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Cinco años sin Agujetas: el día que estuve en su casa

Manuel Agujetas nos ofreció vino, dulces y estuvimos más de dos horas charlando tranquilamente en su campo con motivo de su cita en el Teatro Villamarta de Jerez. Al principio, casi nos despidió con la mirada. Al final, nos dio un abrazo y nos invitó a volver cuando quisiéremos.


El 25 de diciembre del 2015 nos dejó un mito viviente del cante de Jerez: Manuel de los Santos Pastor ‘Agujetas’. Con su adiós, y no cabía ni duda ni exageración, se apagaba la llama de una época primitiva en estilos y formas. Su eco se quedaba callado para siempre tras luchar unos meses con una enfermedad que aparentemente nunca reconoció pero que, por informaciones de familiares y amigos, sabíamos que sufría.

Sus visitas al Hospital de Jerez nos inquietaba porque, a pesar de verlo pasear con el semblante robusto de siempre, temíamos que poco a poco sus fuerzas mermaran hasta llegar ese dramático día en el que no volviera a subirse a un escenario y, con ello, no estremecernos más con uno de los más importantes cantaores que ha dado la historia.

Un año y poco antes, octubre de 2014, Manuel reaparecía en el escenario del Teatro Villamarta de su tierra natal tras siete años sin hacerlo en solitario. Había expectación, aunque también hay que reconocer que el aforo rozó el 50 por ciento del total. Eso pasa mucho en Jerez: piropos, grandezas y “yo conocí a…”, pero luego pasar por taquilla es más difícil que la mar. Cuando viene El Barrio o Niña Pastori suele llenarse sin problemas.

 

«Los verdaderos aficionados no se olvidan de su metal fundido en el dolor y la rabia. A todos a los que un día nos robó el corazón para hacerlo añicos por seguiriyas»

 

Pues con motivo de esta reaparición, entendimos que había que sacarle una buena entrevista en Diario de Jerez, periódico local en el que colaboro en determinados momentos del año. Teníamos una gran relación de amistad con Miguel Fernández, un amigo de Manuel que en los últimos años se convirtió en su sombra. También nos apoyaba Antonio Agujetas, que se sumó al esfuerzo.

Conseguimos la entrevista y una tarde de principios de octubre, después de almorzar, nos montamos en el coche Fran Pereira (periodista, jefe de sección de flamenco en esta cabecera, y ahora, presidente de la Cátedra de Flamencología de Jerez), la fotógrafa Vanesa Lobo y yo, para desplazarnos hasta ese carril por donde llegábamos a su finca Los Milagros, en ese cruce entre Rota y Chipiona.

Íbamos inquietos, íbamos a ver y a entrevistar a Agujetas. A mí personalmente me suponía cumplir un sueño como profesional. Nada más llegar y sin bajarnos del coche, encontramos a Agujetas haciendo aspavientos con sus manos como si fuéramos más una molestia que una visita.  Dejamos el coche fuera y conseguimos entrar, cruzar la reja de entrada.

A partir de ahí, él fue quien marcó los tiempos. Primero nos ofreció vino de unas botas que allí tenía y que, a decir verdad, no tenía una pinta suculenta. El color del vino no era el más apetecible. Pero claro, ahí estábamos nosotros dando pequeños sorbos para no parecer descorteses.

“¡Vamos a sentarnos allí!”. Nos señalaba cinco sillas (una era un tronco) cerca de una bañera que utilizaba como barbacoa. “Aquí asamos los cochinos”. Comenzó la entrevista, la charla en la que conseguimos conocer un poco más a esa persona que no tenía tapujos en hablar y decir lo que le parecía en cada momento, con términos nada románticos y sin miedo a la repercusión. Habló de Camarón, de Terremoto, de Chacón, de la generación de la droga, de sus rancheras flamencas, de su padre ‘El Viejo’… Dos horas sin prisas, hasta que dijo “ya está bien, que estoy hablando mucho”. Nos marchamos, no sin antes aceptar una nueva invitación por parte del propio Manuel para volver cualquier domingo a comer y beber.

Lo que sí es cierto es que el día en el que murió se fue un uno de los poquitos que quedaban con esos códigos únicos en los que predominaba la transmisión y el conocimiento del cante, que no del flamenco. Es por ello que, aunque aún no se le haya rendido el reconocimiento público que merece, los verdaderos aficionados no se olvidan de su metal fundido en el dolor y la rabia. A todos a los que un día nos robó el corazón para hacerlo añicos por seguiriyas.

Imagen superior: Manuel Agujetas con su hijo Antonio Agujetas. Foto: Juan Garrido

 


Jerez, 1991. Flamenco y comunicación las 24 horas del día. Desde 2012 en prensa escrita, tertulias radiofónicas, programas de tv, presentación de festivales, revistas especializadas... En mi familia todos bailamos por bulerías, aunque yo soy el único periodista.

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