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El mecenazgo fomenta el flamenco

El premio que la Escuela de Flamenco de Andalucía (EFA) entregará el día 16 a Expoflamenco me induce a reflexionar sobre el mecenazgo, patrocinio que se otorga a artistas, literatos o científicos a fin de permitirles desarrollar su obra.


El premio que la Escuela de Flamenco de Andalucía (EFA) entregará el día 16 a Expoflamenco me induce a reflexionar sobre el mecenazgo, patrocinio que se otorga a artistas, literatos o científicos a fin de permitirles desarrollar su obra. Ese apoyo se presenta como desinteresado, y aunque no exige a sus beneficiarios ningún tipo de devolución o réditos económicos a corto plazo, sí que proporciona una remuneración de carácter íntimo (el placer estético, moral o intelectual, o la satisfacción de la vanidad), además de una operación de relaciones públicas que puede llegar a ser muy útil, por cuanto justifica su posición social y mejora su reputación.

 

Históricamente ha representado una forma importante de sostenimiento de supervivencia y de la producción artística, al permitir el desarrollo de obras no orientadas a su circulación mercantil. Pero en la actualidad, los mecenazgos son realizados por individuos concretos u organizaciones, tanto públicas como privadas, para la realización, sobre todo, de diversos proyectos que no cuentan con los medios económicos para realizar su actividad de forma personal, lo que me lleva a recordar que el mecenazgo no debe confundirse con el patrocinio propio de la publicidad, pues si bien ambas acciones son similares, lo que se conoce como espónsor es una actitud netamente comercial y publicitaria que se cataloga como un servicio con fines comerciales concretos.

 

En la Baja Andalucía el mecenazgo existe desde el afloramiento mismo del arte flamenco, ora por instituciones privadas o empresariales, como buen ejemplo de ello han dado desde los bodegueros jerezanos a la ya extinguida ITEAF (Institución para la Tercera Edad de los Artistas Flamencos), ora por grandes aficionados que amaron a este arte tanto como a su actividad profesional, tal y como sabemos del general Sánchez Mira, que llegó a proclamar al utrerano Juan el Pelao como “el rey de los martinetes”.

 

Hemos de sumar también al militar José Aguilar, que dio a conocer a Manuel Torre; el armador Diego Piñero, que tanto ayudó desde el Campo de Gibraltar a los artistas en la preguerra, y así hasta un sinfín de ilustres cabales innominados para los historiadores del flamenco, como el Chiquitín de Dos Hermanas, que siempre auxilió a Tomás Pavón, o el moronero Juan Santiago, protector y mecenas de la Niña de los Peines y su marido Pepe Pinto.

 

 

«La ayuda dispensada al flamenco por Jafelin Palacios, totalmente altruista, es una deuda que había que saldar con quien permite que el arte cumpla una función social. A quien posibilita que el flamenco sea un instrumento de libertad expresiva. Y a quien entiende que el mecenazgo no es una caridad pública, sino un servicio a la divulgación del arte»

 

 

No obstante, desde que se reinstauró la democracia en España, justo es significar el modo con que el mecenazgo favoreció tanto a la propia naturaleza escénica del hecho artístico como al bienestar de sus hacedores. Repárese, por ejemplo, la inestimable ayuda de los ayuntamientos hacia el impulso definitivo de los festivales flamencos, hecho este que, en buena parte de Andalucía, se ha potenciado con la colaboración de la Diputación Provincial.

 

Esa determinación se extiende a la realización efectiva de ciclos itinerantes, semanas de estudio, seminarios y jornadas culturales auspiciadas tanto por la Administración Pública como por el apoyo de instituciones privadas, tal que la Fundación Cruzcampo, o el de entidades financieras como las promovidas por La General, CajaSur, Caja San Fernando Jerez-Sevilla, El Monte que luego sería Cajasol, Caja Duero, Caja Madrid o Caja BBK, entre las muchas que están en la memoria.

 

Pero incurriríamos en desafuero si ocultamos el interés de las universidades andaluzas por incentivar con créditos el estudio del flamenco en las aulas, si silenciamos el esfuerzo de la Comunidad Foral de Navarra y la de Madrid, o el impulso que desde la Junta de Andalucía se viene dando al flamenco como patrimonio de cultura andaluza, ayudas que llegan de forma precaria al tejido asociativo y sólidas, en cambio, a los artistas que viajan al extranjero, que se suelen reservar a los que yo llamo artistas funcionarios sin pasar por una oposición, aparte de que considero que se le está inyectando al flamenco toda clase de vacunas públicas para alejarlo de la tradición.

 

En cualquier caso, mucho fue lo andando hasta la crisis que asomó a partir de 2007 y la que sobrevino con la Covid-19. No obstante, aún quedan impensables caminos por recorrer, sobre todo cuando constatamos que, en aras de satisfacer el adoctrinamiento interesado y la demanda de grandes públicos, se producen y financian efímeros espectáculos que, tras montar el circo en la Bienal de Sevilla, se desvinculan cada vez más de reglas y normas heredadas del pasado, con lo que a nadie debe extrañar que sus hacedores, ajenos a la esencialidad flamenca, nos arrastren del formalismo a la crisis de lo conceptual, o que sean más esclavos del consumo sociológico que del arte mismo.

 

Pues bien, la única manera de potenciar aquellas disciplinas que, como el flamenco, no debieran caer en decadencia, es el mecenazgo, un concepto que está en el núcleo de la cultura andaluza y que cuando se realiza desde el apoyo estatal o autonómico no es un favor, sino un derecho, en tanto que cuando se ejecuta desde el tejido empresarial o el privado, roza la filantropía, de ahí que tenga en consideración a Jafelin Palacios y a su marido, Mitch Helten, que desde Vancouver (Canadá), llevan invertidos muchos centenares de miles de dólares en Expoflamenco, el portal más visitado de cuantos son en la actualidad.

 

 

«El miércoles 16, Jafelín y su esposo Mitch recibirán el Premio Internacional de Flamenco Manolo Sanlúcar al mecenazgo, otorgado por la EFA, y cuatro días después, el domingo 20, va a compartir una jornada de convivencia en la Peña Flamenca Mazaco con los cabales corianos y el equipo de Expoflamenco»

 

 

Expoflamenco abrió al mundo en 2015, y siete años después su premisa es dar servicio por encima de todo pero regalando información en abierto, ya sea aportando nuevos puntos de vista sobre el pasado, contribuyendo con lecciones complementarias que se abordan como enfoques y temas nuevos con los que el usuario puede seguir aprendiendo de forma autónoma, u ofreciendo análisis minuciosos de la realidad, todo cuidado con la suficiente calidad para que el interesado reciba algo superior a lo que espera. Jafelin y Mitch pueden presumir, pues, de tener amigos porque se los han ganado a pulso.

 

Y la sociedad empieza a devolverles la deuda. El 4 de noviembre, Jafelin Palacios –con remoquete de La Niña de Bolívar– recibió en Almonte el reconocimiento de la afición local. El próximo miércoles recogerá junto a su esposo, Mitch, el Premio Internacional de Flamenco Manolo Sanlúcar al mecenazgo, otorgado por la EFA, y cuatro días después, el domingo 20, va a compartir una jornada de convivencia en la Peña Flamenca Mazaco con los cabales corianos y el equipo de Expoflamenco, y no para hacer una valoración sobre su cante, porque sabe cantar y a buen seguro que lo hará, sino para agradecerle su compromiso cultural.

 

La ayuda dispensada al flamenco por Jafelin, totalmente altruista, es una deuda que había que saldar con quien permite que el arte cumpla una función social; a quien estimula las aspiraciones del género artístico que las produce; a quien posibilita que el flamenco sea un instrumento de libertad expresiva; y, muy por encima de todo, a quien entiende que el mecenazgo no es una caridad pública, sino un servicio a la divulgación del arte. En definitiva, a quien, además de auxiliar con eficacia a la transmisión de nuestra cultura, contribuye a que todo suceda como deseamos, como suponemos y como tenemos previsto.

 

Imagen superior: Jafelín Palacios, durante su actuación en la Peña Flamenca El Nitri, El Puerto de Santa María (Cádiz). 13 nov 2022. Foto: Mitch Helten

 

 

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Jafelín Palacios y Aroa Cala, en la Peña El Nitri, El Puerto de Santa María. Nov 2022. Foto: Mitch Helten

 


De Écija, Sevilla. Escritor para el que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Entre otros, primer Premio Nacional de Periodismo a la Crítica Flamenca, por lo que me da igual que me linchen si a cambio garantizo mi libertad.

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