¡Vengan las peñas!
Sepan que me gustan las peñas, con sus cosas buenas y malas, casi tanto como me gusta el flamenco. En ellas es donde se fraguan estas cosas. Una semana en honor a la Niña de los Peines. Me cuadro cuando digo su nombre.
Y ustedes dirán: ¿y ahora esto a qué viene? Pues está claro. Me gustan las peñas, con sus cosas buenas y malas, casi tanto como me gusta el flamenco.
Ayer, sábado 24 de abril, la Peña Torres Macarena culminó su programa semanal en honor a Pastora Pavón La Niña de los Peines –me cuadro cuando digo su nombre– y lo hizo con la acostumbrada ofrenda floral y lectura de manifiesto, a cargo de Jerónimo Roldán, ante el monumento en su recuerdo. Normalmente, este acto se celebra en noviembre, pero es que en estos tiempos nada es normal a cuenta de un virus que nos trae a mal traer.
Con todas las precauciones posibles de distanciamiento, mascarillas y otros protocolos, una pléyade de aficionados acudimos al acto en expreso deseo de continuar con aquello que nosotros entendemos como nuestra vida, ante la inmóvil mirada de las esculturas de Pastora, Manolo Caracol y Chicuelo, en plena Alameda de Hércules sevillana. Mira tú que en esta ocasión el propio Chicuelo en persona quiso asistir al acto, en un instante de bronce y carne.
Posteriormente, ya en la Peña, asistimos a la conferencia de Luis Pérez, que nos fabuló en la figura de Pastora qué es el duende y los devaneos lorquianos de un Federico por las Américas. Gustó la conferencia como gustaron los cantes por tangos y soleá que sonaron de su móvil, porque ya no hace falta gramola, y sonó la voz limpia de Pastora, en el escenario de Torres Macarena, “por primera vez”, como bien dijo su vicepresidente Miguel Camacho.
«Venga el cante, vengan los sones, y venga el recogimiento. Malagueñas y abandolao, tientos tangos, taranto, alegrías, bulerías, y el salón de Torres Macarena se llena de recuerdos de Pastora, la grande, la maestra»
Tal es que con estas pasamos a la actuación del día. Tocaba el turno a la veterana cantaora Esperanza Fernández, que venía bien acompañada por su guitarrista Miguel Ángel Cortés y su hijo Miguel, el mayor de su casa, a la percusión. Pero ahí no es nada, pues casi toda la familia Fernández estaba en la sala, desde el patriarca Curro Fernández hasta su nieto Miguel, que apenas cuenta días de vida y al que su abuela le dedicó una preciosa nana por bulería. De pronto, tomo conciencia de que una casa cantaora y flamenca nos acompaña con los oles y jaleos que hicieron sonar durante la actuación, como Pastora y el Pinto jaleaban a Tomás, el de la casa grande de los Pavones. Venga el cante, vengan los sones, y venga el recogimiento. Malagueñas y abandolao, tientos tangos, taranto, alegrías, bulerías, y el salón de Torres Macarena se llena de recuerdos de Pastora, la grande, la maestra, porque de eso se trata, de no perder un patrimonio, un legado musical que nos enorgullece, a través del recuerdo y del enriquecimiento.
Una sorpresa aguardaba en el camerino. David “Fernández”, el segundo y menor hijo de Esperanza, que sube por segunda vez a un escenario –la primera fue en la Peña de Tomares– bajo la mirada sonriente de su secretaria, Concha Prieto. Suena la voz trémola y orgullosa de Esperanza para presentar al nuevo miembro de la familia que viene a sumar en esto del flamenco, y nos trae a la memoria aquellos espectáculos de la Familia Fernández. Porque todo muta pero todo vuelve a sus orígenes.
David sólo tiene 18 años y el veneno del cante metido en las venas. Así se lo hizo saber a todos en una reunión familiar en la que el niño, un día, dijo a cantar por soleá ante la atónita mirada de los presentes. ¿Esto cómo es? Así fue. Que no es cosa de que te digan, te empujen, te enseñen. Que el flamenco es cuestión de gusto, paladar y facultades. Y David tiene eso, mucho gusto por el cante, paladar para distinguir y facultades para ejecutar. Le gustan los cantaores y las cantaoras viejas, las de antes, tiene curiosidad, mucha curiosidad y un sentido de la perfección impropio para un joven de su edad. Así que David se fajó en las tablas de Torres Macarena por soleá y seguiriya, ¡ahí es na!, con temple y la timidez propia de la edad, pero buscando el compás justo entre las notas de la guitarra. Dice que le gusta Manuel Torres y Pastora Pavón, y Mairena, y también algunos jóvenes de ahora, pero que él quiere cantar jondo, por derecho. ¡Ole! El que quiera que lo intente para que vea lo difícil que es esto. Letras viejas que sonaron melosas, para deleite del público, en la voz púber de este joven que va a ser cantaor, porque ha decidido que es lo que quiere ser. Así, con esa libertad y con la más grande de las satisfacciones para la Familia Fernández.
¡Cómo me gustan las peñas! Porque en ellas es donde se fraguan estas cosas. Donde puedes entablar conversación con artistas ya consagrados y con los nuevos brotes que florecen en cualquier instante. Donde no hay reparos en ofrecer el escenario a los que despuntan para que vayan fajándose con el cante, ante un público que, por entendido, también es duro juez. Y hay que apretarse los machos, que aquí cualquier cosa no vale.