Tere Peña, comunicadora jonda
Tere Peña nació dentro del meollo del flamenco entre grandes artistas con una larga tradición, pero no quiso ser intérprete, sino comunicadora y productora.
María Teresa Peña Fernández, mi admirada amiga Tere Peña, es una máquina del tiempo flamenco. La vemos en 1972 en un episodio de Rito y Geografía del Cante (nuestra eterno agradecimiento a José María Velázquez Gaztelu por la serie), una tímida adolescente que observa el ritual familiar del cante y guitarra despachado por su madre La Perrata, sus hermanos Juan el Lebrijano y Pedro Peña, su tío El Perrate y otros familiares. También es prima de Pedro e Inés Bacán, tía de Dorantes y Pedro María Peña y tantos otros lazos familiares que conforman una auténtica dinastía de lo jondo abarcando Utrera y Jerez con epicentro en Lebrija.
Unos años más tarde, Tere es la mujer moderna que presenta Temple y pureza, el programa de radio que le valió el Premio a la Difusión de la Cátedra de Flamencología de Jerez 2008. También recibe el Premio Flamenco Hoy 2007, Grammy Latino 2002 por su producción del disco de Antonio Núñez “Chocolate”, Premio de Comunicación de la Cultura Gitana 2015, dos discos de oro y dos de platino por Triana Pura, entre muchos otros galardones y reconocimientos. Y no sigo porque el objetivo es hablar con la expresiva y dinámica Tere, representante perfecta para este mes de la mujer.
– Tere, has nacido dentro del meollo del flamenco entre grandes artistas con una larga tradición, pero no has querido ser intérprete, sino comunicadora y productora. Es fácil imaginarte como cantaora, ¿no te atraía ese camino?
– Mi niñez viene marcada por la música, en mi casa era el denominador común. Mi madre me cantaba hermosas nanas para mis sueños, y a mi hermano Juan le decía “cascabel” por su alegría y cante sin cesar, y la guitarra de Pedro siempre entonada para los dos.
Estudié solfeo y, a mediados de los años sesenta, me hice fiel seguidora de la radio. Me gustaba oír Radio Vida y sus programas musicales que emitían la mejor música del momento. Más tarde me hice oyente de la Radio de la Base Americana para estar a la última. Me gusta cantar, pero mis intervenciones se limitan a reuniones íntimas de familia y amigos.
– Por tu casa pasaron artistas grandes: el tío Borrico, Antonio Mairena, Pastora, Caracol… ¿Te interesaba el cante de joven?
– Mi casa ha sido un conservatorio natural por donde han pasado todos los grandes y menos grandes del flamenco contemporáneo, también periodistas y aficionados. Mis padres, siempre acogedores y generosos, nos daban una lección continua de “saber estar”, ofreciendo lo mejor como anfitriones para que todos se sintieran a gusto. Mis hermanos y yo vivimos aquellos ratos de sabor y saberes a sabiendas del privilegio que se nos ofrecía. Ha sido una escuela de incalculable valor.
«El flamenco siempre ha ofrecido, ofrece y ofrecerá múltiples caminos por donde discurrir con antiguas y nuevas propuestas. Será el tiempo quien haga su criba de calidad. A título personal, les pediría a los jóvenes que empiezan que estudien, no tengan prisa, no corran, no griten… Templanza»
– ¿Cuántos años llevabas el programa de radio Temple y Pureza?
– En el año 83 comencé a trabajar en Radio Lebrija. En el 93 me contrata la Cadena Ser, donde fui responsable del programa flamenco de cobertura nacional Temple y Pureza, que tantas satisfacciones me ha dado. Paralelamente, trabajé de productora para diversas discográficas, así como para diferentes plataformas de PRISA, como Canal Plus, el diario El País, Localia TV y coordinadora del sello flamenco Palo Nuevo. Fue una experiencia maravillosa, pues tuve la oportunidad de grabar a históricos del cante: Bernarda de Utrera, Gaspar de Utrera, Agujetas, Menese, Enrique Soto, Chano Lobato, Fernando de la Morena o El Chocolate, por el que recibí el prestigioso Grammy Latino 2002. Tengo también un recuerdo imborrable de “Los Juncales” de Jerez, donde grabaron por primera vez Luis Zambo, Luis de La Pica, Juana la del Pipa, Dieguito del Morao, tío Paulera, y la última grabación recogida de José Vargas El Mono, tío Enrique Sordera, Manuel Sordera o tía María Soleá. Fue un placer dirigir este trabajo, lleno de sabor por los cuatro costaos.
– El festival de la Caracolá de Lebrija fue cosa de tu hermano Pedro, ¿no? ¿Qué recuerdos o anécdotas hay al respecto?
– Mi hermano Pedro fue el ideólogo del festival La Caracolá, de Lebrija, apoyado por un grupo de buenos aficionados. Como tantas historias bonitas, sus inicios se fraguaron en casa y bien recuerdo muchas conversaciones en torno a lo que se estaba creando. Como ejemplo anecdótico, los caracoles de los primeros años se guisaron en un gran baño en el patio de mi casa, y los atrezos de la primera edición eran las sábanas blancas de “mare”. Se puede ver en fotos de recuerdo.
– La pregunta obligada: ¿cómo ves el flamenco actualmente? ¿Va por buen camino? ¿Crees que dentro de equis años habrá quien cante por soleá o siguiriya?
– El flamenco siempre ha ofrecido, ofrece y ofrecerá múltiples caminos por donde discurrir con antiguas y nuevas propuestas. Será el tiempo quien haga su correspondiente criba de calidad. A título personal, les pediría a los jóvenes que empiezan que estudien, no tengan prisa, no corran, no griten… Templanza.
– Ya casi no hay cante “alreó de la mesa de la cocina” como antiguamente, ¿pero canta tu gente todavía en las bodas y bautizos?
– Sin duda, en mi familia seguimos buscando los motivos y momentos propicios para que surja, dentro de los códigos familiares, la magia de la música como alimento espiritual que necesitamos para vivir.
Imagen superior: Archivo Tere Peña