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Alfredo Tejada, la voz rota y caliente

Crónica del recital de Alfredo Tejada en el Auditorio de Baños de la Encina, Jaén. «El malagueño de nacimiento y granadino de adopción dio una lección de gran cantaor y artista».


Ya se echaban de menos los circuitos flamencos. Flamencos que el sábado 5 de junio de 2021 se reunieron en el Auditorio de Baños de la Encina, dentro del X Circuito Primavera Flamenca – Cajasur con el Flamenco, para escuchar a Alfredo Tejada, acompañado por la guitarra de José Antonio Conejo Vida Chaparro de Málaga. Alfredo estuvo en su faceta de cantaor a la altura de un buen circuito de flamenco, que desde hace diez años acompaña a la provincia jiennense por sus distintas peñas flamencas.

Es un cantaor con conocimientos demostrables, como bien hizo arrancando la actuación con cantes levantinos, por murcianas, levanticas y cartageneras, acordándose de su paisano Joaquín José Vargas Soto Cojo de Málaga en los dos primeros cantes, y acercándose a la escuela de Don Antonio Chacón en la cartagenera. Con muy buena voz, a pesar de la falta de rodaje por motivo de la pandemia, supo meterse en el bolsillo al público, que siempre estuvo muy respetuoso y silencioso para escuchar al artista malagueño de nacimiento y granaíno de adopción.

Siguió la noche cantando por soleá, en donde demostró su gran afición y maestría. Continuó con el cante de Alcalá, La Andonda, Triana (atribuida a Machango) y rematando de nuevo por Alcalá, donde con su voz rota y muy caliente dio una lección de gran cantaor y artista.

 

«Por tientos-tangos, Alfredo Tejada supo dar enjundia y sabor a los gaditanos y a los de Pastora. Siempre con mucho compás, rematando finalmente por tangos de Málaga, tierra que le vio nacer»

 

Por cantiñas se acordó del maestro Morente, y cómo no, de Pastora La de los Peines, con un buen aroma de eco gaditano, a pesar de no ser de aquella tierra, pero con sabiduría y afición a los aires de Cádiz y los puertos.

Continuó por milongas, donde hizo una letra recordando a Andalucía, y a pesar de su voz potente y penetrante, se recogió hacia adentro, con buenos bajos, no como aquellos que tenían los maestros Pepe Marchena y Juan Valderrama, sino diferentes, con personalidad y buen gusto.

Por tientos-tangos, supo dar enjundia y sabor a los gaditanos y a los de Pastora (reina indiscutible en estos cantes), rematando por tangos de esta misma procedencia, con mucho compás, rematando finalmente por tangos de Málaga, tierra que le vio nacer, a pesar de haberse criado en Granada, ciudad de la que también y como no podía ser menos se acordó cantando por granaínas, de los maestros Don Antonio Chacón y Vallejo, con unos bajos difíciles para un cantaor con un metal de voz afillado, como se dice vulgarmente en el mundo flamenco, pero que supo sacar adelante con buenos recursos vocales y calidad artística.

Calidad artística que entronizó en el cante por bulerías gaditanas de Chano Lobato, con ese aire viñero, de aroma de caballas de la caleta y que dejó al público con un muy buen sabor de boca, que terminó entusiasmando en su cante por fandangos de José Palanca y el Pichichi de Sevilla, donde también hizo de la suyas, dándole aires del Carbonerillo macareno.

Y la guitarra espléndida de José El Chaparro, que cada día está mejor, con arpegios de gran calidad, armonía muy buena, compás endiablado, adaptándose exclusivamente a lo que le pide el cantaor, de grandes recursos y mejor definición, que hicieron disfrutar con un tándem magnífico Alfredo-Chaparro que ya echaban de menos los festivales.

 

 

 

 

 

José Ramón Checa Medina

 


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