Tomasito y las discusiones en la joyería
Mi amigo José Mari, en la joyería de su madre, fue el primero que trató de convencerme de que Pata Negra o Kiko Veneno eran tan o más importantes que esos grupos británicos que yo escuchaba, y que si al rock le sumas tus raíces flamencas estás sumando y no restando. José Mari tenía razón y Tomasito es listo.
En mi barrio había un pequeño cine, el Cine Sur, donde recuerdo haber visto La guerra de las galaxias, que ahora solo los viejos la recordamos con ese nombre. Cuando desapareció montaron en su lugar un centro comercial, el Cencosur, que lleva años sirviendo de frontera y nexo de unión entre La Oliva y Las 3000 Viviendas. Allí se encuentra la joyería de la madre de mi amigo José Mari, que fue el primero que trató de convencerme de que Pata Negra o Kiko Veneno eran tan o más importantes que esos grupos británicos que yo escuchaba por entonces, y que si al rock le sumas tus raíces flamencas estás sumando y no restando. También llegó un día emocionado porque había visto en televisión al Niño Robot, un cantante y bailaor que lo mismo se arrancaba por bulerías como se tiraba al suelo y se ponía a bailar breakdance. Hará como treinta años de aquellas tardes en la joyería discutiendo sobre música y casi los mismos desde que reconocí por primera vez que él era el que tenía razón y no yo.
Y en 2023 ahí sigue Tomasito, divirtiéndose haciendo música y divirtiéndonos con sus canciones y su puesta en escena. Porque él ha llegado a este mundo para hacernos más felices a todos y rebajar la intensidad con una música que emana optimismo y buenas intenciones. Ya sea por bulerías o regando de oloroso un reggae, llevando a su terreno una rumba o acabando una canción a ritmo de ska. Y lo hace cantando a sus dos mundos, el de Jerez y su barrio de Santiago o su patio de vecinos, y el de Madrid, donde se siente adaptado como lo estuviera Bambino hace años. Y recordando a sus amigos, a los que están, como El Fonta (al que dedica Gente Guapa), o los que se echan de menos, ya se encuentren en Plutón u orbitando cualquier galaxia.
Además, en Agustisimísimo hay canciones que incitan a la fiesta, como las tres que abren el disco –De Jerez a Plutón, Los Bares y La Makinita–, otras que remiten al Veneno más rockero –El vino y el pescao– o a un reggae amable –La Zalamera–, y algunas como Mentira es, más ortodoxas, que enganchan por bulerías para no soltarte. Con letras que te acercan el costumbrismo jerezano, de sus bares donde tomar unos vinos o desayunar churros, y su calles, las que derrochan más arte de toda España. Y también está esa fotografía del Madrid nocturno que es Los muertos vivientes, un tema que lleva ya (como La Zalamera y La Makinita) casi cuatro años acompañándonos desde que se publicó como adelanto de este disco, reposado y madurado, que, al fin, está con nosotros y en el que se ha dejado acompañar maravillosamente por nombres de la talla de Carles Benavent, Victor Iniesta, las guitarras de Paco Castro, Manuel Parrilla y Diego del Morao y la producción conjunta del propio Tomasito con Lele Leiva para darle la suficiente entidad como para estar tan orgulloso o más que con el resto de su discografía.
Hace más de treinta años de las Guitarras Callejeras y cuarenta del estreno de Star Wars, José Mari tenía razón y Tomasito es listo, nos lo ha puesto fácil, y nos ha regalado el titular para que no nos confundamos. Estamos ante un disco para disfrutarlo y sentirnos agustisimísimos escuchándolo, claro que sí.
Imagen de Tomasito: cedida por el sello El Volcán
Manolo Domínguez
Pingback:Tomasito y las discusiones en la joyería – Expoflamenco – Conavegación | Blogosfera 31 marzo, 2023