El Torta, un icono flamenco siempre presente
El último día del año 2013 falleció repentinamente Juan Moneo Lara ‘El Torta’, uno de los cantaores más influyentes de las últimas décadas del flamenco jerezano que acercó siempre sus inquietudes a las del público adolescente.
El mes de diciembre no ha sido precisamente generoso con el flamenco de Jerez, pues tres de las voces más relevantes de su nómina de artistas marcharon por siempre en su segunda quincena, aunque de distintos años. Agujetas, Moneo y El Torta, tres columnas de La Plazuela que dejaron con su muerte a una nueva generación de aficionados y artistas sin sus espejos para mirarse.
El primero que nos dejó fue Juan, el bohemio que cantó a Rafael de Paula, a la noche y a la heroína. También es cierto que El Torta era mucho más que eso. Corría el año 2013, el último día, ese en el que ya todo el mundo está preparando la cena de Nochevieja con sus uvas y champán. Al amanecer nos llegó la terrible noticia a través de un whatsapp. “¿Ha muerto El Torta?”, era tan sobrecogedora la sorpresa que nadie se atrevía a asegurarlo del todo. Vivía en Sanlúcar con su pareja, Almudena, y su pequeño Juanito. Allí se encontraba a gusto porque eso de vivir en Jerez era una tentación diaria.
Nació en 1952, hijo de Juan Moneo y Filomena Lara, sobrino de Luis de Pacote, y emparentado con los Carpio. En la calle Acebuche, en las Puertas del Sol, en el bar El Cantábrico… empezó todo. Luego fue creciendo artísticamente convirtiéndose en uno de los valores del cante de su generación, compartida con otros como Luis de la Pica, Capullo de Jerez, Salmonete, Pepe de Joaquina, su primos Mijita, Manuel Carpio ‘El Garbanzo o Rubichi.
«Juan Moneo Lara El Torta fue y es un icono para muchos que vieron en sus maneras una gran posibilidad para encontrar la emoción desgarradora que emanan de las fatigas»
Amén de sus méritos profesionales y discográficos, sería importante destacar su capacidad de atracción entre los que nunca antes habían escuchado nada de cante. A finales de los 80, y hasta su muerte, fue desgranando su experiencia con las drogas a través de sus bulerías, siendo capaz de levantar a miles de personas de una plaza de toros abarrotada.
Siendo tan admirado por los “buenos aficionados”, consiguió atraer a los chavales que encontraban en él a un contestatario, rebelde y continuamente creativo. Esa explosión comunicativa le hizo ser admirado por todos.
Lo conocí siendo un niño, por cercanía familiar y en el propio barrio. Curiosamente, cada aparición se convertía en acontecimiento para los de nuestra edad. Vestía como quería, aparecía cuando le apetecía y nadie le exigía nada. En el bautizo del nieto de Tío Chico apareció con zapatos castellanos, pantalones rojos y una camiseta de publicidad de una conocida marca de bebidas gaseosas. Cantó toda la noche con su gente, compartiendo ratitos con Barullo, Mijita y el propio Tío Chico.
En la Peña La Bulería cantó en muchas ocasiones. La última fue en noviembre de 2011. La gente hacía cola horas antes del espectáculo para poder acceder al amplio salón que finalmente se llenó obligando a algunos a quedarse fuera. Tuvimos la oportunidad de acompañarlo con las palmas en esta ocasión, así como en esa misma primavera en la Peña Los Cernícalos, con la guitarra de Periquín.
En otro bautizo, que se celebró en la Peña Luis de la Pica, fuimos testigos de horas de cante junto a su hermano Moneo, gustándose, ambos, por seguiriyas. Quizás el paso del tiempo y la ausencia de estos dos nombres nos hacen valorar más si caben esas reuniones.
Imposible de olvidar la noche de Jesús Méndez en el Teatro Villamarta, en la presentación del disco Añoranza. Noviembre de 2012. Entre bambalinas comprobé cómo el público daba botes en las butacas cuando salió Juan para interpretar junto al protagonista de la noche Su voz cantaora. Fue el homenaje en vida que recibió este genial y creativo artista.
El Torta fue y es un icono para muchos que vieron en sus maneras una gran posibilidad para encontrar la emoción desgarradora que emanan de las fatigas.
Fotos de Feliciano Gil