamenco al exterior, con lo que me hace concluir que se considera pionera de presentar el flamenco como bien cultural al comercio internacional. En breves palabras, Paloma, que desconoce que el flamenco es reclamado en los mejores teatros del mundo, ha volado tan alto que cree que actualmente es para el europeo la guiri española, el reverso de la bailarina francesa Gay Stephan, citada por Estébanez Calderón en sus Escenas andaluzas (1847).
Y con este fingimiento –admítaseme tan generosa expresión–, empezó el lío. Los artistas flamencos, siguiendo el comunicado de la Unión Flamenca publicado el martes 16, se han posicionado en las redes sociales rechazando a la eurovisiva canción, el Eaea de Blanca Paloma, como parte del género flamenco, obviedad que asumimos todos pero que, como la luna, presenta una doble cara.
«Sería deseable es que los sabios doctores expliquen al mundo qué es flamenco y qué no lo es, y quiénes son los flamencos y quiénes no, porque lo mismo a algunos se les ocurre tirar del hilo para repasar el ovillo de cada cual»
A algunos de los que han vestido de limpio a Blanca Paloma se les olvida cómo se desbordaron en elogios sobre Rosalía cuando en 2021 fue la primera española en ganar dos MTV Awards. Otros con sus comportamientos arrojan tanta podredumbre sobre nuestra cultura que, a los ojos del neófito, hacen dudar de nuestra existencia al situarnos aún en el cuaternario. Todos callan cuando el Festival de Itálica focalizaba su programación en la danza contemporánea y ahora parece hacerse convertido en una sucursal de desechos de la Bienal de Flamenco.
Recuerdo, igualmente, cómo los más enmudecen ante la programación de la Bienal de Sevilla que pergeña Chema Blanco, a ver si en la próxima edición cae la breva y son incluidos en la misma. Silencian que se contraprograme en teatros de la misma localidad. Disimulan cuando son los mismos artistas los que aparecen en los ciclos y certámenes públicos porque están coordinados por sus propios representantes.
Ítem más. Acuden a la aprobación de la Ley Andaluza del Flamenco para hacerse la foto al quedar regulado este arte con el objetivo de protegerlo y difundirlo, cuando la sociedad no comprende, por un lado, por qué la norma fue aceptada con 59 votos a favor y 48 abstenciones, y de otro, qué flamenco hay que proteger, el falsificado, el subvencionado con muchos miles de euros, el de la pista del circo o las esencias del fetén.
Y es que somos muy dados a ocultar parte de uno mismo. Aquellos que se hacían las fotos con Chaves y Griñán, hoy se la hacen con Juanma, sin importarles qué pensará la calle, si es que los callejones flamencos piensan, o por qué podrían cerrarse todas las peñas flamencas de Andalucía porque la Ley recoge que son entidades sin ánimo de lucro.
Los artistas saben que sin dinero no se fomenta el duende. Que nos expliquen, por tanto, cómo se está desarrollando el Plan General Estratégico del Flamenco, es decir, la memoria económica que argumente los gastos que generará la Ley a la Consejería. O por qué no está blindado el Ballet Flamenco de Andalucía, que lleva unos meses en el limbo de lo incierto. Y qué decir de promover la enseñanza en el sistema educativo, gesta que algunos desarrollamos hace ya 45 años con sus respectivos diseños curriculares. ¿Se hará de manera transversal o por áreas? ¿Se incluirá el flamenco en la carrera de Grado de Magisterio? ¿O harán los artistas un curso ‘on line’ sobre Didáctica Curricular, Psicología del Desarrollo y Atención a la Diversidad?
«Aquellos que se hacían las fotos con Chaves y Griñán, hoy se la hacen con Juanma, sin importarles qué pensará la calle o por qué podrían cerrarse todas las peñas flamencas de Andalucía porque la Ley Andaluza del Flamenco recoge que son entidades sin ánimo de lucro»
A mi modo de ver, hay otra cuestión que el fariseísmo flamenco aún no ha aclarado, ni tan poco lo espero porque el flamenco base, el que ampara el tejido asociativo, le importa una higa. La nueva norma prevé que los bienes muebles, inmuebles, actividades y otros elementos del patrimonio inmaterial, incluidas las creaciones, puedan ser inscritos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, de lo que colijo que cuando se cierre una peña flamenca todo el archivo (fonoteca, videoteca, cartelería, etc., etc.), en manos de quién va a quedar, cuando la Junta de Andalucía aún no se ha decidido a digitalizar todo ese fondo patrimonial sonoro y gráfico de la historia flamenca de Andalucía de los últimos 55 años.
Y cuidado con la territorialidad del flamenco. Porque Cataluña, Extremadura y Murcia podrían llevar al Tribunal Constitucional el artículo 68 del Estatuto de Autonomía de Andalucía. En fin, esperemos que eso no ocurra, pero lo que sí sería deseable es que los sabios doctores expliquen al mundo qué es flamenco y qué no lo es, y quiénes son los flamencos y quiénes no, porque lo mismo a algunos se les ocurre tirar del hilo para repasar el ovillo de cada cual. Del mismo modo que la sociedad española reconoce que al PP, como antaño al PSOE, gusta que los flamencos se vendan a las migajas con la que suelen comprar voluntades.
Seguimos inventando, por consiguiente, una imagen muy falsa de cómo tenemos que ser. Se han creado muchas máscaras para integrarnos en el ambiente cultural. Gusta a los flamencos esconder su propia personalidad porque no pretendemos ser alguien como finalidad, sino para obtener un beneficio personal. Somos, en definitiva, muy dados a construir castillos de rasgos y comportamientos que, cuando echamos la vista atrás y los miramos de cerca, están flotando en el aire.
Es, en definitiva, la hipocresía que nos define. Y eso lo llevamos en la mochila. No todos los artistas y aficionados con los que me relaciono a diario están convencidos de que la Ley que tanto celebra Unión Flamenca será un símbolo en la defensa del patrimonio cultural de nuestra tierra. Espero que se equivoquen y que yo pueda vivir para contarlo.
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