Rosalía y su Motomami
Una vez más, la cantante/cantaora Rosalía (Sant Cugat del Vallès, 1992) ha puesto patas arriba a la afición flamenca. Tanto jaleo, digo, voy a escuchar el disco entero de Motomami e intentar sacar algunas conclusiones al respecto.
En primer lugar, no hay motivos para que cunda el pánico. El flamenco sigue sano y salvo en su torre engarzá en oro y marfil, majestuosa expresión cultural del pueblo español para el mayor goce de la población del planeta. De hecho, excepto por Bulerías, así, como título de canción, ningún otro tema del disco aspira siquiera a flamenco. Más bien es un viaje seudosicodélico entre vintage y friki que busca alterar la sensibilidad con sonidos manipulados o transformados, percusión rara, versos que no se entienden y la voz francamente fascinante de Rosalía. Cuando por fin suena Bulerías, lo sientes como una inmersión jonda comparado con los demás temas.
¿Qué hacemos entonces con Bulerías? ¿Es flamenco o no es flamenco? Para contestar esta pregunta, es necesario antes que nada definir el flamenco, que no es tarea fácil. Muchos estudiosos citarían, con las mejores intenciones y autoridad, la obligatoria presencia de un compás flamenco y escalas musicales habitualmente empleadas. Pero bueno, gran parte del repertorio flamenco es cante libre, sin compás, o es modal (no hay una relación férrea entre cante y guitarra), y las escalas musicales de mayor y menor conforman el armazón de la mayor parte de la música del mundo occidental. La escala frigia o flamenca también circula fuera del flamenco, así que debe haber algo más.
«Yo preguntaría a esos detractores de Rosalía qué es lo que hace que ‘Bulerías’ no sea flamenco. Si aislamos la voz de Rosalía digitalmente, y la acoplamos al acompañamiento de algún maestro histórico, el resultado sería perfectamente tolerado por el aficionado más exigente»
Cuando los expertos nos sugieren que cierto tema preflamenco, o cultural y geográficamente ajeno, es la raíz del flamenco por su compás de amalgama y escala musical, ¿por qué aquella música no recuerda ni mínimamente a lo que entendemos hoy en día como flamenco? ¿Dónde está la “pistola humeante”? En concreto, ¿de dónde o de quién surge la actitud y personalidad flamenca también ausente en las imágenes históricas que exhiben una delicadeza extrema que no hace juego con el concepto actual del flamenco? Parece que falta algún eslabón importante, o quizás lo buscamos con demasiada insistencia en la guitarra. ¿Hay algo más flamenco que un martinete cantado sin acompañamiento ni compás marcado?
Opino que cada uno tiene la obligación de separar meticulosamente sus gustos personales de lo que es la naturaleza de cualquier tema. Sospecho que la casi totalidad de los detractores de la señorita catalana, objeto de estas palabras, no soportan la estética ultravanguardista de la artista, las imágenes chocantes del vídeo promocional, esas uñas, la música futurista o incluso el título Motomami. Soy de la generación que vio la llegada del primer disco de Camarón con Paco después de años de flamenco de la generación Mairena/Fosforito. Al verte las flores lloran, ¿a quién se le ocurriría hoy en día sentenciar que no es flamenco, como pasaba en aquel entonces?
«Los mayores siempre instamos a los jóvenes a escuchar a los cantaores de antes para comprender la base. Nadie puede decir que Rosalía no lo ha hecho, aunque el resultado puede no ser del gusto de todos»
Yo preguntaría a esos detractores de Rosalía qué es lo que hace que Bulerías no sea flamenco. No lo digo por los cantes de La Perla y otros que interpreta la joven, todos conocemos las ilimitadas posibilidades que se admiten en esta forma flamenca. Si aislamos la voz de Rosalía digitalmente, y la acoplamos al acompañamiento de algún maestro histórico, digamos Ricardo o el de Huelva, el resultado sería perfectamente tolerado por el aficionado más exigente, gustándole más o gustándole menos.
Los mayores siempre instamos a los jóvenes a escuchar a los cantaores de antes para comprender la base. Nadie puede decir que Rosalía no lo ha hecho, aunque el resultado puede no ser del gusto de todos.