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54ª Caracolá Lebrijana: la miscelanea perfecta

El destino decidió reunir en el Patio de la Casa de la Cultura de Lebrija (Sevilla) a unos cuantos aficionados de lo jondo, apiñados alrededor de un acogedor escenario del que se hicieron dueños Jesús Méndez, Antonio Fernández Montoya “Farru” y Diego del Morao.

Jesús Méndez. 54ª Caracolá Lebrijana. Foto: Vicente Pachón

Era una noche fresquita de mediados de julio en la que el destino había decidido reunir a unos cuantos aficionados de lo jondo, apiñados alrededor de un acogedor escenario del que se harían dueños Jesús Méndez, Antonio Fernández Montoya “Farru” y Diego del Morao. El nombre del espectáculo venía arropado por un mensaje claro y contundente: Flamenco. La velada comenzaba encabezada por la presentación de José Vargas ‘Kilito’, quien se encargó de hacernos llegar un breve relato biográfico de cada uno de los artistas que la harían posible.

Jesús Méndez, que se encuentra trabajando en un nuevo proyecto que va a dedicar a la gran Paquera de Jerez, prima de su padre, abría la noche por cantiñas acompañado de, como hemos dicho, Diego del Morao y añadimos a Carlos Grilo y Diego Montoya a las palmas. El flamenco se revestía de aires gaditanos que entretejían la potencia gradual de la voz de Jesús Méndez y la frescura de los acordes de la guitarra del hijo de Moraíto. Jesús terminó sus cantiñas y, con mucho respeto, se dirigió al público para hacerles llegar el honor y placer que suponía para él volver de nuevo a Lebrija, tierra cantaora. Una vez más, Méndez conseguía acrecentar de manera paulatina –con el mismo estilo con el que erguía el brío de su voz– la ilusión de los espectadores.

Volvíamos de nuevo a la atmósfera que se había creado al inicio, pero esta vez con cantes de levante, breves pero intensos, como debe ser. Y, ante esta observación, sacamos como nota subsecuente que se manifestaba que Méndez tenía la fórmula mágica para hacernos disfrutar con él, sin quedarse corto ni pasarse… Siempre con una precisión admirable. En este caso, optó por deleitarnos con unas malagueñas del Mellizo, que empastaban a la perfección con la excepcional falseta que se decidió a ejecutar Diego.

 

«Tres dinastías que nos dejaban con ganas de seguir escrutando con delicadeza cada gesto, cada giro… Cada ápice de arte que pellizca el alma»

Un cambio de cejilla del guitarrista en un gesto de connivencia con el cantaor anunciaba el principio de unos tientos con grandes dosis de identidad por la utilización del verso ripio en algún tercio –que iban colmados de una técnica vocal impecable– y los tintes jerezanos que se asomaban entre las notas de las falsetas. Jesús Méndez lanzaba a la brisa que bañaba aquel crepúsculo estival tres letras por tientos que recogía la guitarra con elegancia. Además, no nos pasaron desapercibidos los trazos por tangos que se escapaban de la última letra y que invitaban a los asistentes a ir introduciéndose en la animada expresión rítmica que estos evidencian. Como colofón para la interpretación de los tientos-tangos que irradiaban una gran personalidad, quisieron dejarnos un pequeño vislumbre de la tierra de ambos, declamando la mítica letra Qué bonito está Jerez por tangos. La soleá por bulerías nos dejaría unos tintes rítmicos magistrales que no esperábamos.

Los ya presentes en el escenario desde el inicio comenzaban a obsequiarnos con unas pinceladas por, como hemos dicho, soleá por bulerías y, cuando ya íbamos poco a poco bajando la guardia, El Farru salía al escenario engalanado con un traje de lunares al que acompañaba la seguridad y el desplante que lo caracterizan. A esto añadimos el virtuosismo que permitía augurar al público cuando, en silencio y con el único compás de sus palillos, comenzaba a moverse por bulerías, simulando una pataíta que incitaba a la concurrencia a acompañar con resueltos jaleos. El bailaor acababa su primera intervención mirando cómplice a Jesús para que comenzara a cantarle por bulerías, mientras dejaba vislumbrar el dominio del compás que le ha dejado en herencia, entre otros, su abuelo Farruco.

Llegaba el momento de embelesarnos de nuevo con la voz del jerezano, en este caso con un palo mucho más sobrio como son las seguiriyas. Así, cantaor y guitarrista nos seducían haciendo un repaso por unos cuantos estilos de seguiriya jondos y especiales como son la seguiriya de Manuel Molina, Paco la Luz y Marrurro, finalizando, como no podía ser menos, con el cambio de Manuel Molina.

Para poner el broche de oro a esta gala, brindaban al aire pinceladas de bulerías que se anunciaban en un ambiente distendido y relajado que, paradójicamente, había dejado el último palo exhibido. Finalmente, se abría paso ante nuestros ojos el cuadro que todos presentíamos ansiosos. Farru subía al escenario para sentirse parte de las letras que Jesús Méndez nos ofrecía levantándose de su silla y poniéndose en el borde del escenario y a los pies del público. Tres dinastías que nos dejaban con ganas de seguir escrutando con delicadeza cada gesto, cada giro… Cada ápice de arte que pellizca el alma.

Una amalgama soberbia que, seguro, podremos admirar en muchas ocasiones más, puesto que todos los allí presentes coincidimos en que, sin duda alguna, era la miscelánea perfecta.

 

 

El Farru. 54ª Caracolá Lebrijana. Foto: Vicente Pachón

El Farru. 54ª Caracolá Lebrijana. Foto: Vicente Pachón

 

Jesús Méndez y Diego del Morao. 54ª Caracolá Lebrijana. Foto: Vicente Pachón

Jesús Méndez y Diego del Morao. 54ª Caracolá Lebrijana. Foto: Vicente Pachón

 


Bailaora madrileña. Graduada en Comunicación Audiovisual por la Univ. Rey Juan Carlos. En Amor de Dios, Casa Patas y Cristina Heeren desarrolló su gusto por la danza y el flamenco. «No somos atletas. Estamos empezando a cometer el triste error de ofrecer al público una confección enlazada de complejos zapateados a una velocidad desorbitada sin la modulación propia de la música que estamos adornando y que nos adorna».

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