Desde las entrañas del conservatorio
Cuando pensamos en qué es un conservatorio, lo primero que imaginamos es un piano o un violín. Pero hoy en día el cante, el baile, la guitarra y la flamencología ya forman parte de las especialidades de estos centros.
No ha sido fácil su implantación. El flamenco ha tenido que lidiar con enemigos propios y ajenos. Por un lado, algunos miembros de los conservatorios han mostrado serias reticencias a su introducción, porque creían que los estereotipos asociados al flamenco iban a hacer mucho daño a la convivencia de los centros. Por el otro, parte de la afición flamenca ha argumentado en contra de la posibilidad de enseñar flamenco en estos centros, como si fuera a perder su flamencura por llevarse a cabo en un centro en el que habitualmente no existía. Hace poco leía en unos comentarios de Facebook, criticando –como si fuera algo malo– que el conservatorio te enseña a ser músico, no a ser flamenco. Si leemos el diccionario –músico/a, persona que hace música– podemos preguntarnos: ¿es que el cantaor, guitarrista, percusionista, palmero e incluso bailaor no hace música? ¿El flamenco no es música? ¿Qué es entonces? Al margen de otras cuestiones de índole político, opiniones como estas han provocado que su implantación no sea tan generalizada como desearíamos.
Si nos remitimos a las pruebas comprobaremos que tanto unos como otros estaban equivocados. Existe una simbiosis entre calidad artística y formación reglada. Ya hay profesionales titulados en el conservatorio con premios en concursos prestigiosos como el de La Unión o Córdoba. También los hay con discos en el mercado o algunos que se prodigan en festivales internacionales. ¿Es culpa del conservatorio? En mayor o menor medida, los conocimientos adquiridos aquí han sido útiles en la vida del artista. Ahora los músicos flamencos que salen de los conservatorios hablan de tú a tú al resto de músicos, lo que les permite ampliar su presencia en proyectos musicales de otros estilos tan diferentes como la música clásica.
«Para cualquier extranjero que visite nuestra tierra puede resultar increíble que no se pueda estudiar flamenco más que en un cuarto de los conservatorios andaluces»
Cómo se enseña
Pero ¿cómo se enseña en un conservatorio? Me centraré en la especialidad de guitarra flamenca o en asignaturas donde esta tiene presencia (cante y flamencología). En estos centros conviven las enseñanzas de tradición oral con las de la partitura. La tradición oral es aquella que se lleva a cabo en las academias, peñas flamencas y demás centros de enseñanza no reglada, en los que el aprendizaje se produce por imitación. El maestro interpreta y el alumno copia las posiciones. En el otro lado, el aprendizaje se lleva a cabo a través de partitura, como se hace en el resto de los instrumentos, para conocer las obras de los grandes maestros: Ramón Montoya, Niño Ricardo, Sabicas o Paco de Lucía.
Otro de los aspectos que se estudian es el acompañamiento del cante y del baile, formación imprescindible para un guitarrista profesional. También los cantaores tienen asignaturas relacionadas con el acompañamiento.
¿Quién enseña?
En dichos centros se encuentran profesionales cualificados, que realizan cada día una encomiable labor en pro de una enseñanza de calidad que sitúe al flamenco al mismo nivel que el resto de especialidades. Se han celebrado ya distintas convocatorias de oposiciones de baile y guitarra flamenca, un proceso duro por el que todo el que aspire a trabajar en un conservatorio pasa antes o después. Y esto es así como en el resto de enseñanzas de régimen general del país. En la actualidad, para optar a plaza de cualquier especialidad se necesita un título de grado o equivalente. Para acceder al título de grado se necesitan 14 años de estudios, de gasto en matrículas, material, desplazamientos… El hecho de pasar por unas enseñanzas oficiales facilita el concepto de igualdad, mérito y capacidad para acceder a la docencia. Para los puestos de catedrático se requiere, además, un máster de investigación.
Ventajas de estudiar en un conservatorio
Por un lado, vamos a obtener un título que nos permite ejercer como docente, sin tener que depender de la incertidumbre del mercado artístico. La titulación te habilita para trabajar en un conservatorio o en cualquier puesto del estado donde se exija un título de grado.
Últimamente han surgido intentos de títulos supuestamente oficiales de flamenco. He de decir que es importante asesorarse bien para no iniciar (y pagar) unos estudios no oficiales que luego puedan no servir para trabajar en un conservatorio.
Por otra parte, se obtiene una formación que te permite dedicarte profesionalmente a la interpretación, tocar con otros instrumentos utilizando su mismo lenguaje o enseñándoles el del flamenco, hacer arreglos orquestales, editar libros de partituras, investigar… Y hablar de tú a tú con el resto de músicos de otras especialidades.
El contra más importante es la necesidad de esfuerzo y vocación. Esfuerzo de tiempo y dinero y vocación para estudiar y superar multitud de asignaturas. Sin estos elementos será fácil querer abandonar ante la primera dificultad. El alumnado tiene que estudiar asignaturas teóricas relacionadas o no con el flamenco, y esto suele ser un escollo que requiere esfuerzo.
Futuro
Esperemos que en un futuro cercano la guitarra y el cante flamenco se generalicen, al menos, en los conservatorios profesionales de música de Andalucía. Un ejemplo que produce cierta vergüenza es que el conservatorio que se llama Paco de Lucía, de Algeciras, no oferte la especialidad de guitarra flamenca. Para cualquier extranjero que visite nuestra tierra puede resultar increíble que no se pueda estudiar flamenco más que en un cuarto de los conservatorios andaluces.
Indudablemente hay cosas que mejorar en los planes de estudios, en el sistema de enseñanza, dotación económica…, pero creo que estamos en el camino de mejorar día a día unas especialidades que llevan muy pocos años en las aulas.
Quiero aprovechar estas líneas para animar a todo el que quiera saber qué se hace en un conservatorio relacionado con el flamenco a que se acerquen a uno a preguntar al profesorado, dejando al margen los dimes y diretes que se mueven por el pequeño mundo del flamenco.
Foto: FB Conservatorio Rafael Orozco
Rafael Hoces