Neocatetos al poder
Lo que el flamenco tenga que ser lo viene decidiendo un selectivo grupo de técnicos de lo público puestos por políticos de paso por procedimientos apañados legalmente.
No conozco ninguna música en el mundo que dependa de la política tanto como el flamenco. Porque si el resto de músicas deciden su futuro en un local de ensayo, en un escenario, en un estudio de grabación, invirtiendo en prensa o incluso en los despachos de las grandes discográficas –que al fin y al cabo son empresas privadas–, lo que el flamenco tenga que ser lo viene decidiendo un selectivo grupo de técnicos de lo público puestos por políticos de paso por procedimientos apañados legalmente. Lo más grave es que no han tocado una palma en su vida pero, como si de grandes estetas se tratara, deciden quién va a ser alguien en esto y quién no.
Habría que entender de una vez que el flamenco es una música descontextualizada, ya de recogida, con pocas posibilidades para seguir un curso evolutivo lógico porque ya no existen los nutrientes sociales que la hicieron crecer y desarrollarse libremente. Sí, el siglo XXI va de otra cosa. Y esto se agrava porque desde hace décadas nuestro género malvive manoseado hasta el vómito por quienes se autoproclaman modernos iconos de su futuro. Los salvadores. Entre unos y otros mantienen en constante respiración asistida al enfermo, porque mientras respire habrá dinero a repartir. Todo a cargo de las arcas de las instituciones culturales públicas, que tienen al flamenco como a ese mueble de la bisabuela, arrinconado y apolillado, que nadie se atreve a dejar en un punto limpio.
Y en ese sistema de respiración asistida es donde viene librándose la batalla por controlar las programaciones configuradas a base del dinero de todos y que sirven para dar vida a esas carreras de determinados artistas en detrimento de las de otros. Una farfolla que no interesa a los medios que, lógicamente, están en otros problemas de este tiempo. A pesar de que hablamos de pasta pública. Por otro lado, los artistas que quedan fuera de juego, los únicos que podrían arreglar esto de un plumazo, callan: tienen el miedo al hambre metido en los huesos y no se atreven a otra cosa que no sea decir “sí, buana” a cambio del medio bocadillo de mortadela con aceitunas que les toca muy de vez en cuando.
«Los artistas que quedan fuera de juego, los únicos que podrían arreglar esto de un plumazo, callan: tienen el miedo al hambre metido en los huesos y no se atreven a otra cosa que no sea decir ‘sí, buana’ a cambio del medio bocadillo de mortadela»
Es justo recordar que fueron Mairena y Vallecillo quienes decidieron que el futuro del flamenco no podía estar en mejores manos que en las de aquellos políticos de los ilusionantes inicios de la democracia. Si levantasen la cabeza se volvían a morir de la pena. Así que, ya controlado por la administración, los flamencos que fueron de la mano del PSOE lo tuvieron más fácil cuanto más cerca estuvieron de quienes decidían. Entonces empezamos a ver cómo determinadas carreras de determinadas primeras figuras se veían regadas de millones. O a artistas emergentes que de pronto eran estrellas en detrimento de otras que eran igualmente prometedoras, pero no tenían el contacto adecuado y quedaban condenadas de por vida al menudeo.
Mediados los 90 se pasó a dar cancha a artistas realmente mediocres pero con padrinos y madrinas de oro, a quienes se colocaba en bienales y festivales internacionales a dedazo limpio. Invertir en ellos trajo como consecuencia patios de butacas vacíos, así que empezaron a regalarse entradas de modo masivo a los funcionarios de las administraciones, a las peñas, a la familia, a los amigos… Este componente ocioso, junto a su atractivo turístico, convirtieron el flamenco en el juguetito de la clase política. Los de la foto. Lo que, en definitiva, vaticinó Antonio Burgos a la muerte de Mairena.
Con el inicio de la primera década de este siglo cierta prensa especializada empezó a denunciar estas movidas, pero los medios ya estaban económicamente raquíticos y dependían de la publicidad que pagaban precisamente las empresas públicas culturales. Así que la gran teta siguió inflando las carreras de artistas que, como su mediocridad no les permitía avanzar, descubrieron que el flamenco no les gustaba lo suficiente y dieron el salto a otras músicas argumentado la conquista de una supuesta libertad artística que lo jondo les negaba. O mucho peor: aprendieron el lenguaje de los despachos y se hicieron adalides de una pseudomodernidad revolucionaria, que ignora a conveniencia que en flamenco está todo inventado y revolucionado.
«Los que están rodeados de moscas seguirán languideciendo en su conformismo: una peñita por aquí, un recitalito por allá, una fiestecita, el bracito por lo alto al presidente de tal federación, el lloriqueo y la ojana a los buscabolos en las redes sociales»
En la investigación también habría mucha tela que cortar, porque se ha invertido pasta por un tubo en proyectos que no buscaban mostrarnos la verdad contrastada de nuestro género, sino seguir barriendo para intereses particulares a la par que sus autores señalaban a Mairena como flamencólogo nefasto. Lo último ha sido el reparto indiscriminado de doctorados por el lobby universitario, que ahora hay que justificar con congresos subvencionados por entidades privadas, que al final también se nutren de dinero público.
¿Y el público? Feliz en su ignorancia. Unos porque en el fondo se la suda el flamenco. Y otros porque siguen entrando sin pagar a los espectáculos y están deslegitimados para la crítica. ¿Y la crítica? Pues como el público: a callar y a procurar estar en las próximas vacaciones pagadas en Pamplona, en muchas presentaciones de festivales y en semanas de conferencias. Todo con sus conocidas excepciones, claro.
Así que este entramado de cargos políticos y técnicos dirigiendo el flamenco se lo explicas a compañeros de otros géneros musicales y alucinan. No se lo creen porque es surrealismo puro y duro. Pero es que ni los que plantamos cara a este sistema somos realmente conscientes de este sainete. ¡¡Si cuando un alto cargo del Instituto me habló de que estaban preparando una Ley del Flamenco, me pareció perfecto!! Hasta que, semanas después, se publicó la noticia y me di cuenta del disparate: legislar sobre un arte para el que ellos mismos han dado el oro y el moro solo a quienes reclaman “libertad creativa”… y que, precisamente, son quienes han generado este despropósito que ahora pretenden regular a su antojo… ¡¡De locos!!
«Las arcas de las instituciones culturales públicas tienen al flamenco como a ese mueble de la bisabuela, arrinconado y apolillado, que nadie se atreve a dejar en un punto limpio»
Y la prueba de que este circo no solo no puede frenarse sino que va a más es la creación de lo que yo llamo el sindicato de las estrellas. Al inicio de la pandemia, revisando los BOJA de hace una década en los que aparecen los agraciados con jugosas subvenciones “a la creación” procedentes de la hucha de todos, se publicó en prensa que muchos de esos nombres –que se repiten en estos BOJA hasta la saciedad junto a cantidades mareantes– se habían unido en asociación con intenciones celestiales que algunos advertimos demoníacas al momento. Con el apoyo favorable de ciertos críticos que han dirigido en la sombra desde bienales a las carreras de determinados artistas, ahora sabemos que también tenían la vista puesta en lo que se está cociendo estos días con el nombramiento del nuevo director del Instituto Andaluz de Flamenco.
Es verdad que el “sindicato” ha ido perdiendo adeptos entre los currantes de base que han visto el engaño. Se cuenta, además, que cuando el ministro los recibió los caló a la primera… En cambio, otros siguen apoyándolos porque saben que estos son los que siempre ganan y estando en el mismo barco, algo van a pillar. Y tienen razón: en esto del flamenco-político no hay que perder puntá. Habrá que ver qué pasa porque, con la publicación en prensa la pasada semana de los tejemanejes que se estaban dando en los despachos, han hecho diversos movimientos disuasorios para marear la perdiz… Como si no los conociéramos ya.
Así que, cuando nombren al quien sea que les venga bien y se cumpla lo que ya está atado y bien atado, el flamenco seguirá siendo un género de escenario que se decide en los despachos. La excelencia seguirá sin ser lo primero y la última palabra la tendrán los de siempre, a pesar de que ahora manda el PP. Mientras, los que están rodeados de moscas seguirán languideciendo en su conformismo: una peñita por aquí, un recitalito por allá, una fiestecita, el bracito por lo alto al presidente de tal federación, el lloriqueo y la ojana a los buscabolos en las redes sociales. Y todo en B, a poder ser, y sin variar el repertorio lo más mínimo. Muy de vez en cuando la ayudita del “Estituto” en forma de recital, y a callar. Su moribundo futuro se nutrirá de las sobras de quienes de verdad arriesgan, pero no con su dinero: con el de todos; que no pueden permitirse el lujo de volver a ver huecos en sus estupendos frigoríficos de diseño.
Con todo, fíjense si soy optimista, sigo creyendo que otro modelo de sector es posible. Está en manos de los artistas que tienen los pies en el suelo (sobre todo los que miran por sus carreras y no tienen miedo de anunciarse a taquilla), de las peñas de más poderío que no se dejan manejar por los prestamistas de la representación, de los medios independientes que ponen el dedo en la llaga y de la afición exigente que no se traga cualquier cosa, dar la espalda a ese sistema ficticio dependiente de la política. Es la única alternativa a lo establecido: olvidar la comodidad y generar, poco a poco, un modelo paralelo al de la subvención pública que proporcione una verdadera estabilidad y el goce de ofrecer esta música única en toda su autenticidad. Cuanto antes lo entienda todo el mundo, mejor. Es esto o peregrinar de rodillas hasta Santa Teresa 8 los 365 días del año.
Chemi López
Musicólogo y productor fonográfico
jose carlos morales 23 junio, 2021
He leído el artículo «Neocatetos al poder» Hace tiempo que no se decía tan claro algo tan obvio. Se ve que el autor conoce y sabe de qué escribe. Sólo queda esperar que sea de utilidad para el Flamenco y la dinámica tan bien descrita en este artículo comienze a cambiar. Gracias por decirlo en Román paladino